Debate Economía y Mercados en Marcha

La pandemia y el desafío de la nueva Constitución

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El resultado abrumador del plebiscito a favor de una nueva Constitución, junto a los caminos que se abren al término del coronavirus, llaman a construir una sociedad distinta a la actual: una sociedad incluyente. Están las condiciones de posibilidad: el acortamiento de las cadenas de valor internacionales, el retorno al proteccionismo en los países del capitalismo desarrollado, la necesidad de encontrar autoabastecimiento en productos esenciales, especialmente para la salud y la alimentación y, por cierto, una creciente conciencia en favor de derechos sociales universales.

La economía tendrá que responder a nuevas exigencias productivas, sociales y medioambientales.

En primer lugar, el régimen productivo deberá modificarse. Una nueva matriz productiva resulta ineludible. Los países que fundamentan su actividad económica en los recursos naturales pueden crecer, pero no desarrollarse. La transformación productiva, fundada en la ciencia y tecnología modernas resulta indispensable para avanzar al desarrollo.

 

En segundo lugar, la política económica, domesticada por la Constitución del 80, deberá terminar con la denominada neutralidad que ha sido, más bien, de complacencia con los grupos económicos. El Estado, entonces, deberá salir de su letargo y hacer política económica de verdad, castigando los comportamientos rentistas y especulativos para premiar, en cambio, las actividades de transformación, con protección del medio ambiente.

Tercero. Se precisa aumentar sustancialmente la inversión en ciencia, tecnología e innovación, condición indispensable para que la inteligencia se incorpore en la transformación de los procesos productivos y agregue ese valor indispensable para diversificar la producción de bienes y servicios.




Cuarto. Un nuevo proyecto productivo, fundado en la industria de transformación, y una sociedad incluyente, debe terminar con las políticas sociales focalizadas, que acorralan a los pobres en su pobreza. Exigirá educación y políticas de salud, de calidad universal. Las nuevas tecnologías, máquinas y procesos modernos demandan profesionales y trabajadores con formación y salud de calidad. Ello resultará en mayor productividad y salarios y mejor distribución del ingreso.

Quinto. Un nuevo modelo productivo debe no sólo fundarse en equilibrios sociales sino también medioambientales. El desenfrenado ataque a la naturaleza no puede continuar, tal como lo dice dramáticamente el Secretario General de las Naciones Unidas “Si no cambiamos urgentemente nuestra forma de vida, ponemos en peligro la vida en sí misma. En todo el mundo, la naturaleza está golpeando con furia. Miren a su alrededor. El nivel del mar está aumentando y los océanos se están acidificando. Los glaciares se están fundiendo y los corales se están blanqueando. Las sequías se expanden y los bosques se incendian. Los desiertos se expanden y el acceso al agua se reduce. Las olas de calor son abrasadoras y los desastres naturales se multiplican” (António Guterres, el Secretario General de las Naciones Unidas, diario El País, 18-09-2019).

Sexto. Se abre una oportunidad para un esfuerzo de integración efectiva con países de nuestra región. Al menos entre mercados vecinos tendrán que encontrase espacios de complementación productiva, así como esfuerzos conjuntos en ciencia, tecnología y en educación superior. El freno a la globalización lo demanda, así como la necesidad de mercados más vastos. El fracaso económico y político de la retórica integracionista debe ser reemplazado por iniciativas pragmáticas de complementación entre países para mutuo beneficio, y que trasciendan la política contingente.

Finalmente, las exigencia productivas, tecnológicas, sociales y medioambientales obligarán a una captación impositiva mucho más amplia que la actualmente existente en Chile. Habrá que acercarse a la media impositiva de la OCDE y, además, con royalties efectivos a los productores de recursos naturales y, por cierto, con una reducción sustantiva de los gastos militares.

El estallido social, la experiencia del coronavirus y el plebiscito han puesto de manifiesto la urgencia de modificar el injusto e irracional sistema económico y social existente, que ha conformado una sociedad segmentada con una creciente violencia. Si no se rectifica y se comete el error de insistir en lo de siempre, se avecinarán peligros incontrolables.

La crisis que estamos viviendo es un momento de viraje en la historia. La pandemia y el tránsito hacia una nueva Constitución ofrecen condiciones de posibilidad para los cambios sustantivos. Sin embargo, éstos no serán automáticos, sino dependerán de la voluntad y lucha de los hombres y mujeres, afectados durante décadas por la desprotección del Estado subsidiario, así como de una mayor lucidez de los poderosos. Esperemos que esos esfuerzos apunten a una sociedad distinta, fundada en nuevas formas de solidaridad y cooperación.

 

Por Roberto Pizarro Hofer

Fuente: El Mostrador

Publicado en El Clarín de Chile con la autorización del autor



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