Plebiscito de entrada: el 80 % y su cola de alacrán
Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 16 segundos
Pocas veces en la historia el resultado de una votación resulta tan lapidario, pero también pocas veces su significado es tan incierto.
Lapidario por la abrumadora diferencia del “APRUEBO” ante las dos opciones del corazón del continuismo. Incierto porque el 80 % que obtiene la opción “APRUEBO” Y “CONVENCIÓN CONSTITUCIONAL”, las podemos calificar como un híbrido transitorio, en que suma una jugada táctica de quienes -en el fondo de sus convicciones- se las hubiesen jugado por un rotundo RECHAZO, si eso hubiese sido factible en el escenario del oportunismo electoral.
Seamos claros y no perdamos el sentido de la realidad:
Lo que se ha logrado en esta instancia -desde la mirada ciudadana- está lejos de representar una conquista que asegure la posibilidad de desmantelar el estado subsidiario, neoliberal y antidemocrático de la institucionalidad vigente, en tanto, si bien se ha manifestado la voluntad ciudadana de cambiar la plataforma constitucional que le asegura, existe más de una condición que traba un verdadero proceso constituyente libre, en que la soberanía popular alcance un real campo de expresión y determinación vinculante.
Si lo colocamos con el dramatismo que merece:
Lo que ha logrado el campo popular, no ha sido mucho más que quedar demostradamente en una cómoda posición de lograr 1/3 de poder de veto, frente a su contraparte (el continuismo neoliberal y anti demócrata) que no puede dormir tranquilo, porque el aseguramiento de su tercio para dicho poder de veto es incierto. La opción pura y real (no solo táctica) del “APRUEBO”, tendrá un duro trabajo para superar el 66% constituyente, porque no puede contar con la derecha enquistada en él. Por su parte, este porcentaje constituyente, jamás será siquiera imaginado por el continuismo como una conquista posible, por tanto lo que buscará será instalarse como una fuerza obstruccionista de los intentos por hacer retroceder el Estado de privilegios que ha constituido en estos 47 años de la historia de Chile.
Para el interés auténticamente democrático, no solo es riesgoso el escenario de quedar expuestos a una débil situación constituyente, sino que además, es limitado el ejercicio constituyente en que puede obrar, pues nace como una instancia de concesión en el espíritu de una democracia tutelada, en donde el “poder soberano” se encuentra gravemente coartado por las consideraciones de conveniencia, de quienes –en lo grueso- han representado todo aquello que necesita desmantelar.
El largo proceso de arrinconamiento del andamiaje de poder instalado por la dictadura militar y que en este siglo se inicia con las movilizaciones estudiantiles del 2006, hace carne en la ciudadanía y genera las condiciones para el estallido de un descontento generalizado que hizo tambalear la institucionalidad política. La demanda popular avanzó hasta instalar forzadamente en la “agenda país” la urgente apertura a la redacción de una nueva Constitución Política, instancia que ya está en marcha, concretamente, desde este 25-O. Esto es capacidad para forzar cambios relevantes.
No obstante, la ciudadanía movilizada fracasa en su azimut y pierde gravemente el control para direccionar la hoja de ruta, porque –entre otros motivos- no logra comprender la importancia de los puentes con los poderes formales de la institucionalidad, y porque no contó con la capacidad efectiva para superar y derribar los mecanismos de protección de las estructuras del poder político. Sus fuerzas activas caen en la trampa de un fundamentalismo anarquista espontáneo, que se puede comprender y justificar transitoria y plenamente en la emocionalidad, pero nubla gravemente la practicidad política. La movilización social no tiene la fuerza autónoma suficiente.
Hoy nuevamente entran en juego las fuerzas por la Asamblea Constituyente. Es el momento ahora de pasar a primera línea. Nada de lo establecido en el referéndum puede ni debe ser cambiado a partir y desde la institución política del Estado, porque ya se ha sancionado por vía de una consulta y cambiar dichas decisiones no puede nacer de quienes deben garantizar el respeto a la voluntad expresada, sin que ello se configure en una suerte de fraude inverso. Pero el pueblo en las calles tiene su voz intacta y puede regular a su arbitrio el volumen de ella. El pueblo en las calles puede expresar que quiere una Constitución Política en donde su debido y auténtico poder constituyente, ocupe y ejerza el rol que tiene que desempeñar.
LO PENDIENTE Y LO URGENTE
- La calificación del cuórum convencional, el que debe quedar a disposición para que sea acordado por mayoría absoluta, en una primera sesión preliminar de los constituyentes y eliminar el antidemocrático tercio como poder de veto, o lo que es lo mismo, el poder constituyente de los dos tercios.
- La definición de una asamblea que en número permita la representación de cada una de las 56 provincias, con procesos electorales provinciales y un representante adicional por cada 100.000 habitantes de una provincia.
- Habilitación de participación de independientes con respaldo de firmas, igual o superior a la cantidad de militantes del partido político con menor padrón, constituido en la provincia del candidato a constituyente.
El 25 de octubre recién pasado, el pueblo chileno ha avanzado hacia un país democrático, pero aún faltan pasos que son urgentes.
No existen argumentos válidos, ni éticos, ni económicos, ni de ninguna naturaleza que justifique no acceder a estas demandas, si los ciudadanos las hacen suyas y las exigen con fuerza. Solo el egoísmo sectorial y la falta de voluntad democrática pueden negar dichas condiciones, lo que conduce a la fundación de una institucionalidad débil e inestable.
NUEVA CONSULTA NACIONAL
El pueblo en las calles tiene intacta su voz y ha aprendido importantes lecciones. Hoy debe buscar una nueva consulta para mejorar el mecanismo que fue votado en el actual plebiscito, porque tiene todo el derecho a hacerlo, con total independencia de que ya se haya pronunciado en la convocatoria del reciente referéndum, porque dicha instancia nació como una maniobra de extorsión de los poderes deslegitimados por la ciudadanía.
Llamémosle Asamblea Constituyente, o llamémosle como sea, pero su mecanismo de acción y conformación debe ser auténticamente democrático y no una pasada de raya de quienes se han impuesto entre la voluntad popular y la decisión soberana, encerrando lo más importante para el desarrollo armónico de la vida y el futuro nacional, en un proceso espurio.
Llamaron a los ciudadanos a un proceso lleno de trampas y el pueblo responsablemente participó y ha ganado la posición, relegando al continuismo a la peor posición dentro de su propia fiesta, pero esto no es suficiente, porque lo que ofrece el escenario ganado, no da el ancho de la demanda del grueso de la sociedad, que es tomar las decisiones libre y soberanamente sobre el formato y destino institucional del país.
Ahora los ciudadanos tenemos que limpiar el proceso necesario. Los partidos políticos tienen que ser parte de esto, porque no lo haremos sin ellos; no tenemos posibilidad de hacerlo sin ellos, pero debemos tener claro que hacerlos parte, implica la fuerza para ponerlos en la disyuntiva de una prometida y jurada inestabilidad, que se sostendrá en el futuro hasta que el pueblo sea realmente escuchado.
No todos los partidos políticos de la oposición tendrán la voluntad y no todos la valentía, pero el 50% que no ha votado, tiene un ejército de potenciales militantes activos dentro de él, dispuestos a reconciliarse con los referentes orgánicos de la institucionalidad política, en la medida que ella muestre que toma partido real por sus sentidas aspiraciones.
NO A LAS ELECCIONES DE CONSTITUYENTES, ANTES DE DAR REAL DIGNIDAD AL PROCESO Y ESO AUN HAY QUE GANARLO EN LA CALLE.
Por Marcos Uribe Andrade
Chiloé, 27 de octubre de 2020.
Felipe Portales says:
Pero señor Vallega, ¡si fueron los parlamentarios de la oposición los que -en conjunto con los de gobierno- aprobaron constitucionalmente este engendro denominado Convención constitucional, el cual no podrá funcionar de acuerdo al principio básico de la democracia que es la regla de la mayoría, debido al fraudulento quórum de los dos tercios! ¡Qué es eso de que «habría que verlo»! ¡Si ya lo hicieron en conjunto! Si cuando se habla de «las dos derechas» no se hace una figura retórica: Es porque TODAS las reformas constitucionales y TODAS las leyes que se han aprobado desde 1989 han sido aprobadas en conjunto por la derecha propiamente tal y la ex Concertación; pese a que en muchos años la ex Concertación-Nueva Mayoría tuvo mayorías absolutas en la Cámara y el Senado.
Gino Vallega says:
Tal vez sea el momento para poner a prueba a los parlamentarios , para que demuestren que han cambiado y que se la van a jugar por las ideas del pueblo y propongan modificaciones a la elección de constituyentes y modo de accionar de la convención constitucional para que sea en realidad una asamblea constituyente.Así se podría ver quienes son quienes en el espectro político.Del gobierno , nada; de la oposición , habría que verlo.
Las definiciones de convención/asamblea…constitucional/constituyente de acuerdo a los diccionarios no son muy diferentes ,pero ,hay diferencia legal?
Felipe Portales says:
El artículo subestima voluntaristamente la esencia engañosa del «proceso constituyente». Primero, no se elegirán «constituyentes» porque no habrá Asamblea Constituyente. El voto del «Apruebo» validó (en gran parte engañado, porque no estaba en las alternativas, pero lo validó) el que no va a haber Asamblea Constituyente (sino «Convención Constitucional» )y, lo que es peor, validó el antidemocrático e inmodificable quórum de los dos tercios, el cual los convencionales no tendrán ninguna atribución para modificar. Y sería engañarnos adicionalmente a nosotros mismos el creer que la «presión social» podrá modificar el proceso; cuando NADIE, en el curso de la campaña, (¡ni siquiera los partidos que no suscribieron el funesto acuerdo del 15 de noviembre; ni las principales organizaciones de trabajadores, estudiantes, feministas, ecologistas, etc.) ha planteado siquiera como problema el fraude de los dos tercios. Esto sin considerar la sutil pero muy eficaz autocensura que campea en la TV y en los grandes medios chilenos que también lo invisibilizan completamente.