Participación electoral, clases sociales y tácticas de la Izquierda
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La contundencia de los resultados arrojados por el plebiscito del pasado 25 de octubre constituyen un hito político de gran trascendencia. Arroja importantes luces acerca de las posiciones que las distintas clases sociales van tomando frente a la crisis del actual esquema de dominación burguesa.
Hay comentaristas de izquierda que, basados en las cifras de abstención, y en línea con los análisis de la ciencia política liberal, han restado importancia a los resultados.
Si bien es cierto que pese a haber aumentado la participación electoral, situándose en el registro más alto desde que existe el voto voluntario, dicho aumento no redundó en una participación significativamente mayor a la registrada en la segunda vuelta presidencial de 2017.
Sin embargo, siendo las altas tasas de abstención una constante en las elecciones chilenas desde que se instauró dicho sistema, la novedad de este plebiscito no hay que buscarla entonces en el grado de participación. Elemento que además resulta finalmente irrelevante para determinar la naturaleza del poder político en la sociedad capitalista (el poder de la burguesía como clase dominante no surge del voto popular, este solo constituye un mecanismo para zanjar las diferencias entre sus fracciones).
En efecto, la novedad esta vez radica en el cambio en la composición que experimentó el electorado antes que en su número total. Así, por ejemplo, el aumento del componente joven fue una de las características que destacó y que resultó determinante para la aplastante victoria obtenida por la opción del apruebo.
Pero el hecho más sobresaliente fue la polarización social que la preferencia por una u otra opción dejó al desnudo. En esta línea destacó precisamente el aumento de la participación electoral en las comunas populares. De hecho, dentro de las comunas del Gran Santiago se observó una correlación positiva entre el componente obrero[1] y el aumento de la participación electoral con respecto a la segunda vuelta presidencial de 2017, siendo el caso más notable el de La Pintana. En otras palabras, a mayor porcentaje de población obrera en la comuna, mayor fue el aumento en la participación electoral (ver gráfico).
Fuente: Construcción propia en base a ESI 2017 y SERVEL.
La clase obrera constituye la clase social más numerosa del país, con alrededor del 45% de la población total, y por ende la de mayor peso dentro de las clases proletarias y populares. Una tendencia similar se observó en otra clase popular: la pequeña burguesía tradicional, aunque en este caso, por su alta heterogeneidad –que va desde el comercio ambulante informal a pequeños negocios establecidos que no contratan mano de obra asalariada–, la correlación es (¡era que no!) mucho más volátil. Esta clase se sitúa, dependiendo de las estimaciones, dentro de las tres más numerosas del capitalismo chileno (entre el 18 y el 20% de la población total), y que con la actual crisis económica debe seguramente haber aumentado su peso.
Se avecina el más importante rediseño de la arquitectura institucional estatal del último tiempo en Chile, que conllevará un inminente cambio en el régimen político de la dominación burguesa. Corresponde a la izquierda encausar en la coyuntura la acción política de la clase obrera frente a la encrucijada puesta por la burguesía. Es imprescindible que esta se haga presente como actor autónomo e independiente con programa propio frente a las distintas opciones burguesas.
La clase obrera venía aumentando sus niveles de actividad desde el año pasado, especialmente a raíz del estallido social del 18 de octubre. Tal como consigna el COES en el Informe Huelgas Laborales en Chile 2019[2], las huelgas aumentaron en un 68% en 2019 con respecto a las registradas en 2018, rompiendo así la tendencia a la baja que se venía dando en los dos años anteriores.
En este sentido, el aumento de la participación obrera dentro del electorado habla de un incipiente, pero claro, posicionamiento de esta clase frente a la profunda crisis política que atraviesa a la burguesía chilena.
Se avecina el más importante rediseño de la arquitectura institucional estatal del último tiempo en Chile, que conllevará un inminente cambio en el régimen político de la dominación burguesa. Corresponde a la izquierda encausar en la coyuntura la acción política de la clase obrera frente a la encrucijada puesta por la burguesía. Es imprescindible que esta se haga presente como actor autónomo e independiente con programa propio frente a las distintas opciones burguesas.
Lo anterior no resulta sencillo en el estado actual en se encuentran las expresiones más radicales de la izquierda. Estériles e impotentes en extremo demostraron ser el pasado 25 de octubre las tácticas formuladas en consignas del tipo “yo no voto, me organizo” o “todo el poder a las asambleas territoriales” promovidas en este sector.
Las causas hay que buscarlas en dos errores fundamentales de apreciación en que incurren este tipo de “tácticas”. En primer lugar, le achacan a la burguesía una unidad político-programática que en la actualidad no posee. De aquí que los estrategas detrás de este tipo de consignas pongan unilateralmente el acento en los acuerdos alcanzados por los partidos burgueses, calificando maniqueamente el plebiscito y el proceso constituyente como simples maniobras urdidas para engañar al pueblo.
El caso es que, si bien el proceso constituyente surge de un acuerdo entre los partidos de la burguesía frente al escenario impuesto por la movilización popular, este no deja de expresar también las enormes vacilaciones y vacío programático que campea al interior de la clase dominante para resolver sus propias pugnas. Prueba de ello es el oportunismo más ramplón en el que se debaten cotidianamente los partidos burgueses, y en general el deplorable estado en que se encuentran los aparatos ideológicos (Iglesia, cúpulas sindicales, sistema de educación, etc.) de la dominación burguesa, que los vuelve incapaces de aunar a esta clase y arrastrar tras de sí a otras. Es por ello que incluso la salida actual es feble en comparación con la que se impuso en el plebiscito del 88’, donde aquellas instituciones mostraban mayor solidez.
En segundo lugar, con este tipo de “tácticas” se pretende evadir a través de un mero ejercicio retórico de voluntad la cuestión del Estado, lugar por excelencia –guste o no– del poder político y punto de condensación de las relaciones de fuerza entre las distintas clases sociales.
Lo relevante en este ámbito es que, a pesar de las vacilaciones en el seno de la burguesía chilena, los roces entre las distintas ramas del aparato estatal y unos aparatos ideológicos venidos a menos, finalmente el aparato de Estado propiamente tal no se ha quebrado –las fuerzas represivas siguen aglutinadas en torno al gobierno– ni las clases populares han sido capaces de levantar un contrapoder capaz de llevar a cabo dicho quiebre.
Por Maximiliano Rodríguez
Octubre 2020
www.revistaconfrontaciones.com
[1] Para el esquema de clases sociales aquí utilizado véase M. Rodríguez: Estructura social, organización laboral-gremial y lucha de clases en el capitalismo chileno. Disponible en https://www.puntofinalblog.cl/blog/estructura-social-organizaci%C3%B3n-laboral-gremial-y-lucha-de-clases-en-el-capitalismo-chileno
Felipe Portales says:
Yo no digo en absoluto que el pueblo no conseguirá en definitiva una Constitución democrática; pero es claro que no lo conseguirá a través de ESTE PROCESO FRAUDULENTO. Tan claro es esto que NADIE (¡ni siquiera los partidos que no suscribieron el funesto acuerdo del 15 de noviembre, como el PC o el PH; ni tampoco las organizaciones sociales populares!) está planteando la existencia misma del fraude; y menos, una lucha contra él. Una lucha que podría coexistir, incluso, con un llamado a votar en las próximas elecciones fraudulentas a convencionales. Al menos, para deslegitimar la Convención en la medida que no abandone el fraude de los dos tercios.
Felipe Portales says:
El artículo expresa un voluntarismo absoluto. En el plebiscito no se aprobó una instancia que va a elaborar y aprobar democráticamente una Constitución. Decir esto es engañarse a sí mismo y a los demás. Lo que se aprobó -como resultado del funesto acuerdo del 15 de noviembre entre «las dos derechas»- fue una «Convención Constitucional» (¡NO CONSTITUYENTE!) sin autonomía para aprobar por mayoría un texto, porque en dicho acuerdo -refrendado luego por una Reforma Constitucional en diciembre- se estipuló claramente que ya sea que se eligiese una «Convención Mixta» o una «Convención Constitucional», estas debían funcionar con un quórum de dos tercios, tanto para la aprobación de su Reglamento como de las normas constitucionales que aprobasen. Y no se requiere ser muy agudo para entender que ello está hecho a la medida de la derecha propiamente tal, que desde 1990 -con o sin sistema binominal- ha obtenido lejos más de un tercio de los votantes y de los congresales. LO único que cabe hacer es esclarecer esto lo más posible al conjunto de la población para que no tenga un feroz desengaño una vez que compruebe que la única «nueva» Constitución que puede salir de ello será una consensuada por las dos derechas, tal como ocurrió en 2005 con la actual, suscrita por Lagos y todos sus ministros.
Patricio Serendero says:
Está muy bien como lo ha hecho el señor Portales en repetidas ocasiones de denunciar, denunciar y denunciar el acuerdo del 15 de Noviembre de 2019 donde se colocó el cerrojo de los ⅔ para aprobar la nueva Constitución, agregando como corolario lógico el que todo quedará entonces más o menos igual. Concluye que el Pueblo no debe dejarse engañar. Y que por lo tanto, agrego yo, en esta materia abandone toda esperanza de cambio porque el cambio es imposible. Pienso que falta una propuesta del que hacer en el futuro inmediato, aparte de la necesaria denuncia.
No sería necesario reconocer que el movimiento social ha cambiado en algo las cosas en Chile? Que forzó un Plebiscito que no estaba en los planos de nadie y que las dos Derechas ciertamente no querían? Que producto de las movilizaciones también se forzó el 10% de retiro de pensiones? Y que todo el programa del gobierno de Piñera se fué al basurero y su propia coalición de partidos quedó quebrada? Todas estas son derrotas para la Clase dominante donde algunas de ellas podrían haber parecido imposibles de ocurrir antes del 18-O. Antes del “oasis”. Y sin embargo la fuerza de la lucha las hizo cambiar.
Vale mucho luchar por cambiar la ley constitucional de los ⅔ desde los movimientos sociales, así como la lucha por el salario mínimo y las pensiones, luchas estas que vienen ahora mismo. Es en la práctica de la lucha que se crea organización, se desarrolla la conciencia de Clase y se puede eventualmente arrastrar a sub-clases de la clase media para apoyar un proyecto socialista. Con todo lo importante que es, no basta la denuncia.