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Hacia el Lago en Netflix, el apocalipsis estalla un día de semana

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Hacia el Lago (The Outbreak) es la traducción al español de una serie rusa en Netflix. No es la primera ni la única en el género de ficción distópica, como es Better than Us,  pero este último estreno va en la línea de títulos más oscuros como la alemana Dark o la clásica The Walking Dead. Una serie apocalíptica, nuestra única visión del futuro, como advertencia y proyección del malogrado presente. En Hacia el Lago basta una chispa para que todos los demonios que tenemos contenidos se liberen, tal como está sucediendo. Hemos ingresado, y de eso no hay duda alguna, en una dimensión que no estaba incorporada en los objetivos de la modernidad pero que es parte de ella, es su consecuencia no deseada.

 

Estamos en un momento, en el umbral de una escena en decadencia, de fragmentaciones y contradicciones. Estamos abandonados en el fin de la modernidad, que se rompe como un hielo frágil bajo nuestros pies. Como los personajes de la serie rusa, que en pocas horas ven que el mundo conocido desaparece y huyen desde Moscú hacia la zona lacustre helada en la república de Carelia. En reemplazo del orden liberal, la presencia del caos y bestialidad como si siempre hubieran estado ahí. En un parpadeo, de la noche a la mañana, quienes creían ver un orden social y político ahora padecen el pavor con bandas de narcos, paramilitares, escasez, hambre y muerte. Y si aquello es el mundo civil y los restos del mercado, el gobierno o lo que queda de él es el terror a una escala estatal.

 

La serie rusa tiene un extraño y muy inquietante mérito adicional. Fue estrenada en octubre del 2019 y el detonante del caos es un brote viral con muchas, tal vez demasiadas, situaciones entonces de ficción que meses más tarde fueron realidad. Mascarillas, distancia social, temor a los otros, discriminación, culpas, miedos, confinamientos, están ahí en una anticipación de eventos ciertos y hoy presentes. La continuidad de los pavorosos hechos esperamos que permanezcan en la ficción.

 

Muchas de las distopías y escenas apocalípticas, como Los hijos de los hombres, de Cuarón, Guerra Mundial Z o La Carretera, basada en una novela corta del gran Cormac McCarty, la muy irregular surcoreana Virus, o las discontinuas versiones alegóricas de Mad Max tienen como eje el fin del Estado tras un gran evento maligno: la caída de un asteroide, el colapso ambiental, una explosión nuclear o una pandemia detonan el colapso civilizatorio. Aquella institucionalidad se viene abajo como castillo de naipes para dejar al desnudo al homo homini lupus de Hobbes. Bandas, pillaje, esclavismo, creencias tribales, canibalismo.




 

El historiador liberal estadounidense Timothy Snyder, experto en historia centroeuropea del siglo XX, ha escrito durante los últimos años dos libros de advertencia sobre el deterioro de la democracia liberal y el posible retorno de los fascismos. La historia probablemente no se repita pero hay puntos de comparación que Snyder nos hace tener en cuenta. El mundo no es Alemania después de 1918 pero tenemos un clima errático y una recesión económica con alto desempleo parecido a la década de 1920, el germen del NSDAP. Ya hay gobernantes abiertamente fascistas, xenófobos y racistas en varios países y solo falta el incendio del Reichstag para derribar todo el andamiaje liberal y levantar una estructura paralela que solo responda al dictador.

 

Snyder observa al fascismo como distorsión del liberalismo. Otros pensadores de corrientes marxistas ven al fascismo como su continuidad natural en tiempos más duros. De cualquier modo, ambos regímenes son versiones del capitalismo. Hay que recordar que las primeras persecuciones de los nazis fueron los comunistas, socialdemócratas y sindicalistas. Dachau, el primer campo de concentración, fue destinado a ellos entre 1933 y 1938.

 

El problema actual es que no hay marcha atrás. La escena presente es una consecuencia de las diversas expresiones del capitalismo, que en su versión neoliberal extrema es la antesala del colapso en todas las dimensiones (desde las ambientales, sanitarias, sociales, políticas o económicas) y el umbral de la distopía. Estamos en ese portal, nos hallamos en un espacio opaco como si fuera el inicio de la década de 1930. La tercera década del siglo XXI está cargada con el pesado simbolismo de la postguerra del siglo pasado.

 

Las sociedades postapocalípticas no están limitadas al caos, la bestialidad y la corrupción. Existe algo peor al desgobierno y al pillaje de bandas armadas. A la Ilustración se le opone la anti Ilustración, una contra modernidad, una construcción que rompe con todos los vínculos de la civilización y los derechos humanos. El fascismo, tal como fue antes, lo es hoy día. Las organizaciones fascistas y otras peores, al liberarse del derecho, la moral, la razón y hasta la ciencia, convierten en organización y sistema la bestialidad, el odio y el crimen.

 

Por Paul Walder

 



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  1. Con la pandemia encima , los libero-fascistas de Vargas Llosa y Macri llamando a contagiarse y sumar muertos para botar gobiernos , con los Piñera
    abusando del virus para acallar la protesta popular en su contra ,estamos en el umbral de un futuro distópico de diagnóstico reservado.Una lucecita de esperanza ,veremos si los golpistas bolivianos aceptan su derrota por el valiente y decidido pueblo que les dice NO.

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