Las muertes de Allende
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Hay una abundante bibliografía sobre el 11 de septiembre de 1973 y la vida y obra de Salvador Allende, por consiguiente, la tarea de analizar los acontecimientos ocurridos durante el gobierno de UP y la heroica muerte de Salvador Allende no es una tarea fácil.
La obra de Hermes Benítez es, a mi modo ver, el mejor trabajo publicado sobre este período. Es que Hermes Benítez es un gran investigador que, al igual que los demonios socráticos, no perdona ninguna mitología construida sobre el gesto heroico del más digno y consecuente de los presidentes de nuestra historia. (Las muertes de Allende. Una investigación crítica de las principales versiones de sus últimos minutos. Hermes H. Benítez, RIL editores, Santiago, 2006, 260 páginas)
Fernand Braudel, en su libro El mediterráneo en la época de Felipe II, en más seiscientas largas páginas, sólo menciona dos o tres veces al rey español: a este historiador sólo le interesan las largas secuencias históricas y no los escenarios o coyunturas; sin embargo, también hay autores que centran su investigación en momentos coyunturales que han cambiado la historia; baste recordar el libro de John Reed, Los diez días que estremecieron al mundo, cuyo tema central es la toma del Palacio de Invierno y el comienzo de la revolución bolchevique. El libro de Luis Romero, Los tres días de julio, sólo relata la reacción en las distintas provincias y ciudades españolas, al comienzo de la Guerra Civil. Es que hay fechas claves en la historia, como la del 16 de julio de 1931, día de la caída de Carlos Ibáñez del Campo, que fue relatada, durante años, de distintas maneras por quienes participaron en estas gestas que integraban los principales personajes de la generación de Salvador Allende.
Septiembre pareciera ser que es el único mes importante en el calendario político chileno: el 18, además de ser la Fiesta Nacional, en 1891 se suicidó, en la Legación argentina, el presidente mártir, José Manuel Balmaceda, cuyo recuerdo marcó la mayoría de los discursos de Salvador Allende; el 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende triunfó por un pequeño margen de votos, sobre el neurasténico anciano derechista, Jorge Alessandri, y el 11 de septiembre, muere Salvador Allende combatiendo a los generales traidores.
Hermes Benítez llama a su libro, “las muertes de Allende”, pues según el autor, hay varias hipótesis sobre la forma en que murió Salvador Allende, en el Salón Independencia, en el Palacio de La Moneda. Durante mucho tiempo, la izquierda chilena no pudo aceptar la versión del doctor Patricio Guijón, en el sentido del suicidio del presidente Allende, difundida por los militares fascistas. Allende había muerto heroicamente, traspasado por las balas, en el combate de La Moneda; era el relato de su hija Beatriz y de Fidel Castro. Benítez, perseguido por un afán de rigor histórico, pone en el rasero de la duda y del pensamiento crítico a cada uno de los testimonios de las últimas horas de vida del Presidente. Su amor a la verdad y su deseo de desentrañar la verdad de lo acaecido en esa fecha histórica, lo lleva a revisar, no sólo la extensa bibliografía existente sobre el tema, sino también, a transformarse en un perito médico legal para revisar científicamente, detalle por detalle, los informes de la autopsia practicada al cadáver del Presidente mártir. Incluso, agrega varios anexos, en los cuales incluye quince agudas preguntas, dirigidas al doctor Patricio Guijón, pidiendo clarificación sobre aspectos que le parecían dudosos en su versión, sobre la muerte de Allende. A su vez, incluye una declaración del doctor José Quiroga y analiza críticamente la visión del autor del libro Estos mataron a Allende, Robinson Rojas.
Hermes Benítez no tiene ninguna contemplación respecto a las versiones difundidas sobre la muerte de Allende, sólo le interesa la verdad. Como el personaje de Unamuno, en La vida de don Quijote y Sancho, va a la búsqueda de la tumba de don Quijote sin divertirse con los fuegos de artificio de la banda de titiriteros, que lo quisieran alejar del descubrimiento de la tumba del más digno y consecuente de los luchadores por un mundo más justo e igualitario para todos.
En sus primeras páginas, Hermes Benítez confiesa que no ha recibido apoyo de ninguna institución para realizar tan enjundiosa, seria y profunda investigación; de su independencia de cualquier interés, no me cabe la menor duda, ni siquiera es necesario declararlo, pues se nota a través de cada una de las páginas de su libro: nada más lejano del panfleto o de la apología o de un escrito de trinchera. Si bien existe una verdadera admiración y cariño por Salvador Allende y un justo desprecio por la canalla que lo derrocó, Hermes es, sobretodo, un riguroso investigador. Por cierto, que en su obra destruye la falsa imagen de “santón”, construida por personajes de la Concertación que fueron, en su época, sus tenaces enemigos, como Patricio Aylwin; es evidente que sin la aceptación de los demócratas cristianos freistas, el golpe de Estado no hubiera sido posible.
Pienso que el hecho de que Hermes Benítez haya escrito su libro, residiendo en Edmonton, (Canadá), lejos de ser una desventaja, constituye un mérito adicional, pues le ha evitado tener que vivir y contemplar la traición de los compañeros de Allende a los ideales de la lucha de los movimientos populares, transformándose en servidores del llamado mercado que, durante todos estos años de gobierno de la Concertación ha marginado, excluido y expoliado a ese pueblo al cual el presidente Allende dedicó su vida, a partir del juramento ante la tumba de su padre, Salvador Allende Castro. Hoy, los socialistas, como en el pasado los liberales democráticos, con José Manuel Balmaceda, hacen gárgaras y colocan flores ante sus monumentos, pero en la cotidianidad sólo se reparten los regalos del poder, haciendo gala de un miserable pragmatismo, tan lejano del sueño de un socialismo por la vía política. Es mentira que el hombre libre pasea por “las grandes alamedas”, pero es de esperar que algún esta profecía se haga realidad.
Tenemos que agradecer al doctor Hermes Benítez el haber entregado a las nuevas generaciones –tanto en Chile, como en el extranjero – un libre de tal rigor y calidad científica, que escasean en este Chile en que la mayoría de los intelectuales se han convertido en repetidores de una política vana y farandulesca. Mientras haya hombres dignos, los republicanos de época de Allende no morirán en el olvido, porque estarán en la rica memoria histórica del imaginario popular.
Rafael Luis Gumucio Rivas
Gino Vallega says:
En días pasados se publicó un artículo del Sr. Benítez en el cual se mostraba ,no haciendo preguntas ,sino afirmaciones «suicidio positivistas» sin nombrar otros meta estudios de las fotos y objetos de la sala donde murió el compañero Allende,las afirmaciones del milico Palacios y un largo etc. Tal vez en el libro resulte más explícito y no trate de negar a los «suicidio negacionistas» como lo hace en su resumen del diario.