Crónicas de un país anormal

Argentina: Las profecías de Eduardo Duhalde

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El Presidente de Argentina, Alberto Fernández, comenzó su gobierno con un apoyo cercano al 80%, incluso, la cuarentena, decretada para proteger a la población del contagio del Covid-19, por muy estricta que hubiera sido, fue acatada y bien recibida por los argentinos.

Mauricio Macri dejó a su país en ruinas, (el peso no valía casi nada), y tuvo que aplicar el cepo cambiario, pues las reservas se estaban agotando. El default era una realidad que se escondía con empleo de adjetivos que ya no engañaba a los ciudadanos. La pobreza alcanzaba al 50% y la inflación se disparaba día a día.

En la historia de las elecciones presidenciales argentinas se vota por un “salvador” que, al poco tiempo de asumido el mandato, los ciudadanos abogan para que el Jefe de Estado abandone el poder, hecho que ocurre no sólo en este país, sino en todos los regímenes presidencialistas: se le confiere todo el poder a un hombre o a una mujer que, al poco tiempo, demuestra que es incapaz de solucionar los problemas del país, y de ahí en adelante, el pueblo comienza a contar cuántos días más restan para una próxima elección.

En Argentina han gobernado los radicales, los militares y los peronistas: los primeros habían dejado el poder antes de terminar el mandato, (“el peludo” Irigoyen, Arturo Frondizi, Arturo Illia, Ricardo Alfonsín, Fernando de la Rúa), sólo Mauricio Macri finalizó su período reglamentario -); los segundos fueron 14 Presidentes militares en el poder; en el tercero, hubo dos gobiernos de Domingo Perón, uno de Estela Martínez de Perón, Héctor Cámpora, Eduardo Duhalde, Adolfo Rodríguez Saa, Néstor Kirchner, Cristina Fernández y, ahora, Alberto Fernández.

Así se haya escrito mucho sobre el peronismo, parece muy difícil definirlo, y entre sus filas podemos hallar de todas las tendencias ideológicas: Carlos Saúl Menem, por ejemplo, que prometió una “revolución productiva”, terminó implementando un radical neoliberalismo; Héctor Cámpora, que gobernaba en nombre de Perón, supo atraer la juventud, incluyendo a la de los Montoneros”; Estela Martínez dejó gobernar a la Triple A; los Kirchner representaron el ala progresista; los demás peronistas gobernaron apenas unos meses.

El peronismo fue fundado por un general, Juan Domingo Perón, admirador de Benito Mussolini y, además, con ideas socialcristianas; su mujer, Eva Perón, auténticamente amiga de los pobres en sus “descamisados”, odiaba la oligarquía argentina, y la única, hasta ahora, que ha tenido una auténtica vocación popular. Nadie puede negar que en este primer período Perón construyó la clase media argentina, (eran notables las diferencias entre los pobres argentinos y los chilenos, y allende los Andes hasta el Kiosquero usaba corbata, ´Buenos Aires era capital europea y Santiago, apenas, una aldea´).

Eduardo Duhalde ha ocupado casi todos los cargos importantes de poder en Argentina: Vicepresidente durante el gobierno de Carlos Saúl Menem; gobernador de Buenos Aires, Presidente de la República, elegido por el Congreso, en el año 2002; fue el mentor de Néstor Kirchner cuando era simplemente un gobernador de Santa Cruz, un “pingüino” patagón entre tantos.

Entrevistar a Duhalde representa, para cualquier periodista, un golpe a la cátedra: el 26 de agosto último, estuvo como invitado en el programa “Animales Sueltos” y, apenas comenzó a hablar, expresó que no habría elecciones el próximo año pues, de seguro, se produciría un golpe militar, y para no quedarse corto, pronosticó una guerra civil.

Todos los políticos y periodistas reaccionaron, como era de esperar: para algunos, Duhalde está medio chiflado y quiere llamar la atención robando cámaras; la mayoría, que se dice demócrata, aseguraba que los militares no estaban en disposición de llevar a cabo un golpe de Estado y que “el nunca más” era para siempre.

Duhalde no se disculpó ante la audiencia, pero desarrolló una teoría psicológica propia sobre la neurosis, producto de la prolongada cuarentena, que hacía reaccionar a las personas de una manera extraña y poco ajustada a la realidad, una especie de psicosis generalizada que, ni él mismo sabría definir el fundamento de esta patología. Que el Presidente Fernández reciba tal cantidad de problemas no le permite descansar, al menos, unas tres horas para poder reflexionar y actuar con cierta calma, (el mismo Duhalde reconoció haber sufrido delirios cuando era Presidente).

Más allá de las ridículas frases de Duhalde, algo hay en fondo: es – a mi modo de ver – un re-despertar por parte de la derecha en ese país, aprovechando el agotamiento psicológico de tan prolongada cuarentena, además de la caída económica, con un dólar paralelo a 137 pesos, y aumento la inflación y agudización de la pobreza.

La derecha intenta ocupar la calle con sucesivos banderazos, que reúne a ancianos y habitantes de los barrios elegantes bonaerenses, (hay que recordar que la derecha sabe muy bien cuándo tiene que crear una línea de masas, ´como diría Armand Mettelard, en el documental “la Espiral” ir a la escuela de Lenin para derrocar a Allende´.

El peor enemigo del gobierno de Fernández-Fernández es el Grupo “Clarín”, que ahora se siente atacado por la congelación de las tarifas de Internet que, a raíz del confinamiento, se han convertido en producto de primera necesidad.

La historia no se repite, y es de esperar que la empresa Clarín no tenga el mismo efecto que El Mercurio en la caída de Salvador Allende, pues Duhalde ha sido un gran favorecido por este Grupo periodístico.

Si en algo tiene razón el ex Presidente Eduardo Duhalde es que en la región latinoamericana existe una contraofensiva por parte de la ultraderecha: según él, en Brasil, con el gobierno de Bolsonaro; en Bolivia, con el gobierno de facto de Jeanine Áñez y en Chile – según Duhalde – con el co-gobierno de Sebastián Piñera y los carabineros.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

31/08/2020

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  1. Golpes de Estado y represiones repetidas son el fondo musical sudaca y latinoamericano y su visualización por energúmenos como el argentino Duhalde , conocido sembrador de cizaña , no hace sino confirmar la regla.

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