Mis recuerdos del 4 de septiembre de 1970
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Mis padres se conocieron el 56, ambos habian ido a los actos de Allende el 52, pero por separado; éramos poquitos, concordaban. Fue la primera campaña. Perdimos.
El 58 ya fueron juntos, yo estaba en camino. Perdimos.
El 64, tercera campaña, recuerdo haber puesto un afiche de Allende en nuestra ventana. Ya no éramos poquitos. Se hizo un acto de mujeres por Allende en el teatro Caupolicán, mi madre alegó no tener con quien dejarme y la dejaron entrar. Fuimos dos hombres entre miles de mujeres y sus pañoletas celestes y blancas. Allende en el escenario y yo en las faldas de mi madre
Mi papá bromeó en la casa, nunca vas a estar de nuevo solo con miles de mujeres; mamá no compartió ese sentido del humor.
Fuimos a un acto al Parque O’Higgins, miles de personas, comerciantes de las ferias libres con sus carretas con caballos engalanados y caballeros de terno y corbata de las universidades. Había mucho optimismo.
Un día antes de la elección, rompiendo la legalidad electoral, habló Juana, hermana de Fidel Castro por una cadena de radios chilenas. Se dirigió a las mujeres y les dijo que los comunistas les quitarían sus hijos, como lo hacía su hermano en Cuba. Cuando escuchó esto mi madre me abrazó. Igual votó por Allende, pero estaba asustada.
Ese discurso fue devastador para Allende, Juana lloró mientras lo pronunciaba.
Juana ha reconocido que mintió por encargo de los norteamericanos y que todo lo hacía por su furia ante la entrega gratuita de las enormes fincas de la familia Castro, que sus hermanos habían hecho en la reforma agraria cubana.
La Central de Inteligencia Americana CIA le inyectó millones de dólares a la campaña de Eduardo Frei, montó la campaña del terror contra Allende y operó con 300 agentes en terreno.
En la noche de la elección la cena quedó servida. Recuerdo la amargura de mis padres. Perdimos de nuevo. Mi padre se preguntaba ¿Por qué los pobres votan por los ricos?
Habian prometido revolución en libertad, revolución sin sangre. Despues de la matanza de Puerto Montt Fidel respondió en un acto en la Plaza de la Revolución: » Ahí está la realidad, tienen sangre sin revolución».
La noche en que radio La Habana confirmó la muerte del comandante Guevara en Bolivia volví a sentir esa tristeza en mis padres. No había televisión, todo se escuchaba por radio y cuando se iba la onda se daba un palmazo y la onda retornaba.
En la Plaza Almagro donde estaba el momumento a Recabarren los comunistas hacían un acto todos los domingos. Recuerdo a César Godoy Urrutia; yo los escuchaba con mucha atención, luego venían los evangelicos, también me gustaban pero me daban un poco de miedo con eso del infierno y Lucifer.
Para la campaña del 70 había menos optimismo. Recuerdo que se hizo una reunión de allendistas en el vecindario, para 50 o 60 personas. Allende no llegó, pero en su representación vino Pablo Neruda, formuló las excusas y mi padre le respondió: » No se preocupe ya vendrá cuando sea presidente, ahora tenemos un gran capitán». Eran tiempos autoritarios, no me atreví a preguntar aquello del capitán, me faltaban 15 años para leer Los Versos del Capitán.
Los comunistas tenían un local en calle Nataniel, los socialistas se reunían en una casa y se formó un comité de Unidad Popular en la casa de la dueña de un almacén, doña Celsa. Los comunistas estaban más lejos así que íbamos a los otros.
Los de Tomic repartían volantes en la plaza, eran habitualmente jóvenes, yo era chico pero me daba cuenta de que no eramos tan distintos.
El alessandrismo montó un local donde hacian fiestas con todo gratis. Llegaba gente rubia y con autos. Repartían empanadas. Un día encargaron pan para un evento y los panaderos les pusieron en las hallulas el símbolo de la Unidad Popular. En el local de la derecha había matones, ex boxeadores y cultores de la lucha libre; fueron a la panadería y allí su dueño un español republicano exiliado defendió a sus trabajadores que eran todos mapuches.
El 4 de septiembre de 1970 fue un domingo normal en mi casa, mis padres no estaban optimistas. Mi papá se fue a dormir la siesta, mi mamá a remendar ropa. Empezaron los recuentos a media tarde, Allende ganaba, por poquito; pero ganaba en todas partes.
Fui a la plaza Almagro, que era como salir al patio de la casa. había un señor de cierta edad con una radio a pilas escuchando resultados, me acerqué y le dije va ganando Allende. ¿Qué sabes? , me preguntó. Yo le respondí que mi papá dice que ganamos porque Allende está ganando en los barrios de medio pelo.
Escucho resultados de Concepción. Ganamos dijo el señor, se levantó del asiento y puño en alto empezó a cantar la Internacional. Yo en esas cosas ya tenía experiencia así que me puse junto a él con mi puño en alto. ¿Quién sería ese compañero? ¿Cuánta vida? Cuánta lucha? ¿Porqué estaría tan solo ese día de victoria?
Volví a mi casa, era hora de la once. En la casa todo era ajetreo aunque solo fueramos tres. Salimos a la calle donde ya se juntaban los vecinos. Fuimos en choclón a la casa donde se reunian los socialistas, no había nadie, el Comité de Unidad Popular éramos nosotros mismos.
Los comunistas nos recibieron muy amablemente, pero no sabían qué hacer, empezaba a llegar mucha gente espontáneamente. Había en el local una enorme imagen como de un mapa que decía URSS. Pregunté y mi papá me explicó algo que no entendí.
Llegaban jóvenes con brazaletes de la J que trataban de organizar algo, las radios daba cómputos que marcaban la tendencia y ganábamos en todo Chile. Cada cómputo sacaba aplausos.
Anocheció. Repartían café y té. La gente no cesaba de llegar, yo creo que éramos unas 800 personas. Llegó por fin la orientacion, el compañero Allende hablaría en la FECH, Alameda con Santa Rosa.
Sacaron unos 100 colihues y les empezaron a amarrar las banderas con la hoz y el martillo, la gente se las disputó. Mi pena se hizo enorme al quedar sin bandera. Una muchacha de la J me consiguió una, qué fácil es hacer feliz un niño.
Partimos caminando en procesión por calle Tarapacá, doblamos en Arturo Prat hasta La Alameda y desde allí a Santa Rosa.
No había locomoción pública; en desvencijados camiones paperos y micros destartaladas llegaba el pueblo a escuchar a su líder. Muchos venían caminando, dijeron algunos que eran de San Miguel.
Lo que Allende dijo se conoce. Desde ese entonces muchos candidatos presidenciales en el mundo dicen lo mismo en la hora de la victoria. Hizo escuela.
No se quebró un vidrio, no se profirió un insulto, no se agredió a nadie. El pueblo celebró su victoria cantando.
El 11 de Septiembre de 1973 sería el día de la victoria de la oligarquía chilena; los crímenes, el abuso, la sangre correría a raudales.
Volvimos a la casa felices, también nuestro perro Vampiro que nos había acompañado en ese acto histórico.
Han pasado 50 años.
Es un soplo la vida.
Por Roberto Avila Toledo
ringo says:
Ufff !!! que buen Relato!…lo felicito (me imagine escuchando la radio aunque yo nací después del Golpe). Muchas Gracias!
JOSE says:
Nací en1958 así que no tengo recuerdos obviamente de esa elección,pero recuerdo que en el 1964,el comando de Frei-Montalva repartió en la plaza del barrio golosinas,empanadas,vino tinto y del otro.Con mis amigos fuimos todos a la repartija,sin saber el dolor de mis padres unas semanas después ante el triunfo DC.mI padre debía ponerse una cola hecha para la ocasión por sus vecinos adversarios políticos( en esos tiempos no había enemigos políticos ni deportivos).En 1958 me dijeron que había pasado lo mismo,pero todo era en tono de amistad entre vecinos.
En 1970 fue todo distinto,todo alegría,se respiraba un aire distinto,un aire que ni siquiera para el plebiscito de octubre se respiró,había esperanza en un futuro mejor.Lo que no sabíamos era que desde hacía un par de años el siniestro tejido de la oligarquía,ya preparaba con mano asesina otro futuro para este golpeado Chile.