¿Terminó el festival de máscaras neoliberal?
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El carnaval de máscaras que comenzó su actuación en un escenario lleno de arcoíris prometiendo alegría multicolor ha ido perdiendo su brillo a lo largo de los últimos treinta años, cayendo lentamente las caretas construidas con paciencia y dedicación por los ingenieros y arquitectos del modelo neoliberal, apoyados resueltamente por los constructores de la clase política institucional, las élites y los poderes fácticos. Los adversarios de ayer se transformaron en una comparsa alegre y complaciente y cubrieron sus rostros con máscaras “republicanas” para sentarse a la mesa del banquete institucional a saborear dulces trozos de la torta del poder. Se transformaron así en los clavos, tarugos y refuerzos del andamiaje institucional plasmado en la Constitución dictatorial de 1980.
Una de las herramientas culturales utilizadas por el sistema para involucrar a los espectadores en esta puesta en escena, fue la publicidad y los medios de comunicación tradicionales, utilizando un “lenguaje nuevo” para ir travistiendo la realidad. Conceptos como pueblo, trabajadores, explotados, oprimidos, fueron reemplazados por gente, ciudadanos, colaboradores, emprendedores, inmersos en un gelatinoso mar llamado “clase media” donde podían flotar todos.
El acceso al consumismo desenfrenado, facilitado por tarjetas de crédito de variados colores, transformó a la gran mayoría de chilenos y chilenas en consumidores endeudados. Los trozos plásticos de dinero virtual son la versión moderna de las fichas con que les pagaban a los obreros del salitre en el siglo XIX y principios del siglo XX -como ha planteado reiteradas veces un compañero sureño- y las pulperías de entonces fueron reemplazadas por las grandes tiendas comerciales de hoy.
Con la consolidación del modelo estructurado en la Constitución dictatorial los trabajadores fueron perdiendo sus derechos políticos, económicos, laborales, sociales y culturales conquistados mediante la lucha constante desarrollada a lo largo de la historia de nuestro país. La subcontratación, el trabajo precario e inestable, los contratos a honorarios, la privatización de la salud, la educación, las pensiones, los recursos naturales y los servicios básicos, pasaron a formar parte de este nuevo lenguaje que denomina modernización a las privatizaciones; responsabilidad empresarial al abuso; , empresas sustentables a las que depredan los recursos naturales, contaminan y destruyen el medio ambiente; desvinculación al despido de trabajadores; personas en situación de calle a marginados, pordioseros y mendigos; emprendedores a una inmensa masa de trabajadores informales.
En este carnaval social creado mediante la amplificación mediática del lenguaje mercantil, fueron muy pocas las personas capaces de no subirse a los carros alegóricos ofertados.
No debemos olvidar, eso sí, que desde la aceptación del camino de salida institucional propiciado por la dictadura, una gran cantidad de luchadoras y luchadores populares, junto a combatientes revolucionarios, denunciaron y se opusieron a estas maniobras, pero fueron aislados y fuertemente reprimidos para poder ser borrados del escenario político.
Muchos de ellos y ellas se volcaron posteriormente a un trabajo paciente y silencioso en los territorios y sectores sociales, pero fueron los jóvenes y muchachas motejados con la frase “no están ni ahí” los primeros en realizar acciones desestabilizadoras de este espectáculo tan bien montado por el modelo neoliberal imperante ,haciendo tiritar las máscaras y disfraces con sus movilizaciones rupturistas que desde el año 2006 en adelante se fueron incrementado, involucrando a otros sectores sociales, y como un mar de fondo se fue acumulando una energía subterránea que estalló con la fuerza de un volcán el 18 de octubre del año 2019, dando inicio a una Rebelión Popular que, como una marejada libertaria, destruyó en pocos meses los disfraces y máscaras pacientemente construidos en decenios de modelo neoliberal.
El abuso, la opresión, la injusticia, la desigualdad, el machismo, la xenofobia y el racismo, quedaron desprovistas de sus máscaras multicolores.
Los últimos trozos salpicados de sangre ancestral de la careta del racismo, la discriminación y la intolerancia, se desprendieron en forma brutal y violenta con el concertado y alevoso ataque fascistoide anti mapuche llevado adelante en Curacautín el sábado 01 de agosto, perpetrado por huestes ciudadanas ultraderechistas que representan el germen del paramilitarismo en territorio mapuche, con la pasividad y/o complicidad de las Fuerzas Policiales, como quedó demostrado en los numerosos videos que circulan por la redes sociales, agravada por el hecho de producirse estos hechos bajo emergencia sanitaria y toque de queda.
La rabia e indignación disimulada bajo la ilusión de “alegrías y tiempos mejores” dieron paso a los rostros serenos, enérgicos y decididos de millones de chilenas y chilenos rebeldes que emprendieron resueltamente un camino de lucha, el cual día a día fue creando nuevos instrumentos de autodefensa para resistir los embates de la brutal represión a manos de agentes del Estado estimulada por las elites y los poderes institucionales provocando muertes, mutilaciones, tortura y una gran cantidad de detenidos y prisioneros políticos.
Esta rebeldía popular que comenzó a sembrar semillas de poder popular alternativo en los espacios territoriales y extraparlamentarios, ha quedado en pausa, pero no se ha inmovilizado, sino que ha reorientado sus aprendizajes y organizaciones en el combate territorial por la vida y la dignidad, debido al confinamiento y aislamiento obligado por el Estado de Emergencia Sanitaria en que nos encontramos, que si bien tiene una causa justificada, ha sido utilizado por el gobierno derechista de Sebastián Piñera para implementar una serie de leyes represivas destinadas a criminalizar el movimiento social rebelde y fortalecer, al mismo tiempo, esta verdadera dictadura sanitaria engalanada con el traje de democracia protegida consagrada en la Constitución dictatorial de 1980.
La pandemia, asimismo, terminó por hacer caer los restos deshilvanados de los disfraces de carnaval elaborados con paciencia y precisión a partir del Plebiscito del año 88, en donde votar NO al dictador Pinochet significó decir SI al modelo neoliberal.
La caída de las máscaras ha dejado al desnudo la miseria, la marginación, la desigualdad, la precariedad laboral, el estado carencial de millones de chilenos y chilenas que desde la Rebelión de Octubre comenzó a recuperar palabras como pueblo, dignidad, compañeros, compañeras, solidaridad, unión y comunidad.
El sistema de dominación imperante tiene cuantiosos recursos económicos, políticos, sociales, culturales y militares para seguir recomponiéndose y perpetuándose, por lo que el camino de resistencia y lucha por la liberación es largo y complejo, si se quiere realmente terminar con el modelo neoliberal imperante. Tendrá que ser el propio pueblo el que continúe construyendo los instrumentos necesarios para emprender este desafío, determinando asimismo las formas de lucha que estime conveniente emplear de acuerdo al contexto político social y teniendo en cuenta las distintos instrumentos de dominación antes mencionados. Solo con la construcción de un poder popular alternativo triunfante se podrán sentar las bases para la realización de una Asamblea Constituyente verdaderamente democrática y participativa, que tenga al pueblo como protagonista para definir su propio destino y pueda así ejercer la soberanía popular. La Convención Constituyente que se avecina, organizada y programada por el gobierno de Piñera y la clase política institucional, bajo sus propias reglas y limitaciones, es una máscara de nuevo tipo para vender, una vez más, falsas ilusiones de un cambio profundo.
Por las distintas razones entregadas en el párrafo anterior el título de esta crónica es una pregunta y no una afirmación: “¿Terminó el carnaval de máscaras neoliberal?
No critico ni descalifico a quienes quieran participar de este proceso constituyente institucional, pero pienso que la construcción de instrumentos que se orienten a la liberación nacional, al término del modelo neoliberal, al término del sistema capitalista y patriarcal, para poder construir una sociedad distinta, debe seguir recorriendo los caminos propios, donde la autoeducación, la autonomía, la organización y autogestión territorial y de los espacios extraparlamentarios tienen un papel importante en la construcción del poder popular y el ejercicio de la soberanía popular.
En este camino deliberación, recoger la memoria histórica de las luchas populares en nuestra país, con una visión autocrítica, especialmente del período de la Unidad Popular y de Resistencia en contra de la dictadura, son elementos a tener en cuenta como parte fundamental del proceso de autoeducación popular.
Guillermo Correa Camiroaga, 08 agosto 2020