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Otras transformaciones sociales tras la pandemia

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PREMISA CENTRAL

La estructura del modo de producción no se alterará, pues, con el término de la pandemia: la clase de los trabajadores frente a la de los no trabajadores tenderá a mantenerse inalterable. Y sólo será posible introducir talas o reformas en las regiones que lo componen, como lo indicáramos en nuestro documento anterior (referido a los cambios en el área económica de la sociedad). Dos circunstancias así lo indican:

  1. Es la primera, que la sociedad no puede permanecer inactiva a la espera del advenimiento de una nueva forma de producir; como se expresara en nuestro anterior trabajo, los seres humanos necesitan comer, vestirse y habitar antes de cualquier otra cosa —como pudiere ser, por ejemplo, discutir la estructura del nuevo modo de producción—. Esta premisa obliga a la sociedad a mantener sus formas tradicionales de funcionamiento, de acuerdo a lo que se indica a continuación.
  2. La segunda es que los modos de producción y, por ende, las formaciones sociales, no alteran la forma de vida que han empleado cotidianamente sin que ésta muestre inequívocos signos de agotamiento, y se haya hecho ya presente, aunque en forma incipiente, aquella que ha de sustituirla. En palabras más simples: las sociedades no abandonan sus normales formas de comportarse para abrazar fórmulas inciertas que no han sido probadas como superiores a aquellas que practican.

Ninguna de estas condiciones se cumple hoy en la sociedad chilena, por lo que podemos concluir fatalmente que el modo actual de producción, el modo de producción capitalista MPK, seguirá plenamente vigente luego de la pandemia, aun cuando el movimiento social —que desatara su gran protesta el 18 de octubre del año pasado—, siga adelante con las movilizaciones hasta lograr sus objetivos de iniciar la construcción de una nueva sociedad. Porque ésta, siempre, se levantará sobre las ruinas de la anterior, de acuerdo al axioma aquel según el cual toda sociedad vieja lleva en su interior el germen de aquella que ha de reemplazarla. Afirmación que no difiere, en gran medida, de la que formulara Thomas Kuhn para la sustitución de los ‘paradigmas’[1].

 

LOS OTROS FACTORES QUE SÍ PUEDEN ALTERARSE

Como en nuestro trabajo anterior lo afirmáramos, los modos de producción poseen no sólo una estructura que los identifica sino, además, mecanismos de funcionamiento para la misma —como los que presenta el actualmente vigente, cuyos componentes centrales los presenta el binomio ‘fuerzas productivas’/ ‘relaciones de producción’ (Fp/Rp) actuando en plena correspondencia—. También aquí es donde se presentan cambios que, muchos analistas, se apresuran a calificar de ‘estructurales’ y que, sin embargo, no lo son. Es aquí, por tanto, donde pueden tienen lugar las variaciones que ya ha provocado —y las que provocará, aún—, la pandemia; aunque muchos de ellas obedezcan al desarrollo espectacular que han tenido las fuerzas productivas durante estos últimos años.

En efecto, las ‘fuerzas productivas’ no constituyen sino aquello que puede englobarse bajo la denominación de ‘tecnología’; es un conjunto de elementos en constante transformación y que, por esa sola circunstancia, exige la permanente adecuación de las ‘relaciones de producción’ a ellas. Las relaciones de producción son tanto las relaciones que crean los trabajadores entre sí y aquellas que mantienen con el no trabajador con motivo de la producción, como asimismo las que guardan con las condiciones de la producción, lo que induce a algunos analistas a clasificarlas en relaciones ‘sociales’ (las primeras) y relaciones ‘técnicas’ (las segundas). No insistiremos sobre este punto para no complicar la materia objeto de esta exposición.

La ‘tecnología’ (el desarrollo de las fuerzas productivas) nos ha legado instrumentos de increíble complejidad como lo son la computadora, la red INTERNET, el teléfono móvil (que ha evolucionado hasta convertirse hoy en una verdadera computadora), la impresora láser, la robotización, y demás innovaciones que caracterizan a la sociedad contemporánea y que, además, han cambiado la forma de relación de los seres humanos entre sí. Estos adelantos, de por sí y sin necesidad de pandemia alguna, han estado transformando, a veces imperceptiblemente, a veces drásticamente, las relaciones de producción; la pandemia solamente ha llegado a santificar y a acelerar tales cambios. Algo que nuestro buen amigo Mario Briones nos recuerda a propósito de la forma de acumular vigente:

 

“Finalmente, podemos concluir que la descomposición del modelo económico no lo produjo el coronavirus, la gente conocía lo que se avecinaba, pero sí lo precipitó”[2].

 

En consecuencia, el desempleo, al principio, y, luego, la aparición de nuevas profesiones y afanes no hacen su entrada al mundo moderno por simple casualidad, sino son consecuencias de las transformaciones que ocurren en las relaciones de producción al desarrollarse las fuerzas productivas.

Así, pues, las ‘relaciones de producción’, entendidas como las relaciones que existen entre el trabajador y el no trabajador con motivo de la producción, van a experimentar modificaciones de consideración.

 

LAS TRANSFORMACIONES EN LAS RELACIONES DE PRODUCCIÓN

Podemos, desde ya y, en consecuencia, establecer ciertas premisas que no deben sorprender, pues todas ellas suceden ineluctablemente en toda gran crisis que experimenta el sistema capitalista:

  1. Modificaciones en la forma de realizar el trabajo comprometido. Muchas de las modalidades de trabajo que existían hasta el inicio de la pandemia como, por ejemplo, el desempeño de las labores en oficinas, talleres o fábricas, pagos extras por la realización de ciertos servicios, retorno al primitivo lugar de trabajo, alterarán radicalmente su naturaleza aun cuando hubiere promesas empeñadas en sentido contrario.
  2. Aumento en la percepción de plusvalor por parte del no trabajador. Gran parte de quienes fueron enviados a sus casas a desempeñar en ellas las labores que antes realizaban en las oficinas, talleres o fábricas, continuarán desempeñándose en la forma que lo habían hecho durante la pandemia. En palabras más simples: el trabajo a distancia (teletrabajo) tenderá a mantenerse. Las razones de tal medida son obvias:

2.1. El trabajo en la oficina, fábrica o taller permitía al patrón (o no trabajador) ejercer antiguas formas de vigilancia y control sobre el trabajador que no se justifican pues esas labores se ejercen de manera diferente en los nuevos tiempos.

2.2. La concurrencia del trabajador a la oficina, fábrica o taller exigía al no trabajador el pago de ciertos beneficios laborales como lo han sido la colación y la movilización. La pandemia ha obligado a realizar en casa su labor al trabajador con lo cual libera de tales gastos al no trabajador, patrón o empleador, a la vez que los pone de cargo del trabajador.

2.3. Del mismo modo, el trabajo a domicilio transfiere los gastos del no trabajador en mantención de oficinas, fábricas o talleres (arriendo, electricidad, gas, agua potable, arreglo de maquinaria, pago por el uso de locales, papel, utensilios de aseo, etc.) al trabajador, quien aumenta los suyos, liberando a favor de su contraparte grandes sumas de dinero que pasan del bolsillo de uno al otro, y se hacen colosales por el efecto multiplicador.

  1. Aumento drástico del ejército de reserva industrial. Quienes fueron despedidos por causa de la pandemia no recuperarán sus trabajos. Por regla general. Por supuesto que habrá quienes serán recontratados, pero la inmensa mayoría formará una vasta masa de cesantes que deberá buscar otras formas de ganarse la vida. Contribuirá poderosamente a ello las nuevas normas de trabajo que se instalarán al término de la pandemia consistentes en la mantención de la ‘distancia física’ entre trabajadores, que reducirá los espacios habituales de los locales donde antes laboraban[3]. Gran parte de los cesantes (que, en los momentos de escribirse estas páginas, alcanza a un millón de personas, además de cerca de 700 mil personas que han sido afectadas por la llamada eufemísticamente Ley de Protección al Empleo) tendrá serias dificultades para encontrar trabajo como ‘dependiente’[4]. Hay quienes hablan, por ello, de un contingente de dos millones de desempleados. En efecto, de acuerdo a las propias palabras del ministro de Economía, Lucas Palacios, el dato del trimestre abril-junio pone en evidencia que

 

“[…] la caída interanual de 20% de la ocupación equivale a cerca de 1,8 millones de puestos de trabajo perdidos en doce meses, siendo los sectores más afectados, el comercio, los servicios de comida y la construcción”[5].

 

  1. Aumento ostensible de la categoría de ‘emprendedores’. Como consecuencia de lo anterior, este sector de trabajadores desempleados (potenciales productores de plusvalor) deberá ingeniárselas para desarrollar las actividades en los sectores que, también eufemísticamente, se denomina ‘emprendedores’, es decir, personas que intentarán salir adelante con su propio esfuerzo e imaginación luego de conseguir un mezquino préstamo en alguna entidad bancaria (tal vez con aval del Estado) para desarrollar una idea que la institución considere ‘rentable’.
  2. Fuerte aumento en la composición orgánica de capital. Las empresas alterarán su forma de funcionamiento aumentando considerablemente la composición orgánica de capital —proporción entre el capital variable y el capital constante—, por supuesto, en detrimento de la contratación de trabajadores. Esto quiere decir que se automatizarán numerosas actividades en los puertos, aeropuertos, aduanas, organismos del Estado, grandes cadenas del ‘retail’ e industrias, reemplazándose con maquinaria y robots muchas de las tareas que antes realizaban personas comunes y corrientes. Demás está decir que estos logros no alcanzarán a los ‘emprendedores’ quienes deberán recurrir, como siempre lo han hecho, a la fuerza de trabajo disponible por lo que continuarán siendo la fuente por excelencia en cuanto a dar empleos a los cesantes.
  3. Acrecentamiento de la acumulación capitalista y, consecuencialmente, aumento en la concentración y centralización del capital. La pandemia no provocará crisis alguna en el patrimonio de los capitalistas. Por el contrario. Como ha ocurrido otras veces, aumentará los caudales de éstos, como ya lo señalan algunos estudios. El día lunes 27 de julio recién pasado,

 

“[…] un informe de Oxfam en Londres  […] muestra que, desde marzo, la riqueza de los millonarios en toda América Latina se disparó al mismo tiempo que aumentaron las desigualdades”[6].

 

En efecto, el acrecentamiento de la riqueza para las grandes fortunas latinoamericanas a las que se refiere el informe alcanzó —para los ricos, en nuestro país— un 25%, porcentaje que, en cifras expresadas en dólares, permite afirmar que

 

“[…] la fortuna de los supermillonarios en Chile pasó de US$ 21.000 millones a US$ 26.700 millones desde marzo”[7].

 

Este fenómeno del acrecentamiento de la fortuna de los ricos —y su secuela, que es la concentración y centralización de capital—, es conocido de los grandes empresarios; sin embargo, raras veces hacen referencia al mismo pues les resulta más rentable, aun, anunciar trágicos presagios cuando se adoptan medidas que implican innovar en el funcionamiento de algún instrumento financiero, como ha sido el tratamiento que han dado al retiro del 10% de los fondos de las AFP. El informe se refiere también a ese hecho:

 

“[…] Sanhattan ya lo mira con pragmatismo. Un informe del economista Jorge Selaive, publicado el viernes, estima que el retiro de fondos ayudaría a contener en hasta 5 puntos la caída del PIB chileno este año, ya que inyectaría US $10.000 millones en consumo a la economía”.

 

No lo había expresado de manera diferente Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL:

 

“[…] este apoyo fundamentalmente a los estratos medios, puede ser muy relevante para reactivar la economía, porque hoy lo que estamos viendo es que las medidas no pueden ser focalizadas si no son universales, que es lo que se requiere hoy día en apoyo a esta pandemia”[8].

 

Así, la pandemia ha brindado al Gobierno oportunidades inmejorables para robustecer el capital de las empresas con las que realiza contratos para la entrega de alimentos y otras necesidades de la población. Dado que la presencia del virus de la pandemia seguirá presente hasta el momento no solamente en que se encuentre la vacuna que ha de controlarlo, sino que ésta se propague y alcance a cubrir las necesidades de la población, aumentarán las ganancias de las empresas farmacéuticas. Pero eso no significa que las otras empresas no lo harán. Las épocas de crisis aceleran el fagocitismo entre los capitalistas traduciéndose ese fenómeno en una mayor concentración y centralización de capital.

Es posible que, a nivel planetario, las empresas de alta tecnología también experimenten un auge similar. Las pretensiones de Elon Musk en torno a comenzar a ofrecer viajes espaciales de turismo a los millonarios han recrudecido en estos meses de pandemia, lo que es una constatación del poco interés que esos sujetos ponen en el fenómeno de la pandemia que, como sucede generalmente, afecta a la población de bajos ingresos porque son los que deben salir a trabajar para el sustento diario.

  1. Fortalecimiento de las labores de vigilancia y control sobre la población. La pandemia también brinda al Estado la posibilidad de fortalecer sus labores de vigilancia y control sobre la población toda vez que, bajo la excusa de cuidar la salud de la misma, aumenta la cantidad de efectivos armados en las calles y le obliga a reemplazar el material obsoleto por nuevos y bien equipados vehículos destinados a la represión y a la captura de los elementos díscolos. Esto es algo que ya se ha hecho en Chile. Como con acierto lo expresara Gonzalo Bacigalupe a una radioemisora:

 

“Hay más interés en controlar a la población que controlar la pandemia”[9].

 

  1. Inflación controlada y dirigida en contra de los sectores de menores ingresos. El estallido social de 18 de octubre de 2020 y la pandemia han ocasionado pérdidas incalculables tanto a las empresas como al Estado. No deberá sorprender si los precios presentan inequívocas tendencias al alza (como ya ha sucedido con numerosos productos). Los empresarios no solamente necesitan resarcirse a la brevedad de las pérdidas que han sufrido en los meses anteriores sino, además, obtener mayores cuotas de plusvalor en su beneficio, por lo que no vacilarán en adoptar las medidas más extremas con tal de obtener lo que requieren.

Si bien todos estos hechos son extraordinariamente positivos para el no trabajador —que verá resolverse gran parte de sus tribulaciones en el mediano plazo—, para quien vende su fuerza o capacidad de trabajo resultarán tremendamente negativos: anuncian un nuevo período de derrota para los estamentos empobrecidos.

 

TRANSFORMACIONES EN EL ÁREA JURÍDICO/POLÍTICA

Los Gobiernos muestran su eficacia y fortaleza cuando enfrentan crisis e imprevistos. No es el caso del gobierno de Sebastián Piñera. Profundamente dividida la coalición que lo llevara al mando de la nación, ha intentado en vano mantenerse a flote.

  1. El plebiscito de octubre. Para desgracia de Chile Vamos, los actos de un Gobierno determinan los actos de su oposición. Si bien, en un comienzo, la oposición institucional a Piñera parecía desconcertada y dividida, las torpezas provocadas por el Gobierno no solamente lo han debilitado internamente, sino que han logrado unir a sus adversarios. Lo que hace suponer consecuencias de consideración, si no cambian radicalmente las condiciones actualmente existentes. Porque esa oposición estaría no solo en condiciones de imponer una nueva constitución en el plebiscito de octubre sino, además, ganar las elecciones que se avecinan, es decir, las de parlamentarios, gobernadores, alcaldes, concejales e, incluso, las presidenciales. Con lo que los estamentos de la coalición gobiernista no podrán volver en muchos años a ejercer el gobierno de la nación. Piñera —y todos sus adherentes e incondicionales— sería recordado como el sepulturero de su coalición. Y ésta sí que podría ser una transformación de importancia.
  2. Las modificaciones legales. Además, no hay que olvidar un hecho importante: la economía, en la permanente búsqueda del lucro, determina constantemente las relaciones de producción imponiendo reglas, a menudo, difíciles de cumplir (sueldos miserables, horarios y condiciones de trabajo inaceptables, no pago de imposiciones previsionales, uso indiscriminado de esos fondos de previsión social para uso privado o para resolver los problemas de los empresarios, servicios de salud miserables, en fin). Generalmente, estas condiciones económicas se traducen en reglas jurídicas e instituciones políticas que tienden a asegurar relaciones de producción acordes a las exigencias establecidas por la economía que, para esos efectos, ha estatuido una determinada forma de acumular o modelo al que deben adecuarse todos los reglamentos y leyes de la sociedad; entonces, las normas emanadas del ‘poder’ legislativo y de una constitución que así lo establece, adquieren el carácter de formas funcionales al modelo de acumulación. Este fenómeno afecta del mismo modo a las formas culturales bajo las cuales funciona toda la sociedad; y esto sí que es importante.

Sin embargo, en esta área de competencias, bueno es recordar que la sociedad chilena ha estado presa entre dos instituciones que no han estado a la altura de las circunstancias. Los así llamados ‘Poder Judicial’ y ‘Poder Legislativo’ han devenido en receptáculos de sujetos más interesados en conseguir remuneraciones suculentas que cumplir sus funciones en beneficio de la comunidad[10], generalmente caracterizadas por acciones arbitrarias, a veces producto de la improvisación o el descuido, a veces dirigidas por operadores políticos. Es posible que una transformación de esa naturaleza nos conduzca a resolver otros problemas legales como los derivados de la llamada ‘Teoría de la Improvisación’ y nos lleve a un derecho más reglamentado, con un Poder Legislativo diferente que, junto con cumplir su labor, nos acerque un poco a esa regulación más formal que se requiere.

 

“El formalismo jurídico surge como una manera de contener y limitar la arbitrariedad del poder Estatal por la vía de someterlo a reglas formales. En ese proceso, el derecho gana autonomía a cambio de renunciar a la política, volviéndose estable, técnico y predecible”[11].

TRANSFORMACIONES EN EL ÁREA IDEOLÓGICA O CULTURAL DEL MODO DE PRODUCCIÓN.

En épocas de desgracia social, en épocas difíciles, cuando las condiciones en que se realizan las paupérrimas actividades laborales de toda una sociedad, y el hambre y la miseria amenazan a toda una comunidad, se hacen presentes los instintos básicos de supervivencia de los estamentos amenazados y surgen otras formas de relación humana, independientes de los poderes estatales y de quienes tienen el control de la sociedad.

 

FACTORES  DISOCIADORES: LOS PRINCIPIOS DE PARTICIPACIÓN, SOLIDARIDAD, COOPERACIÓN. LA RABIA.

Las circunstancias anteriormente expresadas han hecho que un factor diferente haya hecho su triunfal ingreso a la sociedad en medio de la pandemia. Un factor disociador que puede alterar poderosamente el rumbo de la sociedad. Un factor que no pocos analistas definen como

 

“[…] el surgimiento de una ‘energía’ de solidaridad ciudadana que se refleja, entre otras cosas, en la puesta en marcha de múltiples iniciativas de apoyo mutuo en distintos territorios del país”[12].

 

En efecto, el hambre, en Chile, ha despertado otras formas culturales que bien pueden ayudar a modificar las relaciones de producción y trasgredir, al mismo tiempo que dejar obsoletas, las normas jurídico/políticas y económicas; nacen, entonces, fuertes sentimientos de empatía entre los sectores sociales abandonados a su propia suerte; la desconfianza y resistencia a recibir las cajas de limosna que la autoridad reparte entre los sectores más necesitados (para no soltar el dinero que, cree, podría dañar la economía) se hace presente. La empatía, por su parte, abre paso a la solidaridad y a expresiones de robusto contenido ideológico que van a servir de fundamento para la construcción de una nueva sociedad. Las ‘ollas comunes’ que existieran en tiempos de la dictadura y en los peores años de la República, vuelven a hacer su aparición bajo el autoritarismo de Piñera y, aun cuando algunos organismos de Gobierno y municipios no escatiman esfuerzo alguno en captar el sentimiento de los necesitados para sus fines políticos, los principios de ayuda mutua no solamente se mantienen inalterables sino robustecen en tales trajines[13].  Es en estos avatares que las clases dominadas aprenden que no necesitan de otros sectores sociales para resolver sus problemas y que pueden hacerlo solas. La solidaridad ha hecho ese milagro,

 

“[…] una solidaridad que refuerce las actitudes de confianza social y de fraternidad, promoviendo la resiliencia comunitaria, el empoderamiento local, y la importancia de los derechos colectivos y garantizados”[14]

 

Porque hay más: la comunidad descubre que la solidaridad solamente se construye invocando otro macizo principio que ha de resolver muchas de sus necesidades: la cooperación.

 

“El hambre experimentada por gran parte de la población nacional[15] y la espectacular respuesta de las organizaciones poblacionales a través de la solidaridad y la cooperación, bajo el lema ‘Sólo el pueblo ayuda al pueblo’, muestran formas inequívocas de un nuevo trato que necesariamente ha de considerarse en toda reforma que se plantee”[16].

 

Entre esas formas nuevas de trato ha de considerarse una forma de relación humana que había sido proscrita durante todos estos años de democracia post dictatorial: la participación. Participación de los trabajadores en el manejo de las empresas, participación de la comunidad en las organizaciones estatales, participación creciente de los afiliados en la dirección de las organizaciones a las que pertenece, en suma, activa y presente participación ciudadana en la vida social, política y económica de la nación. Todo esto puede, tal vez, enseñar a otros incrédulos, que la idea de un nuevo Chile está aun presente. Porque el movimiento social no está dormido. La sociedad sigue en efervescencia.

Pero, cuidado: la rabia está presente. Sometida a fuertes presiones de estrés, la población sufre enfermedades psíquicas que constituyen, hoy, la causa del 50% de las licencias permanentemente hechas valer ante los organismos pertinentes. El enorme sacrificio que ha significado para los estamentos dominados hacer filas a las 3 de la mañana ante las oficinas de las AFC y AFD en espera de unas míseras monedas que se les van a conceder, despierta ira y ánimos de revancha. Después, que nadie venga a decir que los eventuales conflictos deben resolverse a través del diálogo. La autoridad ha sido advertida. La desgracia que ha significado el tratamiento de la pandemia unida a las trabas puestas por el Gobierno para resolver los problemas de la población, puede arrojar un resultado enteramente inesperado. Y, hasta doloroso.

 

Santiago, agosto de 2020

[1] Véase la obra de Thomas Kuhn ‘La estructura de las revoluciones científicas’. Hay una versión del Fondo de Cultura Económica de México.

[2] Briones, Mario: “El Covid 19 acentuó la descomposición del modelo económico”, ‘Clarin’, 13 de julio de 2020.

[3] Al comienzo, se denominó impropiamente ’distancia social’ a esta separación física, aludiéndose, indirectamente, a una distancia entre clases sociales, lo que se corrigió rápidamente en un país cuyos representantes académicos le tienen horror al reconocimiento de la existencia de tales estamentos.

[4] La llamada ‘Ley de Protección al Empleo’ fue dictada a favor del empresariado a fin de permitir a éste deshacerse de sus trabajadores en el período de pandemia bajo la condición incierta de volver a contratarlos cuando aquella fuese superada. En el intertanto, obligó a los trabajadores a afrontar los meses que estarían impagos a través del uso de sus propios fondos de cesantía. Parece difícil que esos trabajadores vayan a ser contratados nuevamente, terminada que sea la pandemia.

[5] Redacción: “Casi un millón de personas sin trabajo: INE entrega desoladora cifra de desocupación atenuada por la Ley de Protección al Empleo y Gobierno asume escenario ‘preocupante’”, ‘El Mostrador’, 31 de julio de 2020.

[6] Weissman, Iván: “Desigualdad en tiempos de pandemia: la fortuna de los súper ricos chilenos se dispara un 25% desde marzo y toma protagonismo un impuesto a la riqueza”, ‘El Mostrador’, 27 de julio de 2020.

[7] Weissman, Iván: Art. Citado en (6).

[8] Redacción: “No era el fin del mundo: CEPAL destaca que retiro de fondos ‘puede ser muy relevante para reactivar la economía’”, ‘El Mostrador’, 25 de julio de 2020.

[9] Espinoza, Francisco: “Master en salud pública de Harvard: ‘Hay más interés en controlar a la población que controlar la pandemia’”, Radio ADN, 03 de agosto de 2020.

[10] Véase, al respecto, el excelente reportaje hecho por ChileVisión los días 2 y tres de agosto de 2020 en el noticiario de las 20,30 hras.

[11] Vargas Weil, Ernesto: “El impacto de la crisis del Covid-19 en el derecho chileno: un drama en tres actos”, CIPER Chile, 25 de julio de 2020.

[12] Amtmann, Carla: “Solidaridad en tiempos de pandemia”, ‘El Mostrador’, 29 de julio de 2020.

[13] Organismos de gobierno, empresas como Wallmart y municipalidades manejadas por alcaldes de la coalición Chile Vamos han intentado captar para sí la voluntad de quienes participan en las ‘ollas comunes’ sin resultado alguno. Incluso fundaciones de poyo a los adultos mayores, con la ayuda de artistas pinochetistas, también han incursionado en tales aventuras.

[14] Amtmann, Carla: Art. Citado en (10). Con negrita en el original.

[15] Solamente en Cerro Navia, a mediados de julio, funcionaban sesenta ollas comunes; este fenómeno se extendía a todo el país.

[16] Acuña, Manuel: “Cambios posibles en la Economía tras la pandemia”, julio de 2020, publicado en varios medios digitales.

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