Crónicas de un país anormal

Libia: el doble estándar de los países occidentales

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Los países europeos, la OTAN y Estados Unidos son los grandes responsables de la destrucción del país más rico del África del Norte, Libia, que ya se prolonga por más de diez años.

Los fariseos y codiciosos Presidentes de los países occidentales, que se dicen demócratas y adalides de los derechos humanos, siempre estuvieron interesados en entrometerse en Libia, país rico en petróleo y gas natural, y con una ubicación geopolítica y estratégica privilegiadas hacia el Mediterráneo y al África sub-sahariana.

La Primavera Árabe, de 2011, en vez de poner fin a las dictaduras de la región, acarreó consigo la guerra civil siria, la dictadura egipcia y la destrucción en Estado en Libia. El asesinato brutal de Mohamad Ghadafi, lejos de traer la democracia, dejó a Libia en manos de las 150 tribus, del estado islámico y de la intervención de las grandes potencias.

El Presidente de Francia por ese entonces, Nicolás Sarkozy, fue conducido a la justicia bajo los cargos de haber financiado su campaña con dineros aportados por el gobierno de Gadafi, como lo había confirmado el hijo, Said Al Islam Gadafi, del líder libio, (Judas es un niño de pecho al lado del ex Presidente derechista francés).

Por su parte, Barack Obama y los demás Presidentes de países occidentales visitaban a Ghadafi en su carpa, (la gente suele confundir “democracia con plutocracia” y, los países occidentales quieren imponer, estúpidamente, su modelo de “democracia bancaria” en países que nunca han tenido oportunidad de conocerla), para solicitarle les apoyara con dinero.

Los derechos humanos han sido más violados que la misma democracia: ante el poder del dinero las bellas declaraciones de respeto hacia la soberanía de los países y de la igualdad de las naciones son tan utópicas como la “paz perpetua”, de Kant, o como el discurso sobre la dignidad del hombre, de Pico de Marandola.

La pseudo-paz libia apenas duró dos años, y en el 2014 comenzó la guerra civil, esta vez con un país dividido entre dos gobiernos y dos ejércitos y, en medio de este caos, la participación del Estado Islámico y la de los Hermanos Musulmanes; en lo político, entre liberales e islamistas.

En el oeste de Libia, en las ciudades de Tobruk y Bangazi, el hombre fuerte era el mariscal Jalifa Hafter, que había sido compañero de armas de la generación de Gadafi, pero una vez asesinado el líder, apareció como agente de la C.I.A., recibiendo el apoyo de la Unión Europea, de la OTAN y, especialmente  de Francia, (Emmanuel Macron, dentro de esta maraña, se ha convertido en el rey del doble estándar).

Por otra parte, Naciones Unidas, Organismo cada vez más desoído, (a veces, tan inútil como la Liga de las Naciones), impuso como Presidente del Gobierno de Unidad Nacional a Fayid Al Sarraj que, según algunos, está dominado por los famosos Hermanos Musulmanes, (enemigos principales del nuevo gobierno egipcio).

El gobierno de Unidad Nacional en Libia ha logrado el apoyo de Turquía y de Qatar: el ejército turco ha aportado una importantísima flota de drones, y en estos días ha permitido la contraofensiva del gobierno, apoyado por Naciones Unidas.

El mariscal Haftar, en 2019, decidió invadir el resto de Libia, que estaba en manos de Sarraj, fundamentalmente en la región de la Tripolitana y parte de la de Cirinaica. El mariscal llegó a ocupar el aeropuerto y las zonas aledañas de Trípoli, pero no pudo aniquilar a su rival, Sarraj.

En la decisión del gobierno de Turquía, en el sentido de apoyar a su par de Trípoli, Serraj, permitió recuperar gran parte de la región tripolitana y, además, mantener al ejército del mariscal Haftar confinado a la ciudad de Sirte, lugar de nacimiento y muerte del líder, M. Ghadafi.

La segunda guerra civil libia tiene el carácter de ser híbrida: mezcla de combatientes mercenarios, con armamentos comprados a diferentes potencias y países, ´Francia, Rusia, Turquía´, además de la participación de tribus y de mercenarios del África sub-sahariana.

Los rusos, por otra parte, niegan su participación en alguno de los dos bandos, y se presentan como mediadores, sin embargo, el “Grupo Wagner”, (mercenarios de ese país), financiado por un millonario ruso, hace uso de armamento de su país.

Los emiratos árabes y Egipto no disimulan su apoyo al mariscal libio, Haftar, (en especial Egipto, cuyo gobierno resultó del derrocamiento y persecución de los Hermanos Musulmanes).

En la Reunión Internacional de Berlín las potencias mundiales acordaron prohibir el ingreso de armas a Libia; desgraciadamente, nadie ha respetado este Acuerdo y, sabemos, a Naciones Unidas, hoy por hoy, nadie la toma en cuenta.

Libia se ha convertido en un verdadero arsenal, en el cual compiten, entre los drones turcos y las armas antiaéreas rusas, y a la vez, se da un verdadero tráfico de personas que huyen desde África sub-sahariana a Europa, por vía de los puertos libios.

Los países europeos, que hacen gala de humanismo y democracia, han pagado a los policías y tribus libios, a fin de que impidan que los africanos penetran, por el Mediterráneo, a Europa.

Mujeres embarazadas y niños y niñas son prostituidos, y los hombres en mejor estado de salud son vendidos como esclavos, sin que Naciones Unidas y algunas ONGs se preocupen de tan inhumano comercio, en pleno siglo XXI. (Homo hominis semper lupus est).

Hasta ahora ha sido imposible lograr que las potencias se pongan de acuerdo, y Turquía, por su parte, que pretende resucitar el imperio otomano, ya pactó con el gobierno libio la participación en la explotación de gas natural y de petróleo. Rusia, por otro lado, que tiene como mar cálido solamente Crimea y parte del Océano Pacífico, está muy interesada en extender su dominio al Mediterráneo, vía siria, donde está a punto de triunfar y que, además, le vendría muy bien una participación en el Mediterráneo libio.

El “Mare Nostrum” está lejos de ser un océano de paz: todas las potencias están interesadas en repartírselo, pero tanto Italia, antigua colonizadora de Libia, al igual que Francia, que fue, prácticamente dueña del Magreb, están siendo superadas por Turquía.

Como ocurre con “la especie humana”, que se creen hijos de Dios, siempre terminarán aniquilando brutalmente y con sevicia a aquellos que consideran más débiles.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/07/2020

 

 

 

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