Poder y Política

La derecha, como las vírgenes necias: o el desencuentro con la historia

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El gobierno y los partidos de derecha siguen empeñados en defender lo que han resguardado por 47 años: los intereses de una ideología que ha mostrado su inviabilidad a mediano plazo.

Los economistas de la corriente neokeynesiana y también los de la corriente postkeynesiana, ya en los años 80, cuando llevaba una década de aplicación las propuestas de la escuela de Chicago, apadrinada por las teorías monetaristas del señor Friedman, comenzaron a corregir lo que plantearon y aplicaron los neoliberales y a confrontar ese paradigma, los de la escuela postkeynesiana de manera estructural y los neokeynesianos de manera adaptativa.

 

Ya en una década de aplicación, tanto en Chile, EE.UU. de Norteamérica e Inglaterra, el neoliberalismo demostró ser más un problema que la solución al decaimiento de las teorías Keynesianas, aplicadas en la postguerra en casi todo el planeta.

 

En Chile se produjo una gran inequidad y pérdida de derechos y calidad de vida de más de dos tercios de la población, transferencia ilícita de riqueza pública a privados, tributación regresiva y colapso económico en 1982-83, fruto de lo cual resultó un gran endeudamiento externo del país.

Luego de esa crisis, debieron dejar de lado las posturas chicaguistas y adoptar los consejos de una política pragmática, es decir similar a la Neokeynesiana, encabezada por el ministro Büchi. Al final del régimen dictatorial, Pinochet instala una política opuesta a la de Chicago, lanzando a la calle una cantidad dinero, de origen público, que elevó el PIB a niveles cercanos al 10% (un irresponsable populismo). Pero como los niveles de inversión permanecían bajos, se alentó un grueso desequilibrio macroeconómico, lo que llevó a imponer políticas restrictivas en su último año, las que debió continuar la Concertación por otro año más.

 

El presidente Reagan, implementó una economía de reducción de impuestos y de disminución del gasto social, con la finalidad de alentar la inversión. Sin embargo aumentó enormemente el gasto militar y el gasto suntuario de los más ricos, lo que derivó en un déficit en las cuentas comerciales y financiera de enorme calibre, que entre sus efectos elevó los intereses internacionales y gatilló la crisis de la deuda externa de los países en vías de desarrollo, lo que los regresó atrás en una década (la década perdida de los 80). Eso obligó a los gobiernos sucesivos de Estados Unidos a instalar políticas más pragmáticas: incluyendo guerras para reactivar la economían (Irak) y, posteriormente, los gobiernos demócratas de Clinton, imponer políticas neokeynesianas, con bastante buenos resultados.

 

La Inglaterra de la señora Thatcher, fue un experimento de ocultamiento. Sus políticas llevaron a tasas enormes de desempleo, los que fueron disimulados cambiando 11 veces la forma de medir la cesantía. La delincuencia se disparó y el malestar social quedó encarnado en los célebre “Hooligans”. Los laboristas y también los conservadores, debieron después tomar políticas pragmáticas, propias de la “Tercera Vía”, que en el fondo son políticas derechamente neokeynesianas.

 

Los neokeynesianos también creen en el mercado, pero no lo ponen como “Deus ex machina”, es decir, capaz de resolver por sí solo todos los problemas de la economía. Creen que en las economías modernas y realmente competitivas, los desequilibrios surgen necesariamente, inevitablemente, pues nadie es capaz de anticipar las decisiones de los competidores de manera total. Entonces se requiere la participación del Estado permanentemente, tanto para evitar la competencia desleal, pero también para estimular inversiones en áreas no atendidas. Creen, sin embargo, que los salarios se regulan por el mercado y no por la confrontación sindical o gremial. Los más destacados representantes de esta escuela son: John Hicks, Franco Modigliani; James Tobin y Paul Samuelson.

 

Los Postkeynesianos, en cambio, son los verdaderos herederos de la teoría keynesiana. Su corrección a Keynes va más como una actualización, acerca de los temas que el maestro no pudo prever, como la velocidad del cambio tecnológico, la integración universal de los mercados y la gran capacidad de acumulación de riqueza de las empresas transnacionalizadas. Todas estas múltiples corrientes estructurales, los Postkeynesianos las integran en una síntesis muy completa y que han venido aplicándose mayormente en el mundo asiático, pues ahí se camina con los dos pies: desarrollo de una economía interna a la par de una competitividad en los mercados internacionales; los estímulos fiscales son mayormente sobre la inversión y no sobre el gasto corriente; el desarrollo tecnológico es un pilar central de la ocupación del Estado, pero con fines productivos y competitivos, es decir que abarca también a la educación. Sostienen que el Estado tiene un deber de conducir las economías hacia un destino planificado indicativamente y también directamente; que el sector privado debe instalar una simbiosis estratégica con el sector público y jamás uno debe anular al otro. En esta escuela se ubican economistas como Paul Davidson, Alfred Eichner,Richard Goodwin, Nicholás Kaldor, Michal Kalecki y JanKregel.

 

Como se puede ver, el neoliberalismo sólo ha permanecido en pie en este reducto austral y arrinconado del mundo, y lo ha hecho por tantos años, que fue capaz de producir una “ilusión de desarrollo”, soportado en cifras macroeconómicas que acusaban un flagrante olvido de los deberes sociales y humanos de todo Estado moderno; sostenido también por un endeudamiento creciente de las familias y un equilibrar a la clase media en la cuerda floja de la esperanza y el garrote. Eso que los economistas llaman “disciplinamiento por el miedo”, una especie de tortura en pausas, pero prolongada hasta el aniquilamiento o la sumisión. Una sociedad de ganadores y perdedores, pero los perdedores son más del 75% de la población, mientras que los ganadores de verdad, los del premio gordo, no son más del 1%; el otro 24% no viven mal, pero no les alcanza para subir al estrado de los exitosos, pues dependen de los ciclos económicos, es decir de algo tan torturante como el azar.

 

La ortodoxia económica aplicada en Chile, linda en comparación con la ortodoxia despótica de Corea del Norte, claro que en posición invertida; acá endulzada con la promesa de convertir a cada chileno en un empresario ascendente. Pero esta promesa se ha visto amenazada cada vez que el azar determina una crisis en el exterior, ya que  esta economía experimentada sólo en Chile, nos mantiene anclado al siglo XIX, como exportadores subordinados y expoliados desde las materias primas.

 

De hecho, nos han pegado sucesivas crisis: mexicana, la asiática, la subprime, la europea, la brasileña, la argentina, la guerra comercial de las potencias. Todas ellas nos han hecho retroceder en lo avanzado, pero algo nos ha mantenido a flote. Ya sean los dineros llegados para repactar deudas (1987-88); excelentes precios del cobre (1986-87); ya sea la venta de activos públicos (1987-2003); también el superciclo de las materias primas (2003-2013). No ha sido el genio económico de nuestros gobernantes, sino la liquidación de riqueza histórica a manos privadas extranjeras y el hipercrecimiento del Asia, que provoca el superciclo primario en América Latina. Con nuestro esfuerzo, sólo hemos producido importaciones industriales y de consumo habitual, pero también suntuario; hemos multiplicado la acción financiera y especulativa y hemos olvidado las inversiones realmente productivas, esas que asientan en el desarrollo sobre cimientos sólidos.

 

Nuestra dirigencia se olvidó del progreso social, pues ha consolidado una economía simplemente de negocios, y una economía de negocios en una sociedad primaria no crea desarrollo, puede crear un poco de crecimiento, es decir ese saco donde se meten tiburones con sardinas, que se llama PIB., del que se saca un total mentiroso, como mentiroso es en parte el índice de Gini, porque mide desigualdades en un rango que deja fuera justamente lo que forma parte de la gran desigualdad de las sociedades como la chilena: la riqueza y pobreza extrema; una queda oculta y la otra mal medida, por indicadores absolutamente fuera de época y de realidad. Recordemos que el PIB está aumentado por la conversión a precios nacionales en más de un 30% y, por otra parte, el PNN (Producto Nacional Neto) es bastante menos que el Interno, pues gruesa parte de la economía más rentable del país está en manos de empresas extranjeras, lo que implica que la riqueza que producen en Chile se la llevan.

 

Entonces, como efecto de todas estas mentirillas que se cuentan los dueños del poder, para tranquilizar la mala conciencia, les explota el “estallido social”, que fue como una bofetada en el rostro para despertar al dormido. Pero pareciera ser que en este caso el sueño es tan profundo que apenas el levantamiento les produjo un estertor, y como sucede a los cuerpos profundamente drogados por su ideología y su avaricia, volvieron a dormirse en su mismo lecho, y despertaron en una corta vigilia para exigir, al pasar,  los 2/3 en la nueva Constitución. Como escribe Felipe Portales, por segunda vez entregan la mayoría nacional a la derecha, al aceptar una medida tan antidemocrática para derimir lo que se proponga en la nueva Constituyente.

Ahora, el drama sanitario, manejado con la lógica de Vitacura, Las Condes y la Dehesa, les ha golpeado nuevamente en el rostro, pero esta dependencia de sustancias ideológicas tan alucinantes, les impidió ver la miseria, el hacinamiento y el hambre que se instalan ahora como retrato trágico de un país que lleva demasiado tiempo mintiéndose a sí mismo y al mundo.

 

Así es que, con todo, vuelven a no entender que esa hambre la sufren personas, que esas muertes son de chilenos, y son muchas; que no se puede vivir sin el apoyo del Estado de manera excepcional y profunda, que eso no significa populismo, dilapidación o despilfarro de riqueza. Es la lógica elemental ante una guerra, ante un terremoto o cualquier desgracia nacional. No pueden comprender, por su ortodoxia, que si no apoyan-con urgencia- la sobrevivencia de la gente, la economía no se recuperará sino que caerá en un letargo profundo y doloroso y, lo peor, habrán provocado una furia social que puede llevarse por los cuernos su mentado, desmentido, decrépito y fangoso “Oasis”.  Todo esto por un miedo ideológico al pueblo, o un desprecio absoluto a la democracia. Como las vírgenes necias, pueden llegar tarde- otra vez- al paso de la historia.

 

Por Hugo Latorre Fuenzalida

 

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