La peste radicaliza la estupidez humana
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“Tontilandia” está a punto de caer en el abismo, y lo bueno es que apenas sí nos damos cuenta de esta situación. El equilibrista de la obra de Nietzsche, Así hablaba Zaratustra sólo se da cuenta de la tragedia cuando esté en el hoyo.
En plena disolución de la “república de Tontilandia”, su clase dirigente, los plutócratas, siguen creyendo que su dominación ha sido, es y seguirá eterna: el mercado y el capitalismo son tan perfectos como lo es Dios, en consecuencia, ninguna peste o contracción económica logrará su derrumbe, (el último IMACEC, publicado el 1º de julio de 2020, fue de -15,3% y, de seguro, en los meses venideros será superior a esta cifra; el PIB, por esta fecha, está cerca a la del año 2010).
La clase media tiende a desaparecer, deviniendo en pobre, (habría que ser muy optimista para creer que la democracia y el pacto social de mantendrían tal cual estaban antes de la rebelión popular, llamada “estallido social”). Durante muchos años los pobres aceptaron su miserable condición de vida, pero cuando se rebelaron, estaban prontos los militares en la calle para palomear “rotos”.
La clase dirigente, en vez de implementar medidas para acortar la desigualdad entre ricos y pobres, las ha profundizado por su egoísmo e insensatez. El jefe de la cleptocracia, el Presidente Piñera, no deja tontería por hacer y el solo citarla sería más largo que un rosario: declara la guerra a su propio pueblo; hace abrir, en plena propagación del Covid-19, el ataúd de su tío; Bernardino Piñera, para contemplar su tenida; en la misma semana, se le vio, en pleno barrio Vitacura, comprando vino.
El creer que los miembros de la plutocracia pueden convertirse en un ejemplo moral para los ciudadanos es, francamente, una estupidez. Nuestros representantes ocupan los cargos en la Instituciones, no precisamente por sus competencias profesionales, educación e inteligencia, sino por mostrarse como los vivos y pillos de los miembros de la llamada “aristocracia castellana-vasca”, (como escribe el historiador Luis Thayer, no son más que españoles emigrados a América).
A sabiendas de que gran parte de los ciudadanos está pasando hambre, los representantes del pueblo, en este caso los senadores, se negaban a limitar su reelección, eliminando una curiosa retroactividad de una ley y, como son tontos e ignorantes, cayeron en su propia trampa y, ahora, algunos de los padres conscriptos no podrán repetirse el plato. (sólo en “Tontilandia” hay senadores y diputados que van a completar 36 años, devengando un suelto cuarenta veces más que el sueldo mínimo).
Estos “Poncio-Pilatos”, para mostrarse como hombres ecuánimes y transparentes, encargaron a un Organismo neutral a fin de que determinara la cifra de los sueldos de parlamentarios y ministros. En un documento reciente los sueldos de parlamentarios y ministros fueron rebajados un 25%, y el del pobre Presidente Piñera en 10%. Aún no se definen los montos de los ejecutivos de empresas públicas, varias veces superiores a los cargos de los funcionarios que emanan de la soberanía popular.
Dentro de las curiosidades de la justicia “tontilandesa”, está la amenaza con penas de cárcel a quienes quebrantan la cuarentena o el toque de queda: al ministro del Interior le encanta repetir, día a día y noche tras noche, que quienes delincan contra la salud pública no sólo tendrán multas millonarias, sino también penas de cárcel hasta de cinco años.
En toda democracia debiera existir la presunción de inocencia, por consiguiente, los jueces de garantía sólo pueden aplicar medidas cautelares, mientras se termina el tiempo de investigación de cada caso. En cuarentena, la aplicación de estas medidas, en la práctica no tienen ningún efecto: la más gravosa, por ejemplo, la prisión domiciliaria total, o bien, la nocturna, es equivalente a la cuarentena a la cual estamos sometidos más de ocho millones de chilenos, (pretender que los jueces metan gente a la cárcel por quebrantar normas de cuarentena o de toque de queda es jugar con fuego, pues terminaría condenando al nuevo interno, en este caso, a la muerte disimulada por el Covid-19).
La televisión “tontilandesa” muy auspiciosa y útil para levantar la candidatura presidencial del alcalde Joaquín Lavín, se ha dedicado a enviar a sus noteros a las calles, a fin de retratar que la cuarentena no se cumple en las comunas más pobres, pues sus habitantes, en la mayoría de los casos, están obligados a salir a trabajar para sobrevivir. Para los editores de los distintos Canales de televisión son muy atractivas y risibles las disculpas dadas por aquellas personas que son descubiertas rompiendo la cuarentena o el toque de queda.
Como en todas las democracias, los tontilandeses incluyen en sus Constituciones el derecho humano de igualdad ante la ley, pero es inalcanzable en la realidad: nada más desigual que la justicia, pues la ley, desde la Colonia se acata, pero no se cumple, (y como decía el poeta creacionista, Vicente Huidobro, la balanza de la ciega justicia siempre se inclina al lado del queso). Para la pareja que usó el helicóptero, en plena cuarentena, para ir a Cachagua, como es poseedora de millones de pesos se reía, a carcajadas, de la exigua multa impuesta.
Para una sociedad anómica y nihilista le es imposible relacionar la ética con la política. En del fondo, después de varios siglos, los “sofistas” han terminado por aplastar la moral socrática. El relativismo de la posmodernidad neoliberal hace imposible que existe una escala general de valores, aplicable para todos los hombres, (“Siglo XX Cambalache, lo mismo un burro que un gran profesor”, y el que no roba es un gil…”).
(Nota: el llamar a Chile “Tontilandia” es copiada del gran periodista Genaro Prieto).
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
02/07/2020