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La crisis social y sanitaria y la probable respuesta ciudadana

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Es vastamente conocido el hecho que la pandemia del Coronavirus llegó a Chile como un salvavidas para un gobierno que, después del Estallido Social de octubre de 2019, se encontraba paralizado y sin idea alguna de cómo enfrentar el dificil momento político del país.

El caos en el gobierno de Piñera era total. Las divisiones al interior del oficialismo eran varias, tantas como corrientes políticas se despliegan desde una derecha moderada hasta la extrema derecha representada por la UDI. Las propuestas de cómo enfrentar la crisis eran variadas y, por ende, más que unir criterios para una estrategia de salida, ponía a las distintas partes en una verdadera encrucijada sin una voluntad unitaria capaz de aglutinar a una coalisión que parecía desintegrarse a corto plazo.

Si a lo anterior agregamos que en cada uno de los partidos integrantes de la coalisión oficialista se formulaban distintas estrategias para defender el modelo neoliberal y la Constitución Pinochetista, más complicado se tornaba la falta de unidad al interior de los partidos, al punto que Renovación Nacional, por ejemplo, terminó dividido en cuanto a la fórmula como enfrentar el Plebiscito de entrada para una Nueva Constitución.

El escenario para el gobierno y la derecha era incierto, por decir lo menos, cuando apareció la pandemia en China y luego se expandió rápidamente por Europa. Para algunos analistas, el gobierno no sólo habría pecado de pasivo frente a la amenaza del coronavirus,»abriendo las puertas a la pandemia e invitándola a entrar» como una forma de neutralizar la rebelión social iniciadas meses antes en el país.

Afirmar lo anterior, puede resultar algo temerario. Suena a conspiración. Sin embargo, la forma irresponsable y negligente con que el gobierno manejó la situación de la pandemia, ignorando las advertencias que hacían connotados especialistas en la materia, en el sentido de que las medidas iniciales deberían ser drásticas y oportunas. Y en el mismo sentido se manifestaron, académicos y Rectores de distintas Universidades y colegios profesionales del área de la salud, los que tampoco fueron escuchados. La Asociación chilena de Alcaldes, tempranamente, se puso a disposición de la autoridad sanitaria para abordar de manera coordinada las acciones de asistencia a la población y el resultado fue el mismo que en los casos anteriores. Cuando la autoridad central cerró las puertas a todas esas instituciones y personas que, oportunamente, ofrecieron su colaboración para el control de la pademia, no cabe otra conclusión que el gobierno pecó de soberbio, obstinado, o tuvo otra razón no confesada para actuar de manera tan inexplicable.

Si a lo anterior agregamos que el gobierno sí se ha mostrado muy activo, oportuno y profuso al momento de hacer anuncios -la mayoría de ellos irrelevantes en relación a la magnitud de la tragedia sanitaria y económica existente – y se ha prodigado en un despliegue propagandístico inmoral, entregando cajas con alimentos, propias de campañas políticas de inicios del siglo pasado, avasallando la dignidad de las personas humildes, a fin de aparecer ante la opinión pública haciéndo una labor que pretende mostrar el «certificado de sensibilidad social y eficiencia», con la clara intención de revertir el resultado negativo en las encuestas de opinión ,entonces existe una razón más para dudar de las intenciones del gobierno.
El gobierno se siente amenazado, no sólo por el descontento ciudadano generalizado, sino también por la crisis económica que se profundizará poniendo aún más a la vista la pobreza, la injusticia social, el profundo desamparo de una gran masa de ciudadanos que habita el país en calidad de ciudadanos de segunda clase, además de varios otros males sociales inherentes al modelo económico y que los efectos de la pandemia, de seguro, agudizarán.

La estrategia del gobierno y de la derecha en Chile continuará siendo igual o muy parecida a la desarrollada durante siglos para contener el descontento social y los cambios que los trabajadores impulsan para lograr mejores condiciones de vida, hechos que la historia ha dejado de manifiesto a través de documentos que dan cuenta de esa ardua y antigua lucha.

La respuesta de la derecha ha sido invariablemente la misma: la represión, la campaña del terror y el engaño, cimentado en la posesión de los medios de comunicación en manos de los grupos de poder económico, llevada a cabo por sus asesores, empleados y funcionarios dedicados a tiempo completo y muy bien pagados por esos servicios. Sumado a lo anterior, cuentan con los servicios de grupos de parlamentarios y ministros -especialmente anclados en la UDI- que habiendo recibido financiamiento económico empresarial para sus campañas, pagan esos favores trabajando de manera impúdica e ilegal para el grupo económico que los emplea.

Ante ese panorama, la inmensa mayoría ciudadana no quiere continuar con la injusticia y el abuso infligido de distintas maneras contra los más humildes. Las opciones que quedan son pocas. La más cierta e inmediata, quizás, es cerrar filas en un movimiento de resistencia en contra del abuso y buscar cambiar el rumbo de una sociedad que no tiene destino por el camino trazado por los grandes empresarios, los políticos corruptos y todos aquellos quienes viven de las ventajas de un sistema puesto al servicio de unos pocos.

El tiempo apremia y los movimientos sociales y ciudadanos deben salir al paso de la derecha que hace ya tiempo salió a hacer su trabajo de destrucción de la opción ciudadana. La campaña de la derecha nunca se ha detenido, ni se detendrá. Hoy la vemos más activa que nunca en todos los medios de comunicación que poseen. Tienen el poder del dinero y los medios de comunicación masiva a su disposición. Tienen el hábito de arrasar con las demandas y las espectativas de los trabajadores. Tienen larga experiencia en todo tipo de montaje y saben como distorsionar la realidad. Pero son una minoría. Una minoría que se sostiene por la fuerza del poder y el uso de la mentira sistemática. La derecha se sostiene en una construcción económica, polítco institucional ilegítima, creada en dictadura que dejó instaurado un modelo de economía ultradepredador y ultraexplotador de la fuerza laboral.

La ciudadanía, en cambio, es una mayoría abrumadora, agredida por el sistema. La ciudadanía tiene a su favor que el modelo impuesto en Chile, se cae a pedazos y pocos, realmente, creen que se pueda salvar del cataclismo económico y social que se viene.

Es la hora de unirnos en la búsqueda de un camino que nos lleve a construir una sociedad distinta. Son más las cosas que nos unen que aquellas que nos puedan separar.

El camino de la unidad es la única fórmula para cambiar el rumbo y recuperar a Chile para sus ciudadanos. Ese camino debe comenzar el 25 de octubre de este año con el plebiscito de entrada para la Nueva Constitución. De nosotros, los cudadanos indignados por el abuso de poder, depende que la derecha en Chile, no nos vuelva a propinar una nueva derrota que nos mantenga por años, o décadas, buscando la brújula que alguién se robó en el tumultuo y que nos dejó en medio del naufragio sin rumbo fijo.

HIGINIO DELGADO FUENTEALBA.

 

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