El IPC en Chile: el engaño estadístico para los más pobres
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Inicio este artículo con una magistral síntesis del engaño estadístico escrito por el poeta chileno Nicanor Parra:
«Hay dos panes. Usted se come dos. Yo ninguno. Consumo promedio: un pan por persona».
Algo similar deben estar sintiendo los chilenos de los llamados estratos sociales medios, vulnerables/carenciados y pobres, muchos de ellos confundidos por una diferenciación que no se aprecia en la vida real y, sobre todo, por los promedios de las estadísticas nacionales que esconden la realidad de los más postergados.
Sin poner en cuestión los resultados estadísticos, en tanto ellos consideran el espectro de cualquier universo que se quiera estudiar de manera ajustada a una metodología, a la hora de la verdad, es el resultado de las frías cifras que nunca pueden reflejar la realidad que experimentan los seres humanos en sus vidas.
Así por ejemplo, si tomamos el caso del ingreso per cápita en Chile que, de acuerdo a las estadísticas, se estima en 26.000 dólares anuales, estaríamos hablando de un ingreso mensual por cada chileno de 1.700.000 pesos por mes, ajustado al cambio actual del dólar. Claro, este es un resultado estadístico, pero si tomamos en cuenta que el salario mínimo en Chile es de 320.500 pesos mensuales -a contar del 1 de marzo de 2020- muchos compatriotas se deben estar preguntando hacia donde se fue el resto del dinero que corresponde al ingreso per cápita señalado.
Algo similar ocurre con el promedio de sueldos en el país. Se habla de un ingreso mensual de 573.064 pesos promdedio (INE. 13/08/2019) y un 50% de los trabajadores recibe un sueldo inferior a 400.000 pesos al mes.
Recientemente se publicó un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) referido al mes de mayo 2020. En ese estudio se estableció que el IPC del mes fue negativo, con una variación de -0,1%. Eso significa que el costo de la vida en Chile, no solo no experimentó alzas durante el mes, sino que resultó más barato. El IPC tendría una variación acumulada en los 5 primeros meses del años de 1,3%.
Sorprendente, a lo menos, si no fuera porque las estadísticas se pueden explicar a la luz de las cifras, aunque ellas no se corresponden con la «vida que les toca vivir a los más pobres». Cómo se explica este resultado, a la baja, en relación a lo que la gente experimenta y paga cada mes, al alza, por las cosas que compra para la subsistencia.
Resulta que «el famoso promedio» funciona de manera casi mágica por cuanto incluye en el estudio una cantidad de 303 productos (bienes o servicios) que sólo los sectores de altos ingresos pueden adquirir. Por ejemplo, incluye electrodomésticos, artículos suntuarios como ropa de moda, artículos cosméticos, licores de todos precios, tetefonía de última generación, viajes, eventos culturales, hospedajes en hoteles etc. Dado que en las actuales circunstancias la gente con recursos económicos, no puede viajar -debido a la pandemia- los hoteles bajan sus precios, el transporte aéreo y terrestre también se ven obligados a hacerlo. En cambio, se han disparado los precios de los alimentos de primera necesidad, como el pan, la carne, los huevos, legumbres y productos de hortalizas. Qué ocurre entonces, y es que los alimentos de primera necesidad, esos que la gente de menores recursos no puede dejar de adquirir, son los que precisamente suben sus precios.
Cuando una familia ocupa sus escasos recursos en la adquisición de los alimentos más esenciales para la subsistencia, y ellos suben de precio de forma desmedida, (debido a ese milagro del mercado que hace que a mayor demanda suban los precios) de nada sirve que los viajes en avión estén más baratos o que los hoteles hagan ofertas especiales porque sus habitaciones no tienen clientes. Tampoco los teléfonos de última generación o la ropa de marcas distinguidas pueden ser de utilidad, cuando la comida es escasa y sube de precio cada semana.
La lucha diaria por la vida , es la que determina qué hacer en cada momento y cómo llevar el alimento necesario para las familias que viven una situación en extremo complicada. Las cifras estadísticas pierden cada día credibilidad, porque están diseñadas para estudios de otra naturaleza y no para medir la realidad de la gente común que consume imperiosamente una cantidad pequeña de artículos (tal vez no más de 20-30) que, curiosamente, son los que mayores alzas experimentan.
Los estudios del INE, en lo que se refiere a la canasta de artículos que utiliza para determinar la variación de precios al consumidor, no tiene correlato con las necesidades de un alto porcentaje de chilenos, quizás un 80% de la población, cuya realidad socio-econnómica no se ve reflejada en esa «canasta» de más de 300 productos que quizás sea aplicable al restante 20% de la población que es la de mayores recursos.
Quizás una forma de adecuar los estudios del INE a la realidad, sería estableciendo dos estudios paralelos: uno dedicado a las personas de mayores ingresos, con una «canasta» que refleje las necesidades de su realidad socioeconómica y el otro, con un grupo menor de alimentos de primera necesidad (canasta popular) destinada a medir las variaciones de precios reales de consumo de la gente de menores ingresos del país, que son la gran mayoría.
Por Higinio Delgado Fuentealba