Crónicas de un país anormal

Martin Luther King : “Un día esta nación se levantará…”

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 57 segundos

El poeta francés Charles Péguy escribía, en uno de sus poemas, “la revolución será moral, o no será”. Es evidente que la violencia y los saqueos, en vez de conducir al cambio, nos pueden llevar a una barbarie aún mayor que, en general, termina dañando a los más débiles y pobres.

La no-violencia activa no significa la indiferencia ante el mal y la injusticia, provocados por el poder, sino la violencia del rechazo moral al desorden establecido, por consiguiente, no es un asunto de beatos cobardes insertos en el sistema de poder, es decir, se trata del rechazo radical al mal, incluso, hacer uso de la convicción para ganar al enemigo a la causa del bien.

Hoy, el espectáculo de jefes de policía hincando la rodilla y levantando el brazo demuestra que un buen número de policías está de acuerdo con la revolución moral que está ocurriendo en Estados Unidos, sobre todo, rechazan la infiltración de los supremacistas blancos en la policía; ni siquiera, el jefe del Pentágono obedece las órdenes criminales de Trump, que pretende masacrar a su pueblo con el empleo de las armas del ejército.

Gobernadores y alcaldes de Estados Unidos no están dispuestos a obedecer a Trump en sus criminales propósitos: el alcalde de Los Ángeles, por ejemplo, se arrodilló y levantó los brazos delante del pueblo; siguiendo la misma línea, muchos gobernadores se niegan a aceptar la intervención de los militares en sus respectivos estados.

El ejército norteamericano pudo asesinar a vietnamitas, coreanos, afganos, iraquíes, iraníes, libios, panameños, granadinos, incluso, pudieron lanzar la bomba atómica contra Japón, en Hiroshima  pero jamás tomarán las armas contra sus propios conciudadanos, como sí lo hicieron los ejércitos de Seguridad Nacional contra sus propios pueblos, especialmente en América Latina.

Donald Trump está inhabilitado para ser el Presidente de los Estados Unidos de América, pues padece de esquizofrenia y de un narcisismo patológico. (Hay otros Presidentes en América Latina que sufren de algunas de estas patologías, el más conocido actualmente es Jair Bolsonaro).

El virus del racismo es mil veces más peligroso que Coronavirus: no sólo afecta a la sociedad norteamericana en forma estructural, sino también a todos los países del mundo. Desde tiempos inmemoriales han existido países y razas que se han creído los “enviados de Dios”, y en nombre de esta misión salvífica esclavizan y marginan a otras razas y etnias, a quienes consideran inferiores. Los teóricos del racismo, en los siglos XVIII y XIX, consideraban a los blancos como “hijos del sol” y, a los negros, como “hijos de la luna”.

La esclavitud fue un muy buen negocio en el mundo: famosa era la caza de negros, habitantes de los países africanos. Los esclavistas aprovecharon, no pocas veces, las luchas inter-tribus, incluso, la mayoría de los católicos aplaudieron la esclavitud, agregando que negros e indígenas no tenían alma, (idea que se hizo extensiva a la mujer en la celebración de los primeros Concilios). Ciertamente, hubo excepciones como la de San Pedro, Apostol de los Negros, Bartolomé de Las Casas, Luis Valdivia y otros.

Los negros fueron acarreados a Estados Unidos por los piratas ingleses, que los robaban a los barcos holandeses, españoles y franceses. El Presidente A. Lincoln logró, después de una cruenta guerra civil, la liberación de los esclavos negros, sin embargo, los derrotados estados de la Confederación mantuvieron una serie de medidas que consagraban el apartheid: iguales, pero separados, y los negros tenían los últimos asientos de los buses, restaurants destinados a los blancos, y guetos para negros.

La ley de los derechos civiles, paradójicamente, fue firmada por un Presidente originario del estado de Texas, Johnson, sin embargo, los sureños continuaron con las políticas de segregación en contra de los afroamericanos.

Muchos, ingenuamente, creímos que la llegada a la Casa Blanca un descendiente afroamericano, iba a terminar con los atropellos de la policía contra los negros, pero ocurrió todo contrario, pues los crímenes y abusos por parte de la policía fueron numerosos y más severos que antes, (el mismo Presidente, Barack Obama, reconoció su fracaso).

En el año 2014, Eric Gardner fue asfixiado bajo la rodilla de un policía de Nueva York, caso similar al de George Flyod.

Trump fue elegido gracias al sistema electoral norteamericano que, de democrático tiene muy poco, y contó con el apoyo de los blancos, anglosajones y fanáticos protestantes, que estaban marginados por una economía dominada por las finanzas, los bancos y Wall Street. Trump supo aprovechar la estupidez infinita del ser humano que, en tiempos de crisis, revive la excrecencia del nacionalismo y del patriotismo.

Sabemos que el único norte de Trump es ganar las elecciones presidenciales que, aun cuando se posterguen, algún día se realizarán.

Richard Nixon, un delincuente y corrupto que se salvó del juicio político a causa de su renuncia previa, como también de la cárcel gracias a la amnistía de quien era su vicepresidente y que lo reemplazó en el cargo. El lema del criminal Nixon era, nada menos, que “orden y ley”, imitado por el actual Presidente, Donald Trump.

La profecía de Martin Luther King no está lejos de cumplirse, y llegará el día en que los hombres serán iguales.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

O4/06/2020

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *