Un gobierno mezquino, tacaño, lento y burocrático
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El día viernes recién pasado el Gobierno se reunió con los dirigentes de los partidos de oposición para buscar salidas consensuadas a la crisis económica y social por la que atraviesa el país y decidieron que el dialogo conducente a un programa de acción inmediato sobre esas materias se localizara en las comisiones de Hacienda del parlamento
Ese mismo día – casi cuando el país y los partidos todavía no terminaban de digerir lo conversado en esa reunión entre la oposición y el gobierno – éste último decidió lanzar a la luz pública un proyecto destinado a ayudar económicamente a las empresas más grandes de este país, llamadas eufemísticamente “estratégicas”.
Tanta coincidencia de sucesos en un mismo día, separados casi por unas pocas horas, no puede ser mera casualidad.
El gobierno ha sido muy mezquino, tacaño, lento y burocrático en generar mecanismos que vayan en ayuda de los sectores de más bajos ingresos de la población y de las micro, pequeñas y medianas empresas. Un bono de 50 mil pesos, un ingreso familiar de emergencia al cual es difícil acceder y una canasta de alimentos con valor aproximado de 30 mil pesos, que se entregará por una sola vez, son las medidas destinadas a paliar la falta o la caída de los ingresos de vastos sectores de la población. El crédito con garantía de Fogape, que se publicitó inicialmente como un mecanismo de apoyo a las mipymes terminó siendo un mecanismo de difícil o de imposible acceso para todas ellas, pero un mecanismo de fácil acceso para las empresas grandes – de hasta un millón de UF de ventas anuales – que también estaban y siguen estando consideradas como posibles beneficiarias de esos créditos.
¿Cómo es posible, con esa tremenda deuda social, lanzar un proyecto de apoyo a las grandes empresas de este país? ¿Cómo es posible lanzar ese proyecto, con altos grados de vaguedad y de imprecisión, sin criterios claros de elegibilidad, sin cuantificar el costo de esas medidas y sin indicar el origen de los recursos que se necesitarán?
¿Se trata de una proposición con el tejo pasado, para negociar a cambio de los proyectos que de verdad interesan a la oposición y al país? ¿Se trata de rayar la cancha estableciendo desde la partida que el diálogo y la búsqueda de acuerdos es para eso, es decir, para ayudar a las grandes empresas? ¿Se trata de un tiro al aire para ver hasta dónde puede estirar la cuerda en el diálogo que se llevará adelante en el parlamento? ¿O se trata de una ingenua medida pensando en que la oposición no se va a dar cuenta de la grosería que representa esa proposición? ¿O se trata de una provocación, para lograr que la oposición se pare de la mesa de negociaciones?
En todo caso la oposición no puede plantearse frente a esta proposición armada solo de criterios ideológicos, sino que la idea de ayudar económicamente a algunas pocas empresas que estén en problemas debe analizarse una a una, pero no en paquete ni dándole al Gobierno un cheque en blanco para que proceda como quiera. También hay un problema de tiempos y de prioridades: lo primero de lo primero es mitigar el hambre de la población y salvar de la muerte a miles de compatriotas.
Por Sergio Arancibia