Economía y Mercados en Marcha

El control de precios, un debate necesario en un escenario inflacionario

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La idea de que es necesario controlar algunos precios en la economía nacional, por lo menos durante el período de crisis económica y sanitaria, se va abriendo de camino en la opinión pública nacional. Pero precisamente por ello, han surgido rápidamente varios economistas, dirigentes empresariales y políticos- todos ampliamente destacados por los medios de comunicación dominados o subordinados al Gobierno – que han intentado dejar en claro que controlar precios es sumamente malo. Sin embargo, lo único que va quedando en claro, hasta ahora, es que la polémica o el debate respecto a este tema está abierta, y que no puede soslayarse con la mera repetición de enunciados ideológicos o dogmáticos, sino que hay que estudiar con mucha seriedad la realidad en que estas medidas pudieran ser adecuadas.

La idea de controlar algunos precios no se le ocurre ni la postula nadie cuando hay una tasa de inflación baja y sostenida y cuando hay expectativas de que todo seguirá siendo así.  En esas circunstancias nadie anda preocupado de controlar precios. Si el tema se pone en el tapete de la opinión pública es por cuanto se percibe que muchos precios se pueden disparar al calor de la actual crisis. Y hay razones como para suponer que esa situación se puede presentar. Primero, por cuanto la liquidez monetaria en el país ha crecido en un 32 % en el transcurso de los últimos 12 meses, lo cual es una situación preocupante. Desde un punto de vista teórico ya no goza de prestigio la idea que postula la escuela neoclásica y que dice que hay una relación directa y casi mecánica entre crecimiento de la liquidez y crecimiento de la inflación. Pero, si se aceptara esa línea de pensamiento, un 32 % de crecimiento de la liquidez debería traducirse en un impulso inflacionario significativo.

Sin embargo, más allá del análisis que se haga del tema desde la academia, la cruda realidad es que la crisis actual puede devenir en inflación por cuanto la producción está a la baja – pues hay una buena cantidad de empresas trabajando a media máquina o no trabajando en absoluto – y la capacidad de importación – con la cual se podría suplir la caída de la producción nacional – también atraviesa por circunstancias complicadas, pues el comercio internacional en su conjunto está claramente a la baja, al punto que la Organización  Mundial de Comercio calcula que esa caída en el comercio internacional puede alcanzar al 30 % en el transcurso de este año con relación al anterior y hay crecientes complicaciones en el manejo operativo de las operaciones de comercio exterior.

A todo lo anterior se debe sumar que la pequeña producción campesina – silenciosa proveedora de productos alimenticios frescos al mundo urbano – se enfrenta a una baja de la demanda, a una reducción de sus contactos con sus mercados urbanos tradicionales, a dificultades de transporte y a alza de precios de insumos agroquímicos, con lo cual el consumo urbano de productos agrícolas frescos podría quedar altamente comprometido.

Como broche de oro, la entrega de los dos millones y medio de cajas con alimentos ha caotizado o vaciado las cadenas de comercialización de alimentos, sobre todo de carácter agroindustrial, con lo cual se producirán necesariamente carencias territoriales y sectoriales, que también empujarán hacia el alza de los precios.

Curiosamente estas fuerzas que se visualizan en el horizonte y que empujan hacia el alza de precios han sido visualizadas con más claridad y más tempranamente por la opinión pública, antes que por los opinólogos de oficio. Si esa perspectiva se hace realidad, el ingreso real ya bastante disminuido de los sectores más vulnerables  disminuiría más aun, con las consiguientes consecuencias sobre el consumo de la población y sobre el fantasma del hambre que ya presenta su aterrador rostro en el escenario nacional. No es posible ser indiferentes frente a esa realidad, y el control transitorio de algunos precios de artículos de primera necesidad debería ser analizada como una herramienta de política económica enteramente posible de utilizar.

 

Por Sergio Arancibia

Economista

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