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La muerte es el eje de la filosofía: para Epicuro, no debemos temer ni a los dioses, ni a la muerte, pues los primeros no se ocupan de los hombres, y la muerte, cuando sobreviene, ya no somos.

Para las tres religiones monoteístas, (judaísmo, cristianismo e islamismo), tomando la filosofía dualista de Platón, por ejemplo, el alma es inmortal y el cuerpo se corrompe. En la concepción judaica, la resurrección sería del cuerpo y del alma; según Jean Paul Sartre, la Nada destruye la libertad humana; para Heidegger, la muerte es el fin de las posibilidades que posee el ser; para Schopenhauer, la muerte nos libera del terrible peso de la existencia. Nietzsche terminó en la locura al descubrir la “voluntad de poder” y “el perpetuo retorno”.

Las manifestaciones de peste a través de la historia vienen a destruir la dignidad del momento de la muerte que, en las distintas culturas, viene acompañada de una serie de ceremonias de despedida por parte de los familiares y amigos. Hoy, en Manaos, (Brasil), Leticia, (Colombia), Iquitos, (Perú), y Guayaquil, (Ecuador), y otros lugares de América, les está prohibido el acompañamiento a sus familiares en el paso a la eternidad, (¿o a la nada?), y el cuerpo es depositado en una fosa común junto a cientos de otros cadáveres.

En Manaos, por ejemplo, antes de la epidemia sólo morían unas 30 personas cada día, y hoy suman más de 130 a causa del Coronavirus. Ya no hay capacidad en las funerarias para recibir los cadáveres; en la ciudad Leticia ya los hospitales se encuentran abarrotados; en Iquitos, la mayoría de los habitantes está infectada, a causa de un mercado que adolece de todas las medidas mínimas de higiene.




La zona del Amazonas, antes a punto de sucumbir por los incendios forestales, provocados por un capitalismo invasor, hoy es víctima de la peste, que se ha convertido en verdadero genocidio, pues está aniquilando a las etnias indígenas, sin que Naciones Unidas y los respectivos gobiernos de Brasil, Colombia y Perú los  protejan.

El etnocidio no sólo se produce en el Amazonas, sino que también llega a las grandes capitales mestizas de América Latina. Estados Unidos, que hoy está a la cabeza con más de un millón quinientos mil contagiados, la mayoría pertenece a latinos, (mal llamados hispanos), y a afroamericanos. Brasil ya se encuentra en el segundo lugar de contagiados a nivel mundial, después de Estados Unidos, a causa del negacionismo del genocida Presidente, Jair Bolsonaro, (sólo hasta ayer, 22 de mayo, el gobierno y los gobernadores iniciaron un diálogo sobre el tema). El Perú ocupa el tercer lugar superando los cien mil infectados y más de 3.000 muertos. (La suma de contagios en estos tres países americanos superaron a Rusia).

En el caso de Perú, el gobierno de Martín Vizcarra fue el primero que decretó una cuarentena total en el país, y con medidas tan radicales como la instalación del toque de queda desde las 16 horas hasta las 05 horas del día siguiente, además, separó los días de la semana entre hombres y mujeres a fin de que pudieran hacer las compras.

En Perú, el 70% de los trabajos pertenecen al mercado informal, es decir, estos trabajadores precarios viven el día a día. Hace un tiempo se quebró la cuarentena total, lo que ha ocasionado mayor número de contagios. El hambre y la miseria están haciendo imposible la aplicación estricta del distanciamiento social. La malicia criolla ha llegado a tal grado que un alcalde peruano, al verse descubierto en una fiesta en manifiesta violación de la cuarentena, se fingió el muerto dentro un ataúd.

En cuanto a Argentina, la economía se ha tornado caótica: pasó del default técnico al real, y su única salida es la aceptación de la moratoria de la deuda externa.

En Bolivia, el gobierno de facto trata de prolongar el período de la cuarentena a fin de evitar la realización de elecciones presidenciales y parlamentarias que, seguramente, serían ganadas por el candidato del Partido MAS, Luis Arce.

Chile, además de la confusión en la entrega de cadáveres, no está muy lejano del quiebre definitivo del sistema sanitario, debido al creciente número de contagiados, que ya supera los 4.000 diarios en promedio, y más de 65.000 contagiados.

Lo cierto, hoy por hoy, es que la cuarentena no congenia con el hambre y la miseria y, la gente obligada a sobrevivir, prefiere el contagio del Coronavirus al hambre.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)

23/05/2020



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