Política Global

Andreas Kluth: «Tenemos una crisis constitucional en la UE»

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«Esta pandemia va a acelerar las tendencias estructurales que ya estaban presentes», nos avisaba con presciencia Edward Luce, redactor jefe del Financial Times en los Estados Unidos. Uno de los ejemplos más flagrantes está siendo la Unión Europea. Mientras todavía no se ha recuperado de tres crisis existenciales (las del euro, Brexit y migrantes), hemos asistido estas últimas semanas a una serie de acontecimientos que han hecho saltar todas las alarmas.

En primer lugar, al comienzo de la pandemia, en Italia se empezaban a amontonar los cadáveres y la UE la abandonó a su suerte: una herida que va tardar en cicatrizar. En segundo lugar, en Hungría Orbán, con la autorización del Parlamento, asumía el 30 de marzo los plenos poderes cuya analogía legal más cercana, como argumentó el profesor David Dyzenhaus en Verfassungsblog, es la Ley Habilitante de plenos poderes del Reichstag a Hitler en 1933. Por si no fuera suficiente, el único Premio Nobel húngaro, el extraordinario Imre Kertesz, ha sido excluido del plan oficial de estudios y sustituido por escritores antisemitas. Sin embargo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dice estar sólo «preocupada» (!). Suma y sigue: el veredicto del Tribunal Constitucional Federal de Alemania, que puede haber abierto la ‘caja de Pandora’, en lugar de dar pie a un debate serio y con matices ha sido respondido, por algunos, con una salva de exabruptos que enredan aún más la situación.

Durante muchos años, a contracorriente de la doxa de los eurócratas y eurófilos que chutaban hacia adelante, los adultos en la sala avisaban de la gravedad de la situación. Para muestra un botón: el influyente profesor J.H.H. Weiler, uno de los mejores conocedores de la UE, alertaba ya en 2017 de «una crisis muy profunda en la concepción misma de la UE, puesto que ha pasado de ser una realidad ontológica inmutable a un proyecto contingente», así como de que «las profundas fallas en las estructuras de gobernanza» no aparecían en los discursos de los políticos.

 

Otro adulto que no se hace trampas en el solitario es Andreas Kluth. Después de 20 años en The Economist y dirigir la edición inglesa del periódico económico más importante de Alemania, Handelsblatt, sus análisis en Bloomberg se han convertido en lectura obligatoria para comprender la extrema gravedad de la situación porque, como dijo un gran filósofo que muchos quieren olvidar pero que hay que recordar, «todo lo sólido se desvanece en el aire».

Hernán Garcés.- Desde la crisis de 2008, cuando se han denunciado las graves deficiencias en el funcionamiento de la UE los eurócratas han respondido con la frase comodín de «la integración europea siempre avanza a través de las crisis«. ¿Cree usted que ha llegado el momento de la verdad sobre estas graves deficiencias?

Andreas Kluth.- Sí, creo que ha llegado el momento. Primero, está la pandemia, que ahora parece probable que dure dos años o más y puede convertirse en endémica. Segundo, están las condiciones preexistentes de la UE, incluyendo las enormes deudas de Italia incluso antes de la Covid-19, la falta de una reforma migratoria y así sucesivamente. Tercero, ahora también está el sorprendente fallo del Tribunal Constitucional Federal Alemán.

Además de estas crisis, puede haber otras por venir. Así que sí, creo que los eurócratas no pueden seguir repitiendo lugares comunes y chutar hacia adelante. Creo que necesitamos grandes cambios o el proyecto europeo está en riesgo. Sin embargo, decir esto no hace que tales cambios sean más probables.

 

H. G.- Recientemente, ha publicado en Bloomberg el artículo Why Germany Will Never Be Europe’s Leader’, que personalmente considero el análisis más realista de lo que se ha estado discutiendo recientemente sobre Alemania. En su análisis, usted menciona que en este país comenzó en 2012 un «debate sobre la hegemonía« con un ensayo del profesor Christoph Schoenberger. ¿Podría informarnos sobre este debate?

A. K.- Un hegemón en este contexto no es una potencia dominante que impone su voluntad a los países más pequeños, sino un país poderoso que, al definir sus propios intereses, incluye la preservación de un sistema más grande. Gran Bretaña fue un hegemón del patrón oro durante el siglo XIX, y EE.UU. lo fue durante el sistema de Bretton Woods, después de la Segunda Guerra Mundial.

El debate lanzado por Schoenberger era sobre si la zona euro es un sistema de este tipo y, por lo tanto, necesita un hegemón, y si Alemania podría desempeñar ese papel. Algunos dicen que no, porque la UE fue construida de manera que ningún estado miembro pudiera liderar. Otros dicen que sí, porque la eurozona sólo persistirá si su miembro mayor y principal pagador de facto se convierte en su prestamista de última instancia.

Pero al público alemán no le gusta la idea de liderar. A la izquierda, debido al sentimiento histórico y al miedo a ser odiado. A la derecha, por el temor a ser llevados a tener que financiar una unión de transferencias. Así que el debate está prácticamente estancado. Los políticos alemanes, a diferencia de los académicos, rehúyen ese debate.

H. G.- Para los que están familiarizados con el Derecho constitucional, el Tribunal Constitucional Federal de Alemania es considerado uno de los tribunales más prestigiosos, rigurosos e independientes del mundo. Sin embargo, para muchos su reciente decisión ha sido una gran decepción. ¿Qué opina?

A. K.- Creo que el Banco Central Europeo (BCE), con la ayuda del Bundesbank, podrá demostrar que el programa de expansión cuantitativa en cuestión, el PSPP [Public Sector Purchase Programme], es realmente proporcionado, para que el banco central alemán pueda seguir participando en él. Ésta era la demanda inmediata del Tribunal.

La mayor consecuencia del veredicto es que el Tribunal alemán ha trazado ahora una línea alrededor del mandato del BCE y ha descartado más «cambios de los tratados de forma furtiva», como lo he calificado en una reciente columna. Así que los líderes europeos ya no podrán seguir rellenando instituciones como el BCE con nuevas funciones por la puerta de atrás. Ahora necesitan cambiar los tratados para dar a la zona euro un Presupuesto, un Gobierno y una deuda comunes. De lo contrario, eventualmente se desmoronará.

El Constitucional alemán también ha puesto un gran signo de interrogación sobre el Tribunal Europeo de la Unión Europea (TJUE). Si un tribunal nacional puede imponerse sobre el de Luxemburgo, entonces otros también pueden; por ejemplo, en Polonia y Hungrí. Así que tenemos una crisis constitucional en la Unión Europea, como dije en mi última columna. Tenemos que aclarar la relación entre las naciones y Europa: ¿sobre quién recae la responsabilidad?

H. G.- A la luz de esta decisión, ¿cree usted que es realista, como preconizan Francia y los países del sur de Europa, ‘mutualizar’ la deuda? En su opinión, ¿en qué condiciones podría Alemania aceptarlo?

A. K.-Creo que los países del norte nunca lo aceptarán, así que no sucederá. Dicho esto, la idea detrás de los eurobonos y los coronabonos siempre ha sido errónea, como argumenté aquí. Sería como pedirles a los texanos que garanticen la deuda californiana; nunca lo harían. Pero se puede pedir a los texanos, a los californianos y a otros 48 estados que acepten que una entidad federal por encima de ellos emita deuda estadounidense. Ésa es la gran idea que podría hacer avanzar a Europa: una unión monetaria bien diseñada; la zona euro tendría su propio Gobierno, legislaturas, ingresos fiscales, poderes presupuestarios y deuda.

Un salto tan grande podía haber sido posible en la década de los 90, pero es inconcebible hoy en día. Por eso soy pesimista en cuanto a que la zona euro pueda sobrevivir a largo plazo en su forma actual.

H. G.- Según el ‘Financial Times’, un miembro del consejo del BCE dijo que «los argumentos del tribunal son ridículos», y añadió que esta opinión era compartida por los otros 24 miembros. ¿Cree usted que el BCE reconsiderará alguna vez el enfoque del ‘cueste lo que cueste’ para salvar el euro?

A. K.- No, creo que tanto el BCE como el Tribunal Europeo de Luxemburgo van ahora a defenderse por una cuestión de principios. Si el BCE retirara su promesa del cueste lo que cueste, podría hacer las maletas e irse a casa. Los mercados causarían una crisis de la noche a la mañana. Si el TJUE aceptara ser sobrepasado por un tribunal nacional, también podría hacer las maletas. Desafortunadamente, esto significa una larga y prolongada disputa legal y, por lo tanto, un limbo en el que la reforma es aún más difícil.

H. G.- Según Enrico Letta, ex primer ministro de Italia, la UE afronta un «riesgo mortal» por la pandemia. Asimismo, para Nathalie Tocci, ex asesora del jefe de Política Exterior de la UE, el virus es «definitivamente, un momento decisivo para el proyecto europeo». ¿Está de acuerdo con estas declaraciones?

A. K.- Sí, estoy de acuerdo, y he escrito exactamente eso. La pandemia es el tipo de crisis (como una hipotética invasión rusa, o un desastre natural o algún otro cataclismo) que obliga a los europeos a decidir: ¿se convertirán alguna vez en unos Estados Unidos de Europa que puedan, unidos, defenderse del mundo? ¿O seguirán siendo sólo una mera liga de estados-nación?

Esta ambigüedad en torno a la soberanía compartida es la maldición de la UE. Y hoy ya no es sostenible. Tal como se da, esta misma ambigüedad y tensión fue también, exactamente el dilema del Sacro Imperio Romano Germánico durante su último siglo. ¿Era un imperio? ¿O eran 300 principados independientes? Nunca resolvió o respondió esa pregunta, así que se volvió gradualmente irrelevante, hasta que Napoleón lo disolvió en 1806. Algo así podría suceder un día a la UE, como he argumentado aquí.

 

Por Hernán Garcés

Fuente: Agenda Pública EL PAIS

 

(Puede encontrar aquí la versión en inglés de esta entrevista)

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