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El pobre vive como pobre, enferma como pobre, y morirá como pobre

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Mientras el gobierno saca las cuentas alegres de la pandemia -bicecampeones en la tasa más baja de letalidad del planeta-, mientras colapsan los hospitales que atienden y atenderán a los pobres, mientras se oculta o niega información crucial a la comunidad científica, mientras desfilan por los eternos matinales sus propagandistas, mientras llegan las cajas milagrosas con respiradores mecánicos al aeropuerto, la contaminación viral avanza sin obstáculos entre la promiscuidad de la vida cotidiana de los pobres.
 
El covid 19, el coronavirus, un objeto para ser tratado por expertos epidemiólogos extiende su manto de contagio copiándo fielmente la estructura social de cada población humana que enfrenta,  en nuestro caso el modelo desigualitario de construcción social.
 
Si bien su origen de entrada se radicó en el barrio alto, a poco andar se multiplicó en los barrios populosos cayendo como por inercia sobre sus viviendas,sobre su medio de transporte que son la micro o el metro, sus centros de trabajo,  fábricas, empresas, instituciones, comercio, grandes tiendas, en fin, donde se concentra la actividad de los trabajadores, la población pobre de nuestro país, la población mayoritaria, completándose el círculo vicioso.
 
El gobierno oculta y niega información sobre lo que hace para enfrentar la pandemia, al parecer supone que cuenta con un fuero especial, en circunstancias en que debe haber precisamente total transparencia para sacar el mayor provecho a la sabiduría de personas e instituciones. Tal situación produjo un quiebre en la Mesa  de datos del covid-19 que dirige el ministro de Ciencias y Tecnología. El Instituto Milenio , el 30 de abril pasado, congela su participación de la mesa declarando: 
“La falta, hasta ahora, de información abierta de datos de salud que permitan hacer el trabajo comprometido, ha hecho que el IMFD decida congelar su participación en la Mesa de Datos, al menos hasta que dicha iniciativa cuente con la información requerida para que la ciencia pueda realizar su labor”
 
Todo indica que la información entregada, su negación o ocultamiento, sobre lo que ocurre con la suerte de los chilenos en estos tiempos de pandemia, es lo que definirá en las próximas semana el devenir de los contagiados o por contagiar, la suerte que se corre entre la vida o la muerte, no la suerte con el trabajo, con los tiempos de ocio, de recreación o de placer, es la suerte entre la vida o la muerte.
 
 Tal es el dilema principal, que por lo demás está escrito en los derechos de las personas o derechos humanos, de primera prioridad.
 
La casta política está mareada, sus otrora figurines se restan a emitir juicios, a denunciar prácticas abusivas de los patrones hacia sus empleados, ya permitieron con una ley reciente esos abusos, están como antes se decía, » al cateo de la laucha» para, según un nuevo escenario político post pandemia, administrar las tragedias o las pequeñas o grandes victorias.
 
En la oposición al gobierno destaca el alcalde de Recoleta, que es consultado por ser uno de los pocos que dan la lucha política, sin embargo, a pesar de su agudeza   parece no dar en el blanco cuando acusa al gobierno de cometer errores. 
 
El gobierno no comete errores alcalde Jadue, puesto que es el gobierno de la clase alta, o la clase dominante para ser rigurosos, y que hace lo correcto frente a un escenario de reproducción de la pandemia que copia el modelo de desigualdad, modelo que los sostiene, que según sus propios ideólogos es un fin en sí mismo. Para lo cual, entre otras cosas, oculta y niega información. 
 
Es absolutamente impropio en cualquier alcalde informar de lo que ha hecho o no en favor de sus habitantes, puesto que no sabe lo que verdaderamente ocurre ya que la información no se da completa o se niega. No es de su incumbencia justificar su accionar, es su obligación relevar, denunciar, la falta de transparencia.
 
 Es ese el punto, es ese el  punto que de solucionarlo salvaría la vida de miles de contagiados , en su mayoría pobres y viejos que no tienen por qué morir.
 
La información transparente, aceptada, auditada, desalentaría políticas económicas como la vuelta al trabajo, el abrir las grandes tiendas, desalentaría la discriminación de la prestación de salud y faltas graves a la mantención y apoyo de los hospitales públicos que están en la práctica reventados, desalentaría a los cómplices pasivos de esta situación.
 
 De tal manera, la información de lo que está realmente ocurriendo debería ser el principal objetivo humanitario y social. Si no se obtiene esa vital información, hay que ir a buscarla entre las redes que están en la contingencia, en los centros de acopio de información, en el personal que trabaja día a día por la salud de las víctimas de la pandemia y de su condición social.
 
Ya no son tiempos de tomarse la Plaza Dignidad, es el tiempo, el tiempo que apremia, de tomarse los datos relevantes que se ocultan para salvar vidas de varios miles de chilenos , la mayoría pobres y viejos, como ya dije y repito, porque es el caso hacerlo.(1)
Por René Dintrans Alarcón
 
(1) 



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