Crónicas de un país anormal

En plena pandemia sigue su curso la guerra comercial entre Estados Unidos y China

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Las pandemias no hacen más que radicalizar los conflictos y problemas previos entre los distintos países. Antes de la declaración del Covid-19 la economía mundial ya estaba en crisis, y la guerra comercial entre Estados Unidos y China venía desde hacía más de dos años en constante enfrentamiento. En el caso de América Latina, se pronosticaba un crecimiento de 1,3%; Argentina, por ejemplo, se encontraba en esa época en default técnico, mientras que Chile y Ecuador estaban en plenas rebeliones sociales.

Antiguamente, se achacaba la desgracia de la peste a un castigo de Dios dada la maldad de los hombres; hoy, es necesario buscar un chivo expiatorio para culparlo de todas las calamidades, ante la impotencia y/o negligencia al no poder vencer los efectos del virus actual.

Donald Trump, en gran parte culpable de que Estados Unidos esté a la cabeza de los países más contaminados del mundo, a causa de su arrogancia y actitud despectiva respecto a la peligrosidad del Covid-19, se da el lujo de tratar la pandemia, en primer lugar, como una gripe que desaparecería en la llegada de la época estival próxima;  en segundo lugar, proponiendo la lesiva para desinfectar los pulmones de los contagiados; en tercer lugar, tratando de retirar de su entorno al equipo asesor de virólogos y otros investigadores; en cuarto lugar, apoyando las manifestaciones armadas en contra de las cuarentenas.

Trump estaba seguro de su reelección en las elecciones de noviembre próximo gracias a sus éxitos económicos: alza continua de las Bolsas de la Comercio y a la casi nula cesantía – casi el pleno empleo -, además, había logrado doblegar a la FED manteniendo bajas las tasas de interés, es decir, introducir mucha liquidez en el mercado, sin embargo, la inesperada y agresiva llegada del Covid-19 envió a la lona todos sus proyectos, llevando, por ejemplo, la cesantía a más de treinta millones de desempleados, además del pronóstico de una depresión económica, muy superior a la de 1929.




Es sabido que ningún Presidente de Estados Unidos ha sido reelegido después de una recesión económica, y es muy probable que Trump se ajuste también a esta regla, salvo – tal vez vez – que los científicos norteamericanos descubran la vacuna contra el Coronavirus. (Nada más insólito que la estúpida conversación entre Trump y Piñera, que tuvo lugar durante estos días, en la cual el Presidente norteamericano le ofreció su vacuna a Chile, como si fuera un hecho).

Todo candidato a la presidencia de una nación tiene que inventarse, necesariamente, un enemigo a quien se le puedan achacar todos los males que padecen los ciudadanos, ante la propia incapacidad para enfrentar los desafíos. En el caso de Trump, siempre ha sido principalmente China.

Mike Pompeo viene de declarar que el virus Covid-19 es producto de la manipulación por parte de científicos chinos, hecho ocurrido en un laboratorio, muy cerca del mercado de animales, en la ciudad donde se originaron los primeros contagios. Pompeo fue desmentido en el acto por los científicos, quienes reafirmaron el origen animal del virus.

Trump, a su vez, repite en cada una sus innumerables conferencias de Prensa que China es la responsable del comienzo de la propagación de la pandemia al tratar de esconder, por casi un mes, su realidad y, además, manipular las cifras de contagiados y muertos. (Hoy en el mundo hay miles de denuncias ante tribunales internacionales de justicia, cuyas víctimas pretenden cobrar a China millonarias indemnizaciones).

El sentido común indica que, ante una tragedia, los países debieran unirse, predominando la solidaridad vs el individualismo, pero desgraciadamente está ocurriendo todo lo contrario: las fronteras se convierten, prácticamente, en muros infranqueables, y como diría un analista, “la frontera es la puerta de mi casa”.

Las guerras comerciales y el proteccionismo van a predominar sobre la colaboración mutua entre los países. En el caso de China y de Estados Unidos, ya no sólo será la guerra comercial, sino también la tecnológica y, por qué no, la bacteriana.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)

09/05/2020

 



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