Pandemia: más de lo mismo o cambio, dimensiones de un desastre y tres finales de lo posible
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En un principio, quienes en una escalofriante proporción, están donde no deben estar, pues les faltan luces, dijeron que lo del coronavirus era algo pasajero, reaccionaron tarde y en muchos casos torpemente. Lo que parecía una epidemia, se transformó o mejor dicho la transformaron en pandemia, sea por inacción, por acción retardada o por acciones poco inteligentes, tomó vuelo, Ahora estamos en la cifra de tres millones de infectados y ya es una psicosis colectiva. Aparte de que esto nos muestra lo poco que valen algunos gobernantes, el nulo aporte de “estrellas” con sueldos fabulosos, lo inútil de los aparatos políticos e instituciones de inmerecido renombre, la ausencia casi total de inteligencia en la toma de decisiones de los políticos, sin apoyo científico, también nos muestra que siempre hay quienes, desde la primera línea, ponen su cuota de humanidad, se perfilan nuestras propias capacidades solidarias o reacciones fuera de la realidad. De todo hay en la viña del señor, lo cual no significa que estemos hablando de otros árboles creciendo en un viñedo. Hablamos de las peregrinas mentalidades que rigen los destinos de países, empresas y otros conglomerados humanos.
Se habla de que hace cien años la cifra de muertes causada por la influenza fue de 60 millones de personas, algo impensable en la actual etapa del desarrollo humano, científico y técnico. Sin que sea comparable a esa fecha, podemos decir que estamos en un momento único. En medio de toda la incertidumbre hay una certeza brutal: a unos les toca la parte dulce, a otros la parte amarga. Si de certezas se trata, me atrevo a enumerar tres más: muchos países están dirigidos por imbéciles, en el sentido de ser incapaces de tomar decisiones correctas en una situación dada; este es un momento de crisis y es en una crisis que cada cual muestra lo que verdaderamente es; una crisis en sí no es un cambio, pero en ella nosotros nos superamos a nosotros mismos o perecemos y esto si es un cambio. Con esto quiero ilustrar que nada viene solo ni surge de la nada, siempre hay un antes, un contexto en el cual se desarrollan los acontecimientos. El sistema de dominación imperante se esmera en hacernos creer que todo acontece aislado. No se trata de ver fotos, se trata de ver el movimiento o como dijera el poeta de los pobres, ver crecer la hierba.
En esta situación única, deben ponerse en marcha soluciones únicas. Para implementarlas hay que definir primero: se trata de salvar la vida o salvar la economía. Lo lamentable es que no siempre estas medidas se implementan acorde a las necesidades de la mayoría ni a los parámetros de la ciencia. Lavarse la manos, para varios millones de personas el agua es un bien escaso o se paga a un precio mayor al de la bencina; portar mascarillas, no todos lo hacen, sea por que no quieren ver lo grave de la situación, sea por que deben priorizar la comida; distancia social, no se aplica en todos lados, no hay acuerdo en cuál debe ser, científicamente hablando, esa distancia; quedarse en casa, esto implica para la mayoría, la imposibilidad de trabajar, cientos de millones de personas dependen de lo que pueden ganar en el día (son los condenados al hambre). Estas medidas están produciendo un impacto tremendo en la economía, que ya estaba haciendo agua.
Pandemia en su pre, el momentum y lo pos
Mientras no tengamos en cuenta que esta pandemia se ha producido en un mundo que acepta como normal lo que es a todos luces, anormal: la sobre explotación de los recursos, los cambios climáticos, los bajos salarios, el 1% de la población mundial dispone del 50% de los recursos, el narcotráfico, la corrupción, las guerras por razones de dominio de los recursos del otro, la violencia en todos los ámbitos del vivir, el hambre, la falta de agua y otros problemas, no habrá un análisis centrado en lo real, no tendremos una lección de lo que debe ser el momento posterior a la pandemia. En breve, puede darse que luego de la crisis volvamos a más de lo mismo, lo cual sería doblemente trágico. Lo triste es que para solucionar todos estos males existen los recursos y en centenares de archivos están diseñados los planes estratégicos. Falta un cambio fundamental en la forma en que los seres humanos nos relacionamos y la forma en que nos relacionamos con la naturaleza. El Covid-19, como pandemia está demostrando que el sistema capitalista no sirve a las necesidades de las mayorías.
Si la pandemia la vemos como solo eso: una enfermedad generalizada, debemos considerar la opinión de Jean-Dominique Michel, antropólogo de la salud, nos dice que el Covid-19 no es ni más ni menos peligroso que la influenza (https://youtu.be/afbeFoi679I)
El momentum está caracterizado por que las medidas tomadas y el cómo los medios de “comunicación” han tratado el tema, la pandemia se ha transformado en una psicosis colectiva, o histeria colectiva, un fenómeno psicológico en el que existe una percepción de amenaza irreal.
La dimensión de la crisis actual tiene cuatro caras y una misma esencia: el sistema ha iniciado su caída final. Lo primero a destacar en que esta pandemia no solo ataca un cuerpo individual, además ataca el conjunto social en el que vivimos, el virus ataca una forma de relacionarnos enferma, el problema mayor es el capitalismo y su “ética de ganancia a toda costa”, el segundo problema son los políticos de la peor especie que rigen en muchos lugares, unos como si fueran dioses, otros esperando que las soluciones caigan del cielo, otros sobreactuando o manejando la crisis sin perspectiva de futuro.
Cuatro dimensiones y una esencia
Crisis capitalista. Cada cierto tiempo, el capitalismo topa techo, sale de una crisis, posponiendo soluciones de fondo, para entrar a otra, lo cual nos sitúa en ser siempre sobrevivientes de un sistema mortal. Desde hace un buen tiempo, algunos analistas nos están advirtiendo de una recesión en ciernes. Ahora avanzamos a pasos agigantados a una recesión de consecuencias nunca vistas. Con ayuda de las medidas para contrarrestar la pandemia, en dos meses han logrado el demérito de frenar la producción y bajar los niveles mundiales de la economía a menos un 5%. Algunos analistas auguran que el PIB disminuirá un 20%, sin duda una causal de tremendas tragedias; más pobreza, más hambre, más muerte.
También se da el hecho paradójico de que para salvar la situación los estados capitalistas toman medidas socialistas. Peor aun, partidos, personalidades, que en principio, o mejor dicho, supuestamente luchan por un cambio social, están entregando aspirinas para salvar el capitalismo (ver declaración del Partido Comunista de Chile, 21 de abril, 2020), dice en una de sus partes:
… “Por lo mismo, son tres los objetivos principales a juicio de los comunistas debe tener el plan económico inmediato:
Asegurar ingresos, y de este modo entregar las condiciones básicas de vida material (y de calidad de vida) para que las y los trabajadores puedan cumplir con las medidas de distanciamiento social.;
Asegurar la provisión de los servicios esenciales para la vida del pueblo, tomando la decisión de asumir incluso parte de la propiedad de las empresas que los proveen, si fuera necesario.
Asegurar la subsistencia del tejido productivo del país, por la vía de subsidiar los costos operacionales de las empresas, ya sea por aportes directos, créditos blandos o por la postergación de pagos.”
Pobrecitos, seguramente creen que los alimentos crecen en los supermercados o que no se requiere producción sino dinero para comprar y peor aun, no se atreven a proponer la nacionalización de empresas estratégicas para la vida, electricidad, agua, distribución de alimentos y los que están en el negocio de apachurrar a la gente con deudas, los bancos. En ninguna parte de su declaración dicen algo que pueda ser interpretado como una preocupación por disminuir los gastos inútiles o simplemente borrar del erario nacional las instituciones parásitas como unas fuerzas armadas que nunca le han ganado una guerra a nadie ni lo podrán hacer jamás. Ahí está la madre del cordero, tocar los intereses de los responsables de la crisis, que antes de ser sanitaria, ha sido y es la forma perversa de producir: unos pocos ganan mucho, unos muchos ganan poco, lo jodido es que estos últimos son los que producen la riqueza de las naciones.
Lo que viene, consecuencia directa de las medidas tomadas, será peor que la enfermedad. Una mirada somera nos indica que los cientos de millones de personas que viven al día, me refiero a pobres que trabajan para vivir siempre al día, si ya la veían mal, ahora será una odisea de pesadilla sobrevivir. Su muerte es un asunto económico, político y moral.
Crisis pandémica. Lo primero a señalar es que una pandemia no es nada nuevo bajo el sol, con el agravante de que muchos países, o por lo menos algunos de sus dirigentes, estaban avisados de una probable catástrofe y hasta había planes de contingencia, pero, egos más, egos menos, pasando por la toma de decisiones al arbitrio de su cambiante estado de ánimo, impidieron encarar a tiempo las soluciones.
Michele Nobile ha publicado en el Blog Utopía Roja un interesante artículo donde pone de manifiesto el asunto de fondo, señala:
“Lo que quieren los gobiernos y los patrones es que la pandemia se asimile a una enfermedad, penetrada desde el exterior en un cuerpo sano, una tragedia nacional que se deja atrás con la curación y la normalización, para poder retomar «dónde estábamos». Se intentará reducir a sus consecuencias económicas un hecho social total, sintomático de un fracaso general y multidimensional.”
(https://utopiarossa.blogspot.
Crisis medio ambiental. Los cambios climáticos ya están aquí, que llueva demasiado en un lugar y en otros llueva menos o deje de llover un periodo más prolongado con su secuela de menos agua en los ríos, lagunas secas o en vías de secarse, la contaminación de los mares y el aire no es algo que haya acontecido o esté aconteciendo al margen de la forma en que los seres humanos producimos y nos relacionamos (vistas estas, como relaciones de producción), su marco es el sistema capitalista. Algunos países, contra toda lógica se empecinan en negar lo evidente, y otros esperan que, con acuerdo de funcionarios, se resuelva el asunto. Para parar en seco este efecto nocivo que aportamos a la vida se requiere que por cada ser humano se planten 158 árboles y hacerlo antes del 2030. Por supuesto ningún gobierno emprenderá esta colosal tarea, por tanto el problema sigue su curso hacia el punto del no retorno. Mientras tanto, comenzamos a vivir sus nefastas consecuencias.
Crisis ética. ¿Es correcto hablar de ética frente a un hecho inédito por sus proporciones psicóticas?
A lo largo de los siglos el ser humano, tomado como individuo ligado a un colectivo, ha vivido una contradicción entre su capacidad de adaptarse y a la vez buscar alternativas, esta constante explica el desarrollo de técnicas que le han permitido adaptar al medio, transformarlo acorde a sus necesidades y también explica el que ahora estemos presentes en toda la tierra, en cierto modo somos el producto de la emigración, ese deseo innato de buscar salidas acercándose al horizonte. Hoy hay barreras, sea por fronteras, territorios donde un grupo ejerce dominio, por no contar con los medios necesarios para buscar otras salidas y sobre todo por los miedos creados por los poderes para mantener en sumisión a los que producen la riqueza.
La ética ese estado de conciencia que nos impide tener determinadas conductas, eses límites que las personas se fijan o están diluidos y definitivamente no existen en la conducta de la gente, la mayoría de lo políticos profesionales hacen promesas que luego olvidan, los negocios son una guerra sin cuartel, la palabra dada no significa nada. Los países, las grandes compañías, las instituciones, los dirigentes, etc han perdido la ética y sin ella cada cual está a merced de los más fuertes. Una sociedad solidaria es fundamentalmente una sociedad ética, algo totalmente opuesto a lo que es la sociedad de la ganancia del más astuto.
Imaginemos lo imposible, que la realidad está hecha una sucesión de imposibles
Todo tiende a indicar que los modos de vida humana van de un inicio, a un desarrollo y un destino final, su deterioro y reemplazo por otra manera de vivir. Cada modo de vida esta regido por leyes invisibles que abarcan la cultura y el poder que detenta cada segmento de la sociedad, dicho de esta manera significa que el poder no es aquello que algunos manejan para joder a otros, es también el poder que delegamos, el poder de vernos o no vernos en nuestro papel en la sociedad. Si nos remontamos a los tiempos, hubo una vez en que en el planeta tierra no había seres humanos, hubo un largo periodo en que unos seres de caminar erguido avanzaron hasta llegar, hace unos cuarenta mil años, a lo que podemos decir somos los actuales seres humanos. En este periodo hemos vivido en lucha contra la naturaleza y contra nosotros mismos. Imaginemos si en estas condiciones, regidos por la ley de la selva, se han logrado los atisbos de ciencia, técnica y tecnología que nos permiten las maravillas del mundo moderno, que podría ser y hacer la humanidad si no tuviésemos que luchar contra la naturaleza ni explotar a otros, asaltarlos, robarles, violentarlos, matarlos como delitos menores o estar en guerras, como delitos mayores.
Una pequeña cosa de cincuenta micrones, algo inimaginablemente pequeño que ni está vivo ni está muerto, pero tiene la capacidad de invadir cuerpos vivos, reproducirse a una tremenda velocidad y en abismante cantidad, nos tiene ahora al borde de la locura y está haciendo retroceder la capacidad productiva de la humanidad y pone en tela de juicio todo lo que teníamos por sólido, es tal como dijera C. Marx “lo concreto se deshace en el aire” solo que de una manera mucho más trágica, pues hay miles de vidas de por medio, las contadas directamente por morir de coronavirus, y las víctimas indirectas: los que renuncian y se suicidan, los que mueren de otras enfermedades no tratadas por incapacidad de los hospitales ni cuentan el aumento de los que mueren por falta de agua y comida. Recién, a más de dos meses de iniciado el desastre, se escuchan voces que alertan de lo peor que ya está aquí, pero para no asustar a nadie dicen que vendrá.
En pocas líneas se trata de que todo está ligado, concatenado decían en mis tiempos de hombre joven. La ideología dominante ha pretendido hacernos creer que la vida se remite a fotos, que los hechos están aislados unos de otros. Hemos visto que alguien tose en China (en el teórico caso que allí se produjo el caso número 1) infecta a otros, la infección se expande y sigue expandiéndose. Ahora, 1 de mayo, 2020, se habla de más de tres millones y todos los países tomando medidas, que, quiérase o no, han desembocado en una psicosis colectiva.
Tres finales de lo posible
Uno. Entre la mucha producción escrita o hablada sobre el tema Covid-19 hay ciertas constantes, se habla desde un saber y se especula sobre mucho que no se sabe, se mira desde un ángulo que va de lo personal a lo temático, es decir se ve el tema desde una parcialidad: algunos critican ácidamente la forma y el fondo de las políticas para encarar el remedio a la pandemia, se presentan, tímidamente algunos temas relacionados, muy pocos han ido al fondo del asunto: lo que ocurre en la sociedad no ocurre al margen de la forma en que se rige la sociedad. Una pandemia es un hecho de sanidad pública, un hecho social y sobre todo un hecho económico-político, pues es consecuencia de las medidas tanto económicas como políticas tomadas por el o los poderes de la sociedad. Ciertos especialistas presentan su parecer de una manera categórica y drástica: las opciones serían estados más autoritarios y brutales o bien una reconstrucción radical de la sociedad en términos más humanos. Ambas cosas están sucediendo en forma simultánea. Sin embargo, esto no nos permite decir hacia dónde se encamina la sociedad toda. Me inclino a pensar que el papel de la intelectualidad ahora no es decirnos, una vez más, dónde nos duele el pie, pues el zapato aprieta, eso ya lo sabemos: todo dolor es una experiencia personal irrepetible e imposible de ser sentida por otro, es necesario atreverse a proponer soluciones basadas en lo que funciona.
Dos. En 2011, un grupo de expertos redactó un informe, a petición de la Comisión Europea, para evaluar el abordaje de la emergencia por el virus H1N1. Una de las conclusiones del informe era que había faltado una asesoría específica en ciencias sociales: mientras que se recurrió inmediatamente a epidemiólogos, virólogos y expertos en enfermedades infecciosas, no pasó lo mismo con otras disciplinas –comunicación, sociología, economía, filosofía, política, ética– cuyo asesoramiento habría ayudado a enfocar mejor la respuesta a esa crisis. Recomiendo leer, por su completa información, el artículo de Ignacio Ramonet: La Pandemia y el sistema mundo https://www.nodal.am/2020/04/
Tres. La falacia de sobrevivir juntos. Para salvarnos debemos recurrir al confinamiento, a portar mascarillas, establecer distancia y cambiar la costumbre universal de dar la mano, es decir estamos separados, aparte de las otras separaciones: económicas, sociales, culturales y raciales. Que algunos digan que sobreviviremos juntos no es real ni tiene otro sentido que esconder la mano que ha lanzado la piedra. Podremos manifestar muy buena disposición a superar este desastre, pero no significa que en esto estemos juntos, pues lo central en el actual modo de vida no es la solidaridad, es el negocio. Las pruebas están a la vista. Tampoco podemos interpretar las situaciones nuevas que vivimos, como signo de un cambio radical, aunque sí puede ser el brote de los cambios necesarios, pero esto hay que empujarlo y mientras los sectores progresistas se escuden en el rebaño y no ejerzan su crítica mortal al mortal sistema, estaremos perdiendo la oportunidad de cambio social radical.
Por Tito Alvarado