Monos con navaja… y posgrados
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La situación por el covid-19 claramente no es fácil de encarar para ningún gobierno. Pero en Chile venimos siendo testigos de una administración que no para de dar tema para una comedia negrísima. No sé si alguien está llevando la crónica del desorden y del festival de mentiras torpes y descaradas, todo lo cual va unido a una despreocupación por el pueblo que hoy raya en lo criminal. Porque estamos hablando de vida o muerte.
Todo ello, en el mejor escenario que Piñera o cualquier presidente de su calaña pudiera soñar: una prensa servil y superficial (concentrada económica e ideológicamente además), una oposición dividida y la cual parece no se ha dado por enterada de que su rol es ser contrapeso al gobierno, y un Legislativo y un Poder Judicial que brillan por su ausencia. El Estado se ha encarnado en el (des)gobierno.
La verdad es que estamos solos, en total indefensión. Lo que, en todo caso, ya sabíamos desde el 18 de octubre del año pasado, cuando la represión y las medidas absurdas se sucedieron como si en Chile el estado de derecho estuviera pintado.
Piñera, guiado por su mentalidad de winner cortoplacista y siendo él mismo una de las personas más ricas del país, se la está jugando por la sacrosanta cruzada de “salvar a la economía”. Es decir, por salvar a su pandilla y a él mismo. Porque, no hablamos de los trabajadores ni de las pymes, sino de el gran capital: los grandes grupos económicos, la banca y las transnacionales.
Nadie en su sano juicio ignora que velar por la producción de, como decía el propio Adam Smith, “cosas necesarias y convenientes para la vida” es muy relevante. Pero, hoy la única prioridad del gobierno son los grandes agentes económicos.
Por eso la maquinaria propagandística nos quiere convencer de un dilema que no acepta matices ni menos otras opciones: es la economía o el caos. Y en medio de la pandemia y la paralización de diversas labores productivo-comerciales, por supuesto que el dinero para los salarios tiene que salir de algún lado. Pero, otra cosa es darle carta blanca a las empresas respecto a trabajadores en cuarentena o en franco peligro de contagio si asisten a sus labores usando, además, el sistema de transporte público.
Así, estamos viendo los estragos, sin aún llegar la peor parte, de la “Ley de protección del empleo”. Un insultante eufemismo, a la altura de la “Pacificación de La Araucanía”, para dejar a las empresas protegidas y a los trabajadores obligados a usar su seguro de desempleo… que dura tres meses y con cifras menores a cada mes.
¿Pura desidia o improvisación que “tira la pelota pa’ adelante” noventa días y así ganar un poco de tiempo para sacar algún otro guarén del sombrero? Porque esto ya es demasiado parecido al fraude del “Pepito paga doble”.
En estos momentos, sencillamente, el gobierno le ha rogado misericordia al sector privado y ha dejado en claro las opciones de las personas: trabajan arriesgando su salud o piden dinero a la banca, a algún familiar o empiezan a vender algo (pan, sus muebles, su ropa, etc.). No esperen nada del Estado… Mala época para que los más despistados se enteren ahora de qué se trata el neoliberalismo.
Cualquier persona mínimamente cuerda sabe que un gobierno no puede tomar palco ante una crisis. No puede esperar que suceda algo bueno al “crear” incentivos fantasiosos o injustos, para que ese mecanismo automático que creen los tecnócratas que es la sociedad-economía “reaccione” tal como “predijeron”. El punto es que la ideología del “enfoque económico” empapa esta administración y no hay mejor sistema para persona mediocres: no exige leer mucho, ni reflexionar y menos tener calle.[1]
¡La mano invisible no existe genios! Menos en un país donde reinan las colusiones, no se resguarda la competencia, hay concentración económica, etc. Ese es nuestro pseudoliberalismo antiliberal, el resto es propaganda. Las décadas de silencio de la derecha y de buena parte de los economistas libremercadistas, es prueba de que la (pseudo)política de los primeros y la “ciencia” de los segundos solo salvaguarda intereses.
¡Gobiernen torpes! ¡Hagan política!… ¡¿De qué creen que se trata administrar un país?! Queda en evidencia la mansedumbre intelectual de quienes explicaron votar a Piñera por ser empresario y saber manejar compañías: obviamente lo haría bien con un país. Cuando, con una mínima capacidad reflexiva, se sabe que en el contexto neoliberal el objetivo de una empresa es ganar cuánto dinero sea posible. Lo cual no tiene nada que ver con el mandato de un gobierno: velar por el bien común del pueblo. Para una compañía el dinero es un fin, para un gobierno un medio… ¡Y a estas alturas ni hablar del argumento de que los ricos no roban porque ya tienen dinero!
Cualquier persona con una capacidad cognitiva aceptable, puede preguntarse hoy con justa razón: ¡¿qué esperan para sentarse a conversar con el mundo social, laboral y empresarial?! Y desde ahí generar un plan de emergencia en el cual todos contribuyan. Pero, sobre todo, esos que han acumulado miles de millones por todas las ventajas legales y tributarias que el Estado les han regalado por décadas.
Insisto: ¡Gobiernen torpes! ¡Hagan política!… ¡¿De qué creen que se trata administrar un país?!
Como están las cosas, nos mata el virus o la indignación.
[1] Baste recordar tres ejemplos vergonzosos, de entre los cuantiosos que nos ha regalado esta administración: Piñera declarando que si la educación fuera gratis los estudiantes no la valorarían; la ministra de Transportes sin entender porqué los escolares protestaban por el alza de pasajes de Metro si a ellos no se les afectaba; y el subsecretario de Redes Asistenciales explicando que si el gobierno decretaba la gratuidad del examen para detectar el covid-19 los laboratorios la dejarían de producir.
por Andrés Monares