Corrientes Culturales

Patrimonio cultural desde abajo y desde dentro, como una nueva forma de construcción de sociedad y memoria

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Desde el 19 de octubre de 2019 hemos visto la irrupción del patrimonio inmaterial desde abajo enfrentándose al patrimonio tradicional impuesto desde arriba, por medio de la emergencia de nuevos simbolismos que iban más allá de los heroicos sucesos militares del siglo XIX y de los elementos materiales ligados a las edificaciones antiguas relacionadas con la oligarquía chilena heredera “Ser Republicano” formado bajo el alero del peso de la noche portaleano, donde las lógicas terratenientes y empresariales se fusionaron para estilos de gobernanza autoritarios con valores de la hegemonía predominante y sus valores basados en la semejanza al Europeo y en el menoscabo al trabajador, al campesino humilde y más aún a lo indígena.

 

Ha sido el Chile que despertó en octubre de 2019, aquel que ha nacido para problematizar nuestra herencia colonial y republicana, accionar que ha logrado desentrañar esas herencias simbólicas que generalmente ocultaban todo aquello que no fuese por el camino de la civilización, donde la barbarie no era mencionada, más bien relegada y olvidada en un segundo plano.

 

No obstante, la barbarie del siglo XXI mucho más instruida y educada que en el pasado, dejó enterrado el argumento de menoscabo portaleano de las élites del siglo XIX, de que “la democracia es un absurdo en los países como los nuestros, donde los sujetos carecían de toda virtud y educación”. Hecho que ya no es una verdad más bien todo lo contrario, porque en los últimos 60 años la escolaridad en Chile ha aumentado, si bien hay desigualdad debido a múltiples factores, el pueblo se ha instruido e incluso a generado primeras generaciones universitarias proveniente de los sectores populares, donde la noción de “Regeneración del Pueblo” de Recabarren se sigue reproduciendo aunque con menor velocidad que en la juventud de nuestros abuelos, más bien se ha ido perdiendo, por múltiples factores de enajenación, pero siguen rastros en el subconsciente de la nación, gatillando un estallido que dejó al descubierto la precariedad material del país más desigual de Latinoamérica y la disputa de la memoria hegemonizada por solo una cara de nuestra historia y no por la de los más desfavorecidos.

 

Al decir de Recabarren la educación es la mayor arma de un pueblo para romper sus cadenas, tal como aconteció con la emergencia del 18 de octubre, donde puso entre dicho los conductos de la memoria y la esencia misma de nuestra identidad.

 

Ha sido la memoria de los bárbaros la que ha emergido desde las tinieblas por medio de la emergencia de nuevos referentes nacidos bajo la lógica impuesta del sentido común propuesto por los movimientos sociales del XXI, como el negro Matapacos convirtiéndose en el principal referente de la revuelta, a pesar que no existiese en vida el perro símbolo de las protestas de 2011.

 

Pero el perro negro de pañoleta roja no fue el único simbolismo emergido desde la protesta social. También lo han sido los símbolos que han disputado su sobrevivencia en los espacios públicos como el “Rehue” el símbolo más importante de la cultura Mapuche, donde se representan las siete escalas de la divinidad presente en la “Plaza Dignidad”.

 

Asimismo, el cambio de noción del patrimonio cultural de nuestros días es el nombre de «Plaza Italia» a «Plaza Dignidad» donde se evidencian dos cambios elementales en la instauración de un nuevo sentido común «desde abajo», el primero es que se elimina el apelativo de «Italia» ligado al mundo colonial europeísta, al principal centro de congregación de personas. Segundo el establecimiento de la palabra «dignidad» apelando a que es un lugar que congrega a lo colectivo en la búsqueda de la unión de las disputas que reúnen al «pueblo» y criticando a su vez la herencia colonial europeísta que dejaba en desmedro lo propiamente originario y nacido en Latinoamérica.

 

Es decir, la disputa por el patrimonio inmaterial y material, trasciende una disputa por el espacio que se convierte en una lucha entre el sentido común un hegemónico ligado a la gestación de la institucionalidad tradicional que emerge desde arriba y se enfrenta a un sentido común que emerge desde abajo disputando lo mayoritario por medio de la irrupción en el espacio geográfico y en la memoria colectiva.

 

Por eso el símbolo del negro Matapacos trascendió de Arica a Punta Arenas, por medio de una estatua trasladada de plaza en plaza en las comunas de la Región Metropolitana y Valparaíso o en lienzos, dibujos banderas y chapitas en el resto de Chile

(Foto: Marianela Aravena)

 

También la disputa se dio en las paredes de todo Chile donde aparecían relatos o frases de los sentires experimentados por el estallido social, donde había una disputa en el posicionamiento de los relatos y de la apropiación del espacio, el cual pudo ser cuestionado por los vecinos de algún barrio o sector o que inclusive fueron pintados.

 

A todo lo mencionado, se suma que la mujer gran relegada de la historia de Chile con el estallido social emerge como el gran sujeto a seguir, siendo el feminismo la principal bandera del estallido social de octubre, creando significados del patrimonio cultural inmaterial para la posteridad como la performans de Las Tesis «El patriarcado es un juez», que nació en Valparaíso y recorrió todos los rincones de Chile y el mundo, transformándose en el himno musical de la revuelta social Chilena, por tanto la mujer y el feminismo disputan la hegemonía de un nuevo sentido común que se plasmó en un nuevo simbolismo y patrimonio para Chile, donde los grandes procederes no son tan sólo hombres, más bien mujeres que trabajan para transformar su realidad desde lo común y la simpleza del cotidiano.

 

Por tanto, el estallido social deja en evidencia que no hay una sola noción del patrimonio sino más bien explícita que hay diversas formas de construcción patrimonial y que la última palabra no está dada por el patrimonio resguardado por una visión tradicional promovida desde la institucionalidad, también hay una noción de patrimonio en la remembranza desde la colectividad y los sujetos movilizados.

El patrimonio no son solo las edificaciones antiguas provenientes de la élite, ni tampoco los grandes monumentos, ni los hombres y ni las grandes estatuas de hombres de la oligarquía. El patrimonio también es de aquellos que no son los grandes personajes de los libros de historia, también pertenece aquellos cuyo capital económico, social y cultural no era suficiente para destacar en la sociedad.

 

El patrimonio cultural también es el que está presente en las poblaciones, en los barrios, en los colegios, en las mujeres y en las ciudades alejadas de la capital.

 

El patrimonio cultural inmaterial también está presente en los relatos que no dependen de la aprobación de lo institucional, pues los mismos pueblos pueden recuperarlo de manera autónoma y con recursos bien administrados desde la comunidad.

El patrimonio cultural inmaterial también está presente en el relato del accionar colectivo y en la identidad del movimiento estudiantil, este puede ser recolectado por sus comunidades o por los mismos estudiantes sin que impere una visión en su recolección impuesta desde arriba.

No hay una sola forma de patrimonio cuando todos pueden construirlo, son estos simbolismos que emergen, los que deben ser recordados y bien archivados para las generaciones venideras, pues el patrimonio desde abajo y desde dentro de los sujetos partícipes es una forma de construcción de memoria y de nuestra historia, que no necesariamente debe estar ligada a los grandes personajes ligados a la élite económica o política, sino que también puede estar relacionada a los sujetos comunes, cuyo protagonismo está en lo colectivo y no en lo individual, ni en la superestructura estatal.

 

El patrimonio es una forma de disputa de un nuevo sentido común y promueve una nueva noción de Gestión Cultural, una que va desde abajo, por medio de la unión de recursos de las mismas comunidades, actores sociales y fundaciones. Tal como lo han hecho algunas poblaciones o archivos estudiantiles por medio de la construcción colectiva y no bajo el alero y financiamiento de los grandes grupos económicos que defenderán en los proyectos donde se resguarden sus propios intereses monetarios y sus valores, cuando el patrimonio es de todas y todos.

 

 

Marianela Aravena G. es Magíster en Historia, Diplomada de Postítulo en Gestión Cultural y estudiante del Magíster en Ciencias Sociales, Mención Sociología de la Modernización, Universidad de Chile.

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