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Incertidumbre, crisis en tres tiempos: Coronavirus y otros entuertos

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La etapa actual de la vida, con toda su tecnología, crímenes de lesa humanidad, contradicciones, puntos muertos y otras ambivalencias, nos hace sentir que es un soplo la vida, y en ella, nosotros, los seres humanos, parecemos condenados a manchar todo lo que tocamos.

En tiempos de crisis, primero se muestra lo que profundamente es cada quien, luego se produce un cambio, solo que al ritmo en que van las cosas, todo parece indicar que el cambio se producirá con retraso. Se nos informa a grandes líneas el hora a hora del avance de la pandemia y las reacciones tardías, ineficaces o contradictorias del aparato. Sin embargo hay una distancia entre parecer y ser o si se quiere, podemos decirlo de otra manera: hay un terreno baldío entre lo que se dice y como se dice y lo que se omite o simplemente no se toma en cuenta, con lo cual podemos entender que se informa para producir una reacción de pánico en la gente. Salvo que la verdad termina siempre por imponerse.

 

Primer tiempo, la improvisación

Al momento de escribir estas lineas la cifra mundial de infectados supera el millón doscientos mil (abril, 5, 2020), una cuarta parte corresponde a un solo país. Los muertos suman más de 64 mil. Son las cifras de la incertidumbre. Los periódicos en sus diversas formas, intentan informar, solo que una cosa son las cifras, otras las variopintas opiniones de los expertos, pues hacia adelante, sin una vacuna, todas las medidas que se toman tienen efectos secundarios, con repercusión en la salud de la gente, sea por falta de ingresos que aseguren la comida mínima, sea por que la salud tiene un costo superior a los ingresos, sea por la avanzada edad, la gente comienza a morir de efectos secundarios, estas muertes no son contabilizadas.

El periodismo imperante ve los hechos bajo una suave niebla amarilla, en general dicen algo, sin nunca ir a las causas profundas. Es como si todo se redujera a mostrar fotos, hechos descontextualizados, luego pasan a otro asunto. Hay sus notorias excepciones, solo que en el imaginario colectivo, son casi una gota en el mar.

Se dice que en una guerra la primera baja es la verdad, necesario es recordarlo aquí, una pandemia no es una guerra, pero el sistema tiende a tratarla como tal, entonces, la primera baja ha sido la verdad. Corresponde a cada uno de nosotros buscarla hasta descubrirla. A modo de indicio yo me atrevo a enumerar los otros hechos que han acelerado lo que es altamente contagioso. En beneficio de unos pocos se ha privatizado la salud, en otros lados se ha reducido drásticamente el presupuesto del sistema de salud, en definitiva en muchos casos no hay los implementos médicos necesarios para hacer frente a una pandemia como la actual, otro factor a tener en cuenta es que una enorme mayoría de políticos no tiene la más remota idea ante qué estamos confrontados ni si tal o cual medida es la correcta. No faltan quienes piensan, en primer lugar, en medidas de efecto mediático, que le aseguren continuar en el puesto. Así las cosas, lo más probable es que sepamos cuantos mueren por la infección, sin considerar que quienes luchan en la primera línea, no disponen de las mejores armas, nada sabremos cuantas personas morirán de hambre, quizá en un año sepamos que los pobres han aumentado en número y en pobreza con todas sus nefastas consecuencias.

 

Segundo tiempo, una cuota de desprecio

En este instante de suspenso, lo más que tenemos es incertidumbre y un río de hechos que continúan su viaje hacia el punto del no retorno. Hablo de los números en contra, como trabajar por un sueldo que apenas alcanza para no morir de hambre, el aumento de la delincuencia y la inseguridad, la corrupción, las crecientes y nefastas consecuencias del cambio climático y otros. En todo esto hay un responsable mayor, la forma de relacionarnos, es el capitalismo que hace agua, pero continua su marcha hacia el abismo.

Reporta Médicos y pacientes. Com (España) que el año pasado hubo 5 millones de casos de influenza, los muertos fueron 650 mil. Alejandro A. Tagliavini del periódico digital El nuevo Herald.com nos dice: “…el hambre es la mayor pandemia global. Mueren unas 24,000 personas ¡cada día! por causas relacionadas con la falta de alimentos.”

Esta cifra da al año, otra monstruosa: 8.760.000 de personas mueren por causa del hambre, más adelante agrega:

“Algo no cierra. La naturaleza es sabia y sobre abundante y, de hecho, permite que se produzca un 60% más de lo que la humanidad necesita para alimentarse. Insólitamente, en la producción de alimentos que no se comerán, a nivel global se utilizan 1.400 millones de hectáreas, y así se pierden anualmente 1,300 millones de toneladas métricas.”

Vivimos en un mundo profundamente injusto. Por razones de negocio, la gente muere de hambre, los alimentos se botan a la basura. La inteligencia está en otra parte. Asistimos al teleteatro de los poderosos atacados por algo infinitamente pequeño, escurridizo, transferible, capaz de echar por tierra todos sus poderes. Los presidentes, muchos copiando al insólito señor del imperio, hacen su aporte de vergüenzas como mejor pueden.

El detalle lacerante es que se actúa desde el desprecio, que es intrínseco al poder, sin tocar para nada lo de fondo, aunque bueno es decirlo, hay atisbos de ver la realidad. O salimos todos juntos de este atolladero o perecemos, esto último no significa que vayamos a morir todos, simplemente perecemos en nuestra capacidad humana y todo lo que eso conlleva. Es la hora de mirar profundamente los ojos fríos de la muerte. No es la pandemia la que causa las muertes que lamentamos, es el sistema económico social, a unos los mata de hambre a otros por no contar con un servicio de salud social humano, el sistema prioriza la economía por sobre la vida.

Tercer tiempo, aprender de los errores o más incertidumbre

Entonces, salvar vidas no es una labor de los hospitales, es antes que nada una labor de toda la sociedad y para tal efecto es imperioso cambiar la forma en que vivimos. Fácil decirlo, pero las crisis son una prueba de fuego, no para quemarnos en ella sino para quemar lo que no sirve a la humanidad. Se dice que si algo no nos mata, nos fortalece, esta crisis es una oportunidad para fortalecernos en valores solidarios y esto no es un asunto estrictamente personal, es un asunto de comportamiento, de compartir valores, de ver y pensar al otro, es un asunto de conducta personal nueva siendo parte activa del conjunto social. Lo que el Covid-19 está demostrando es que el sistema no ve la realidad en toda su dimensión, se lo impide la ideología.

¿Cómo se mueve el poder, mayoritariamente en manos de personas con inteligencia media menos que regular? La primera regla es que el poder se regula a si mismo y en cualquier circunstancia su prioridad es defender a la clase que lo detenta. El poder no es un bastón de mando que se le otorga a una autoridad moral, es una poderosa facultad de tomar decisiones en nombre de todos, pero en interés de unos pocos. La segunda regla es que el poder justifica su actuar como si este fuera de interés general, lo cual ya está demostrado, no es así.

Hacia adelante la única certeza en vencer la incertidumbre con medidas que muestren el mejor lado humano de cada uno de nosotros. Crear un servicio médico global, con hospitales donde sea necesario, centros de investigación, laboratorios con producción de medicinas a precio razonable, insumos médicos de primer orden y la seguridad de que en caso de enfermedad tendremos un servicio de salud que funcione a plena capacidad. El Covid-19 está demostrando que la salud no puede ni debe ser un negocio, altamente rentable para unos pocos. Si los diversos gobiernos están invirtiendo lo que invierten, sea por no trabajar, cerrar fronteras, subvencionar sueldos, etc. bien pueden coincidir en la necesidad de trabajar unidos para crear un servicio médico global, que nos asegure la debida protección y que estos casos catastróficos de epidemias y pandemias no se vuelvan a repetir.

Paralelo a esto debemos pensar en como lograr una mayor conciencia y una remuneración ética por nuestro trabajo. Los recursos existen, es cosa de sacarlos de donde están acumulados en beneficio de unos pocos. Es hora de terminar con un sistema que prioriza las cosas y no las necesidades de los seres humanos. Ante el drama que vivimos todos, la riqueza de unos pocos se vuelve un insulto a la inteligencia humana.

 

Por Tito Alvarado

 

 

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