Este será el Chile Covid-19: Economía de guerra y aumento de las desigualdades
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Hoy en día, en Chile, es difícil hablar de economía de guerra. Primero, porque la guerra le recuerda a una gran cantidad de compatriotas la irrupción de los militares en la conducción del país y la sistemática violación de los derechos humanos que siguió a ese golpe de estado. En segundo lugar, porque el Presidente Piñera habló de una guerra que supuestamente estaría en curso en el transcurso de las protestas sociales del año pasado, con lo cual se ganó la repulsa de casi todo el país y dejó – por lo menos al sistema político – sin condiciones de volver a usar esa palabra.
Pero, además, con ese concepto, las acciones y definiciones que el país necesita parecen limitarse al mero ámbito de lo económico, cuando precisamente lo que la ciudadanía reclama es que la economía pierda su centralidad y sus prioridades y se ponga íntegramente al servicio de lo sanitario y de la preservación de la vida y de las condiciones de existencia de los chilenos. En otras palabras, ponerlo todo al servicio de la gente, incluso la economía.
Sin embargo, el concepto de economía de guerra se va imponiendo lenta pero inexorablemente en las reflexiones y recomendaciones que se hacen en diferentes países en relación a la pandemia que sufrimos hoy en día. Así, por ejemplo, recientemente la Dra. Alicia Bárcena, Directora Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, CEPAL, respondiendo un cuestionario periodístico, publicado rapidamente en diferentes medios internacionales, dejó en el tapete de la discusión la necesidad de establecer, por lo menos en el ámbito latinoamericano, “algo que se parezca mucho” a una economía de guerra, como forma de enfrentar la crisis del coronavirus.
Como quiera que sea, el concepto de economía de guerra, y las acciones y las políticas que de él se han derivado – sobre todo en los momentos dramáticos de la segunda guerra mundial – dejan algunas experiencias que pueden ser útiles en el presente.
En primer lugar, se necesita movilizar y concientizar a toda la población tras los objetivos y las batallas que se llevarán adelante y exigir sacrificios a todos por igual, o a todos de acuerdo a sus posibilidades. En el Chile de hoy parece evidente que el peso de las batallas presentes y futuras descansarán en los hombros – o en los estómagos – de los sectores sociales más vulnerables – trabajadores informales, cesantes, trabajadores por cuenta propia, pymes – sin que la ciudanía tenga claro qué sacrificios se les está exigiendo a los sectores más poderosos económicamente del país, que incluso aumentan sus ventas y sus ganancias en la actual situación. Siguiendo la famosa frase del padre Hurtado, el aporte de cada uno tiene que ser “hasta que duela”. Los trabajadores ya han captado claramente los dolores que se les vienen encima, pero ello no se corresponde con el sacrificio que se les impone a los sectores de más altos ingresos del país.
En segundo lugar, se necesita un mando único, claro, respetado, resolutivo y con capacidad de comunicación, al estilo del gabinete de guerra que estableció Churchill al calor de la guerra con Alemania. Un colectivo de esa naturaleza tiene que ser plural, incluyendo a diferentes sectores institucionales, sociales y políticos y generador de las grandes directrices estratégicas en relación a los objetivos que se espera conseguir. El diseñar y llevar adelante una determinada estrategia implica tener claro cómo se van a conseguir los objetivos y como se van a desarrollar los acontecimientos. No puede ser una instancia que meramente reaccione frente a lo que va sucediendo, sino que tiene que tener un plan de acción que presida sus decisiones y que se adelante a los acontecimientos.
El llevar a la práctica esas directrices estratégicas tiene que estar en manos de otras instancias de carácter operativo tales como los ministerios, las ramas de las fuerzas armadas, las intendencias, los seremi, los municipios y diferentes instancias de la sociedad civil. Hay que despertar y canalizar toda la responsable energía creadora del pueblo, sin pretender decidir centralmente sobre cada detalle de esta gran batalla nacional. A modo de ejemplo, no puede ser un problema presidencial o ministerial el decidir centralmente sobre si se establece o no una cuarentena en la ciudad de San Pedro de la Paz o en la caleta Tortel, o en qué esquina de la ciudad se pondrá un piquete policial a controlar los permisos y salvoconductos. Esos son problemas que se pueden resolver localmente, al tenor de las directrices centrales que existan al respecto. Hay que imponer los criterios de la descentralización en la toma de decisiones operativas, por un lado, y de la inclusión social e institucional, por otro, como mecanismos encaminados a enfrentar hoy día la crisis sanitaria y, mañana, como mecanismos permanentes de nuestra institucionalidad nacional.
Por Sergio Arancibia
Gino Vallega says:
Tiene toda la razón , la instancia local debe ser definida por las autoridades locales y no por Piñera y su «costilla» médica ; pero cómo le quitan las ganas de mostrarse en Tv ó rodeado de sus pupilos a Piñera ,que es ego puro y patrón de fundo ?La peor amenaza de Chile en este momento trágico es PIÑERA.