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Filosofía Covid-19: ¿Se viene un capitalismo más feroz o un comunismo renovado?

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Es ya evidente que está haciendo temblar los mercados. Pero, a largo plazo, ¿el coronavirus podría derribar al capitalismo? El siempre rápido de reflejos Slavoj Zizek acaba de publicar el que seguramente sea el primer ensayo sobre coronavirus. La tesis de Pandemic! Covid-19 shakes the world (Pandemia! Covid-19 sacude el mundo) es que la actual crisis sanitaria desnudó las debilidades de las democracias liberales y que el mundo se encamina, entonces, hacia un efecto político positivo. “Barbarie o alguna forma de comunismo reinventado”: tal es la dicotomía que encuentra el esloveno en este crudo y complejo escenario histórico, también inédito.

En un contexto en que la información satura e invade mentes y hogares, puede resultar saludable o aunque sea rico introducirse en miradas que se corren de las noticias del minuto a minuto. Son varios los pensadores contemporáneos que han mirado la pandemia: los italianos Giorgio Agamben y Franco «Bifo» Berardi, el croata Srećko Horvat, la estadounidense Judith Butler, el francés Alain Badiou y el surcoreano Byung-Chul Han son algunos de los que se expresaron al respecto. La pregunta por el devenir del escenario económico mundial está en casi todos los enfoques.

El nuevo material de Zizek es breve, 120 páginas, disponible tanto en papel como en formato digital a través de la editorial OR Books. Va en sintonía con teorías explayadas en un artículo previo para el portal RT , en el que Zizek -marxista, cinéfilo- definía a la pandemia como «un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista», en otra de sus habituales conversaciones con la cultura popular. Fue un artículo que hizo ruido en las redes sociales -sería lo que muchos querrían oír- y que desató una respuesta de Byung-Chul Han. “Zizek se equivocaEl virus no vencerá al capitalismo”, sentenció en una columna para el diario El País.

Mientras el nuevo fantasma recorre el mundo dejando cada vez más muertos e infectados, en Pandemic!… Zizek plantea que un “enfoque comunista” -renovado, claro- es el modo de salir de la encrucijada. Estados-Nación puestos al servicio de la defensa de los más débiles. El virus puso en evidencia que vivíamos con otro virus dentro, naturalizado: el capitalismo. Es una oportunidad para liberarse de la «tiranía del mercado». Pero a la vez el autor no es «utópico»: no cree que el conflicto haga crecer la «solidaridad entre los pueblos». Porque por estos días la solidaridad es más bien “instinto de supervivencia» y, como tal, «racional y egoísta».

Resonaron «especulaciones que apuntan a la caída del comunismo en China, de la misma forma que Gorbachov dijo que la tragedia de Chernobyl llevó al fin del comunismo soviétivo», pero la paradoja -siempre según Zizek- es ésta: «El coronavirus nos obliga a reinventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia”. Los roles de la prensa y los gobiernos no escapan a su análisis. Aunque en su opinión China gestionó mejor el coronavirus que Italia, critica el ocultamiento de datos negativos de parte de las autoridades de la República Popular. Por otra parte, arremete contra el Reino Unido y Estados Unidos por su empeño en mantener la calma de los ciudadanos y en exhibir control a través de la mentira. «Los medios nos lanzan repetidamente el mensaje de ‘no caigan en el pánico’ y, a continuación, disponen una serie de datos que nos llevan necesariamente al pánico«, cuestiona.

El filósofo que inspeccionó la forma de los inodoros para acercarse a la ideología de los países también se anticipa al impacto del coronavirus en la vida cotidiana. No seremos tan alegres en los parques, no entraremos con confianza a baños públicos, y hasta tendremos dilemas para tocarnos la cara. «No son sólo el Estado y sus agentes quienes nos controlarán, también debemos aprender a controlarnos y disciplinarnos a nosotros mismos”, insta. Quizá la sensación de seguridad quede reservada para la realidad virtual. Moverse libremente en espacios abiertos a lo mejor sea, en el futuro, privilegio de un par de «ultra ricos» que cuenten con propias islas. Pero no todo será tan malo: avizora la desaparición de los cruceros  -«lujo obsceno»-, así como también un freno en la producción de automóviles, algo que podría conducir a vías alternativas de movilización, más sanas para el planeta.

El ensayo da lugar también al humor y a recuerdos personales. Cualquier similitud con la actualidad no debe ser mera coincidencia. «En mi juventud, en la Yugoslavia socialista, empezó a correr un rumor que decía que no había reservas de papel higiénico. Las autoridades respondieron: ‘hay suficiente’. Sorprendentemente, la población lo creyó. Sin embargo, un consumidor medio razonaba de esta manera: ‘Sé que el rumor es falso, sé que hay papel higiénico suficiente, pero, qué pasa si el resto de la gente cree que no hay reservas y se lanza a por el papel de las tiendas y causa una carestía… Mejor voy a comprar papel». Un fenómeno pasado totalmente en sintonía con las recientes imágenes de supermercados repletos, consumidores al borde de la desesperación y carritos con pirámides de este producto.

La polémica con Byung-Chul Han

«Zizek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal y evoca un oscuro comunismo. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Se equivoca. Nada de eso sucederá”, respondió Byung-Chul Han. «La emergencia viral y el mundo del mañana» (22 de marzo) se titula la columna del pensador nacido en Seúl y radicado hace 35 años en Berlín. Está completo en Lobo Suelto , con traducción de Alberto Ciria. «Tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución”, apuntó.

El autor de La sociedad del cansancio –quien también tiene una mirada crítica de las desigualdades y excesos del sistema económico capitalista- cree que el virus es apenas la gota que colmó el vaso. “La globalización suprime todos estos umbrales inmunitarios para dar vía libre al capital. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”, concluye. Si bien por momentos los pensamientos de uno y otro filósofo son diametralmente opuestos, en ciertos puntos no son tan diferentes. En definitiva, quizá sea rimbombante, polémico Zizek al presentar los temas, pero su mirada no excluye al sujeto. Respecto de la solidaridad, esto es lo que piensa Han: “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte (…). La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus”, advierte.

Al comparar las medidas de las naciones asiáticas con las europeas, llegó a la conclusión de que la «mentalidad autoritaria» de las primeras genera más obediencia y que Europa «está fracasando» en la batalla: «Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada de soberanía. Pero es una de soberanía en vano«. Han cuestionó, además, el modelo de control policial basado en la vigilancia digital que Pekín utilizó para encarar exitosamente la pandemia y que permitirá a China exhibir «la superioridad de su sistema con más orgullo» e incluso exportarlo.

Zizek reapareció y contestó con declaraciones a El Mundo: «El comunismo que debería prevalecer ahora no es un sueño oscuro sino lo que ya está ocurriendo. El Estado debe asumir un papel mucho más activo». Y agregó: «Han dice que los países occidentales están reaccionado de forma exagerada porque se estaban acostumbrando a vivir sin enemigos abiertos y tolerantes, sin mecanismos de inmunidad, por lo que cuando surgió una amenaza real entraron en pánico. ¿De verdad? ¿No está todo nuestro espectro político y social impregnado de visiones apocalípticas, amenazas de catástrofe ecológica, miedo a los refugiados musulmanes, defensa del pánico de nuestra cultura tradicional contra el universo LGBT y la teoría de género? Intenta hacer una broma y sentirás inmediatamente la fuerza de la censura de lo políticamente correcto. Nuestra permisividad hace años que se convirtió en lo opuesto».

Pensamientos desde el foco de la pandemia

Otros filósofos que miraron la pandemia para entenderla son de Italia, cuyas cifras de muertos e infectados aumentan exponencialmente cada día. El artículo «La invención de una epimedia» (26 de febrero), de Giorgio Agamben, no va tanto al hueso del capitalismo pero contiene un halo de lo que a muchos fascina: teoría conspirativa. Toma como punto de partida declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche para afirmar que el coronavirus es «una gripe normal». «Pareciera que, habiéndose agotado el terrorismo como motivo de las medidas de excepción, la invención de una epidemia podría ofrecer el pretexto ideal para extenderlas más allá de todos los límites», escribió el autor de la serie Homo Sacer. Esto coincide con «una necesidad real de estados de pánico colectivo», desprendida de un «estado de temor» instalado en las conciencias.

«La limitación de la libertad impuesta por los gobiernos es aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerlo», sugiere. Hubo quienes entendieron que en este texto había un desdén en torno al alcance de la enfermedad. El francés Jean-Luc Nancy acusó al italiano de haber intentado una «maniobra de distracción» más que «una reflexión política». En cambio, llegando al final de su texto, luego de expresar su deseo de que no llegue a Europa un régimen policial digital similar al chino, Han dialoga con Agamben y lo cita, porque de ocurrir aquello «el estado de excepción pasaría a ser la situación normal» y «el virus habría logrado lo que ni siquiera el terrorismo islámico consiguió del todo».

El día en que Italia superó a China en cantidad de muertes fue publicada una suerte de crónica diaria mechada con reflexiones de Franco «Bifo» Berardi, disponible en la página de Caja Negra Editora . El filósofo y activista comienza con citas de Burroughs y Jefferson Airplaine y plantea al coronavirus como un «virus semiótico», como «fijación psicótica». Un «biovirus que prolifera en el cuerpo estresado de la humanidad global». Advierte que por primera vez sucede una crisis que no proviene de factores financieros o económicos, sino del cuerpo. «Lo que provoca pánico es que escapa a nuestro saber: no lo conoce la medicina, no lo conoce el sistema inmunitario. Y lo ignoto de repente detiene la máquina. (…) Bloquea el funcionamiento abstracto de la economía, porque sustrae de ella los cuerpos», dice.

«Hace tiempo que el capitalismo se encontraba en un estado de estancamiento irremediable. Pero seguía fustigando a los animales de carga que somos, para obligarnos a seguir corriendo, aunque el crecimiento se había convertido en un espejismo triste e imposible», escribe Bifo en el extenso y dinámico texto. Le discute al croata Srećko Horvat, otro de los que creen que lejos está el Covid-19 de ser una amenaza para la economía neoliberal, ya que lo entiende como el «ambiente perfecto» para el desarrollo de esa ideología.

Pero Bifo, en su Crónica de la psicodeflación, es más precavido que Zizek. Lo que para Zizek es golpe a lo Kill Bill, para Bifo es «detención de la máquina». Detención parida del agotamiento y el estrés de los cuerpos. Es más ambiguo al hablar sobre un futuro posible, aunque también aquí hay dicotomía. «Podríamos salir de esta situación imaginando una posibilidad que hasta ayer parecía impensable: redistribución del ingreso, reducción del tiempo de trabajo. Igualdad, frugalidad, abandono del paradigma del crecimiento, inversión de energías sociales en investigación, en educación, en salud. No podemos saber cómo saldremos de la pandemia cuyas condiciones fueron creadas por el neoliberalismo, por los recortes a la salud pública, por la hiperexplotación nerviosa». Según el post-deleuzeano hay dos caminos: o salimos de esta más «solos, agresivos o competitivos» o «con un gran deseo de abrazar, (de) solidaridad social, contacto, igualdad».

Francia acaba de extender su cuarentena hasta el 15 de abril. Desde su aislamiento, Alain Badiou descree tanto del carácter «inaudito», «nuevo» de la epidemia actual como del «evento fundador de una revolución increíble». No obstante, la conclusión a la que llega en su artículo «Sobre la situación epidémica»  -21 de marzo, también en Lobo Suelto- es ésta: «En cuanto a nosotros, que queremos un cambio real en los datos políticos en este país, debemos aprovechar el interludio epidémico e incluso el confinamiento, bastante necesario, para trabajar en nuevas figuras políticas, en el proyecto de lugares, nuevas políticas y el progreso transnacional de una tercera etapa del comunismo, después de eso, brillante, en su invención». De nuevo el comunismo, pero, eso sí, un comunismo finalmente «derrotado de su experimentación estatal», a diferencia del que postula Zizek. El momento exige, para el dramaturgo, filósofo y novelista, «una crítica cercana de cualquier idea de que fenómenos como una epidemia se abran por sí mismos a cualquier cosa políticamente innovadora«.

El texto ofrece una perspectiva sobre cómo «un dato fundamental del mundo contemporáneo» -el acceso del capitalismo de Estado chino a un rango imperial- dialogó con el tránsito local entre especies animales a humanos, que es «el punto de origen de todo el asunto». La «gran contradicción» es que la economía es parte del mercado mundial, en tanto que los poderes políticos «siguen siendo esencialmente nacionales». Así se sintetiza la «contradicción entre economía y política» que expone la pandemia. «Los estados nacionales tratan de enfrentar la situación epidémica respetando al máximo los mecanismos del Capital, aunque la naturaleza del riesgo los obliga a modificar el estilo y los actos de poder», postula Badiou.

Más allá de diferencias ideológicas y enfoques diversos, desde la óptica filosófica parece haber una coincidencia: la percepción de que el virus quita el velo a aquello que ya estaba -y estaba mal- o lo acentúa de manera radical. Por fuera de Agamben y Horvat, quienes trazan una perspectiva a lo mejor más distópica, en el resto de los pensamientos se detecta una oportunidad para la humanidad de crear algo nuevo. Puede adquirir el nombre de comunismo renovado, comunismo en tercera etapa o quedar fuera de las coordenadas simbólicas todavía. Volviendo a Bifo, el coronavirus es «la condición de un salto de salud mental que ninguna prédica política habría podido producir. La igualdad ha vuelto al centro de la escena. Imaginémosla como el punto de partida para el tiempo que vendrá».

El virus de la desigualdad 

Al parecer, el mundo de la filosofía es todavía un terreno machista. Una de las voces femeninas que se escuchó ante la pandemia fue la de Judith Butler. Para la posestructuralista estadounidense el fracaso de algunos estados y regiones para prepararse por anticipado, el refuerzo de políticas nacionales y el cierre de fronteras y la llegada de empresarios ávidos de capitalizar el sufrimiento global testimonian la «velocidad» con la cual «la desigualdad radical y la explotación capitalista encuentran formas de reproducir y fortalecer su poderes«.

La autora de El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad puso el ojo en el desesperado intento de Donald Trump de anotarse «puntos políticos» para asegurar su reelección a través de la compra de los derechos de la vacuna contra el coronavirus desarrollada por una compañía alemana. «¿Imagina que la mayoría de la gente piensa que es el mercado quién debería decidir cómo se desarrolla y distribuye la vacuna? ¿Es incluso posible dentro de su mundo insistir en un problema de salud mundial que debería trascender en este momento la racionalidad del mercado?», se pregunta. Augura un escenario de puja distributiva en torno a la vacuna. Una «distinción espuria» entre vidas a proteger y otras que quedarán a la deriva. «La desigualdad social y económica asegurará que el virus discrimine. El virus por sí solo no discrimina, pero los humanos seguramente lo hacemos, modelados como estamos por los poderes entrelazados del nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo», escribió en el artículo «El capitalismo tiene sus límites» , con fecha del 19 de marzo, originalmente publicada en Verso.

«La idea de que podríamos convertirnos en personas que desean ver un mundo en el que la política de salud esté igualmente comprometida con todas las vidas, para desmantelar el control del mercado sobre la atención médica que distingue entre los dignos y aquellos que pueden ser fácilmente abandonados a la enfermedad y la muerte, estuvo brevemente vivo. Llegamos a entendernos de manera diferente cuando (Bernie) Sanders y (Elizabeth) Warren ofrecieron esta otra posibilidad. Entendimos que podríamos comenzar a pensar y valorar fuera de los términos que el capitalismo nos impone», dice Butler. La propuesta de una salud pública y universal «revitalizó un imaginario socialista» en Estados Unidos, «ideal» que «debe mantenerse vivo en los movimientos sociales» en la lucha a largo plazo.

 

María Daniela Yaccar

Fuente: Página12

 

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