Poder y Política

Chile coronavirus, con la crisis sanitaria viene el colapso sistémico

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Durante los próximos días y semanas cambiará el escenario en Chile y Latinoamérica. La pandemia Covid-19, que ha hecho estragos en Asia y Europa, ingresará en nuestra región en su etapa más crítica. El número de contagiados, hospitalizados y fallecidos registra a partir de esta semana una mayor tasa de crecimiento en una progresión que será exponencial. Los registros y estadísticas en otras zonas y países atacados desde inicio de año por el coronavirus han establecido esta proyección, cuya reproducción sólo podría variar con políticas sanitarias de alta intensidad para controlar su avance. De todas ellas, y sin contar con una vacuna que podría tardar más de un año en estar desarrollada, la política de salud más eficiente ha sido el aislamiento no solo de los contagiados sino de toda la población. La cuarentena, junto a otras medidas de control, ha demostrado que es el método más disponible para frenar el avance viral.

 

De las dos grandes zonas atacadas por la pandemia, es Asia, y en especial China, fuente del coronavirus, la que ha demostrado mayor eficiencia en su control. El artículo titulado La emergencia viral y el mundo de mañana, que este fin de semana publicó el filósofo Byung Chul Han, contiene muchos antecedentes para comprender cómo los chinos y también coreanos y japoneses han logrado contener el avance del coronavirus y porqué motivos no ha sido posible hasta el momento reproducir estas prácticas en Europa y en especial en Italia y España. No sólo la expansión sin freno del Covid-19 se debe a los recortes en los sistema públicos de salud y la insuficiencia de camas hospitalarias y personal especializado sino a una cultura política basada en las libertades individuales que impide al Estado registrar información privada, como movimientos de las personas, lugares que frecuenta, hábitos, historial clínico, que para los chinos ha sido útil en el freno de la pandemia. Los chinos, a diferencia de los occidentales, no tienen problema en entregarles todos sus datos a las empresas de telefonía, las que derivan esa información al Estado. Con inteligencia artificial y big data, relata Chul Han, el estado chino ha hecho un seguimiento preciso de todos sus habitantes y ha podido controlar con alta tecnología la expansión viral.

 

China levantará el cierre a Wuhan durante los primeros días de abril en tanto la pandemia sigue su curso dramático en Italia y España y espera su turno para hacer algo similar o peor en Latinoamérica. Aun cuando Estados Unidos muy probablemente se vea intensamente afectado por el virus por la carencia de un sistema público de salud, el verdadero mal se extenderá desde la frontera con México hasta la Patagonia. La endeblez, deterioro, corrupción o simple carencia de un aparato de Estado, será alimento para el desarrollo viral.

 

Hasta el momento podemos ver en nuestra región dos estrategias en curso para contener la pandemia. Argentina, con menos contagiados pero varios fallecidos, ha declarado desde la semana pasada una cuarentena total; en el otro extremo está México y Brasil, que han minimizado el impacto que tendrá el virus. México, que ya registra tres muertes, pero todavía un número menor de contagiados, tiene a un presidente que diariamente le resta importancia al desarrollo de la enfermedad conminando a la población a hacer una vida social normal. Brasil está peor; con un número de contagiados que se acerca a los dos mil y más de quince fallecidos, está enfrentando la pandemia no sólo sin una estrategia clara sino en medio de una creciente crisis política con una población que busca la salida de Jair Bolsonaro, posiblemente el presidente más inepto de toda Latinoamérica. Un peligro de marca mayor al considerar que de sus políticas sanitarias dependen más de 200 millones de habitantes.




Pánico, pobreza y virus

 

El mexicano Andrés Manuel López Obrador, como también el mismo Bolsonaro, tienen un temor mayor: que el virus afecte la economía. Un miedo que muy probablemente pase a espanto. Con el colapso económico que ha hundido todos los mercados, las transacciones, los precios de los commodities, que ha diluído los valores de las divisas y los bonos, la economía mexicana, con una tremenda dependencia de su vecino del norte, ya está tocada. Como  la brasileña. El desastre de Wall Street de estas semanas aplastó también la Bolsa de Sao Paulo, las más grande de Sudamérica, para abandonarla a su suerte. La economía brasileña se contraerá este año, con suerte, en un punto. Pero seguramente será algo peor.

 

El miedo a la economía es el terror a la pobreza y al colapso social, que es un efecto de la tremenda desigualdad de nuestros países. México tiene unos cincuenta millones de pobres (40 por ciento de su población según cifras del Coneval). Millones viven en la informalidad, una inestabilidad que la paralización o cierre de las actividades comerciales y productivas los dejaría en la completa indigencia, en el hambre. Si a esta condición le agregamos el deterioro social, las bandas armadas, las mafias y la corrupción del Estado, el cierre de las ciudades bajo cuarentena conducirá a una explosión social. La duda de los gobernantes, que es tremenda, es sumar una nueva crisis a una crisis permanente pero aún administrada. ¿Qué será peor, morir de hambre, en las manos de bandas armadas, o por coronavirus?

 

En América Latina hay 184 millones de personas, un 30 por ciento de la población, en condición de pobreza. La tragedia anunciada no se limita a nuestros dos gigantes económicos sino a toda la malograda región. Qué sucederá con la población de Centroamérica, azotada por la corrupción política y las bandas, o con las masas de migrantes sin refugio.

 

Primero han sido las agencias de inversión. Después la prensa especializada y los medios internacionales. Desde los primeros días del crack de Wall Street y sus réplicas en Latinoamérica se estima que han salido de los otrora emergentes más de 83 mil millones de dólares en busca de activos más estables. El capital golondrina no tiene patria sino bolsillos y ha dejado estas latitudes antes de su hundimiento. Antes de su colapso. Una nota en Bloomberg hace una semana atrás se preguntaba cómo será el efecto de la pandemia en la región más desigual del mundo, en países que no tienen estado.

 

El caso chileno

 

En esta escena propia de una tragedia el caso chileno puede levantarse en los próximos días y semanas como el centro de los efectos de la pandemia en Latinoamérica. Chile ha ingresado en esta neblina viral en medio de un trance social y político no resuelto. El huracán vírico cargará todo su peso sobre una crisis social en latencia, sobre un sistema político destrozado y corrupto, un gobierno ineficiente, un empresariado indolente y altivo. Los estragos del virus rodarán por un territorio desigual, discontinuo y enfrentado. La fiebre subirá cuando todas las grandes contradicciones, sociales, económicas, culturales y políticas, estárán en su fase más abierta y sensible.

 

Chile puede colapsar bajo los efectos del virus. Con un estado mínimo que ha entregado todas sus actividades al lucro privado, con nulas redes de apoyo a los más vulnerables, con un sistema de salud público que ha sido centro de las protestas desde hace años, pero principalmente por el grado de insatisfacción de la población, el país reúne condiciones suficientes para que el virus sea también una nueva chispa en un estallido social. Esta vez de proporciones nucleares.

 

PAUL WALDER



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