Poder y Política

El Frente Amplio y sus avatares

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Ante el fracaso de la pirotecnia reformista de los gobiernos de la Concertación y Nueva Mayoría, -que ponían una cutícula de camuflaje reformista, sobre un trasfondo neoliberal-, (modelo que en definitiva profundizaron y consolidaron); y cuya entronización (travistió al Chile post-golpe, como el “buque insignia y laboratorio-social,” donde se ponían a prueba las remozadas teorías neo-libremercadistas). Sin embargo, este experimento, (construido sobre sangre y fuego post golpe), a poco andar, demudó, los mitos ideológicos y falacias teóricas, que -en los hechos,- ocultaban los latrocinios de las conquistas sociales salvajemente expropiadas, la depredación y robo de nuestros recursos naturales, la sobre-explotación de las capas medias y bajas, la total degradación institucional y la corrupción generalizada; en que derivaron 46 años de un modelo individualista/elitista, enfermos de la pandemia: “valorización del capital”; indiferentes ante el deterioro manifiesto de la vida individual y colectiva, del aumento permanente de los grados de explotación, la instrumentalización del Estado (subsidiaridad), como instrumento de represión e impedimento del desarrollo colectivo, el deterioro de las condiciones de trabajo y el subsecuente empobrecimiento progresivo de millones de chilenos.

 

Repensando el peso de la historia y la tradición.

 

En este espacio (dejado por los viejos partidos otrora vanguardia; pero hoy, partícipes de la Concertación y la Nueva Mayoría neoliberal), surge el F.A., que fue acogido en el seno del pueblo con renovadas esperanzas, porque eran vistos, como la expresión de una nueva generación de jóvenes, no contaminados con la corrupción y usurpación espuria de la política por parte del duopolio y, en consecuencia, una alternativa creíble que devolvería al demos, el rango de dignidad que corresponde al ejercicio de un poder equitativo y justo, en beneficio de todos, en el marco de una nueva democracia social, que comportaría, no solo el hastío de un modelo repudiado y abusivo, sino también, la fuerza imparable de la nueva sociedad que pugna por romper.

 

Lo que fue corroborado por el importante apoyo del pueblo, en las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias (2017).

 

Sin embargo, este éxito puntual y efímero, conllevaba también, dimensiones ocultas y condicionantes, necesarias para mantener o eventualmente ampliar (o no), el apoyo de tan auspicioso comienzo -entre ellas-: (i).-Nunca se logró la estrecha coordinación y fluidez en la comunicación -entre la dirección y las bases del F.A.-, con la bancada parlamentaria. El discurso discurría, que las bancadas tendrían la tarea de transformarse en voceros y transportadores de la expresión de las bases, en el Parlamento.

 

No obstante, -y como era de esperar; esta representación entraba en el circuito críptico (de una maquinaria de normas y leyes propias), preparada para triturar cualquiera iniciativa de bien común; sin olvidar los vestigios de una supuesta oposición (ex duopolio), -fracasada, oportunista y corrupta-, despojada de todo rumbo político; y por tanto, absolutamente voluble y no confiable. Además, tras esos muros, se respira un airecillo enrarecido y mareador, de efecto cuasi subliminal: de auto-reconocimiento mutuo en tanto elites; compartido y cómplice que, lentamente va desgastando las aristas filosas de las diferencias políticas, de forma tal, que suena como un exabrupto, ventilar allí, las crudas diferencias -que llegan desde afuera como ecos en sordina-, en medio del tráfago de la actividad de comisiones dialogantes, educadas y más o menos estériles, de los grandes temas nacionales e internacionales; inasistencias, pareos etc. Todo este micro-cosmos, va desgastando imperceptiblemente, aquellas expectativas militantes; de tener en el parlamento un eco directo de resonancia vinculante, que -poco a poco- devino cada vez más; evanescente.

 

Frente a la interposición de dos ponencias táctico/estratégicas; de “donde cargar el peso del trabajo partidario y del F.A.,: si en la vía parlamentaria o, poner el acento del trabajo partidario en la integración a las organizaciones sociales y el trabajo de base”; se optó claramente por la primera alternativa y, a pesar que ambas no eran excluyentes; primó el “fast track”; de ganar cuotas de poder con la alternativa que ofrecía réditos políticos más inmediatos; con la idea de conformar una mayoría parlamentaria que disputara el poder desde arriba. (Camino ya hollado y que; como una lección quemante y trágica de la historia reciente, apunta su dedo allí, como memoria viva (al brazo armado del capital): el golpe militar [1973] y al dramático fin de la Unidad Popular e inmolación del presidente S, Allende. –A menos que algún “inocente” aún crea en el “nunca más”).

 

Para hacerme entender un poco mejor, la hipótesis de este tercer punto, – acerca del peso de la historia y la tradición-, debo hacer una regresión muy sucinta, hacia la historia del siglo recién pasado: (i) la no propagación de la revolución bolchevique hacia el resto de Europa, la consolidación del estalinismo, la construcción del socialismo en un solo país; conforman un conjunto de factores que forzaron el reconocimiento de la coexistencia pacífica (que más tarde culmina con la guerra fría) y, el subsecuente cambio de “la línea política” del PCUS; desplazada ahora hacia contenidos más mutualistas y salariales –para los partidos filiales de los países capitalistas de occidente-, (entre ellos Chile), posponiendo los contenidos más radicales de una revolución proletaria. Así, la tesis del P.C., Chileno era: “una estructura industrial débil, refleja una burguesía débil, por tanto, lo que los trabajadores tenían que hacer (bajo el supuesto de un proceso de industrialización nacional), era coadyuvar a precipitar una revolución democrático-burguesa a través de la cual, una burguesía consciente constituida como clase autónoma, enfrentaría a la vieja oligarquía y, con ello, (el proceso de desarrollo industrial), produciría el correlato lógico de un proletariado fuerte, en condiciones de plantearse la tarea de una revolución anticapitalista.”

 

Revolución democrático-burguesa que nunca llegó pues, era una quimera pensar que los atisbos de industrialización, iniciados por el Estado (Corfo), no podían estimular a una burguesía tradicionalmente ineficiente y parásita, que jamás se constituyó como clase autónoma; ni menos en contra de la vieja oligarquía; la cual siempre la cooptó y subordinó, difuminando los débiles intentos de autonomía, con el poder hegemónico de raíces coloniales profundas, que siempre detentó la vieja oligarquía tradicional.

 

En consecuencia, -además de una burguesía débil-, este proceso de pauperización de los contenidos políticos (por parte del PCUS) para los partidos filiales de occidente, marcó el retraso y el subdesarrollo político de los trabajadores, tachando del mapa los contenidos políticos, y acantonándose en sindicatos pre-reducidas sus reivindicaciones a mejoras salariales y otras de carácter defensivo y solidario de protección social.

 

(Tradición implantada y conservada hasta el día de hoy).

 

Esta condición, hizo necesaria la tutela de las capas medias intelectuales, que se postulaban como delegados, transportadores/intérpretes oficiosos, de sus reivindicaciones. Lo que llevó también a subestimar a los trabajadores y otras tantas categorías sociales propias de nuestra estructura social: (pobladores, temporeros, pobres, ambulantes, cesantes, campesinos sin tierra, migrantes campo-ciudad etc.), como masa de maniobra manipulable, “incapaces de elevarse a la condición de sujetos políticos autónomos”.

 

Sin embargo, (distintos acontecimientos que expongo más adelante), han trastocado radicalmente la valencia social de los trabajadores y el pueblo, que hoy, se yerguen como gestores de su propia soberanía, de su propio poder constituyente, desechando delegarlo a tutores o albaceas oficiosos.

 

(Lamentablemente, acá no tuvimos un Mariátegui; que hubiese hecho la traducción del cuerpo teórico de Marx, a las condiciones político/sociales reales, de nuestras particulares y diferenciadas estructuras); propias de países pobres; siempre empobrecidos y explotados por los imperios de turno, (Español, Inglés, Norteamericano y, en un futuro próximo ¿Chino?), cuya consecuencia “natural” han sido el atraso, la dependencia, y la discriminación (o el simple exterminio) de las etnias originarias y, la pobreza endémica de las categorías sociales -más arriba mencionadas-. Aquí deseo iterar, la migración campo-ciudad, que que constituyen contingentes marginales, que pululan en la periferia de las grandes urbes (cinturones miseria), ínsitos de nuestras estructuras sociales como países atrasados, explotados y empobrecidos; en

 

 

las cuales no calzan los esquemas del marxismo ortodoxo y por tanto, es absolutamente miope o visco, excluirlos de los análisis como elementos disruptivos, a la hora de los grandes acontecimientos sociales insurreccionales: (tipo: 18.10).

 

La amplia panoplia política que abarcaba originalmente alrededor de 12 orgánicas, (en un comienzo), posteriormente se redujo a 9, con el congreso de Convergencia, (y hoy 6), solo podía prosperar en las condiciones de “mar calma” que precede a la tormenta que se avecinaba. Y, por tanto, lo que allí ocurrió como bien sabemos, fue una rebelión popular inédita, que cambió abruptamente la correlación de fuerzas a favor de los explotados, (no previsto en los análisis), lo que demudó la vulnerabilidad de una alianza funcional, pensada solo para una contingencia institucional.

 

En consecuencia, este “desaguisado”, dejó sin piso político a todo el F.A., además de demudar las diferencias políticas soterradas, que habrían permanecido latentes, en tanto cuanto no hubiesen sido precipitadas por aquel abrupto cambio de correlación de fuerzas, lo que provocara los profundos clivajes que conocimos y el subsecuente “puesta al día de las diferencias políticas” y, como consecuencia de tal quilombo; una profunda crisis política: caída de sus adherentes y/o simpatizantes y la diáspora de militantes. (Por su parte, la bancada parlamentaria, (además del “marasmo, post despertar”), se caracterizó durante todo el período previo, por una seguidilla de errores políticos inexplicables y pueriles errores políticos; entre otros: participación y aceptación de los 2/3, ley anti-saqueo, y otros menores, que los llevó a la vejante situación de pedir disculpas. Hoy, sus orgánicas se esfuerzan desesperadamente, por rebobinar la película y retomar el camino (que siempre fue el correcto); a través de los cabildos, y monitores o informantes de las instrucciones y preparación para el Plebiscito próximo, (si es que se logra hacer), y continuar la lucha en las calles; ya que, la derecha y la ultra derecha, también “han despertado”, y (al igual que otrora, -previo al golpe del 73-; disputarán las calles [con bastones retráctiles y cascos] –mejor preparados que la izquierda- para la lucha callejera]. Y todo bien orquestado por el piñerismo, empresarios, y las fuerzas represivas en pleno: infiltrados, militares, carabineros, PDI y los medios de comunicación, a cuyas líneas editoriales de sus mandantes, son obsecuentes).

 

En el último tercio del Siglo recién pasado, confluyeron una serie de hitos que marcaron la política mundial y determinaran su proyección por un largo período: (i)- La caída de los muros (el desplome de la URSS y las democracias populares). (ii)-La irrupción del sistema Neoliberal, (el viejo y remozado libre mercado; pero ahora, globalizado y el salto mundial del capital financiero, por sobre los Estados/Nación).

 

(iii)-El plegamiento d la Social-democracia al neoliberalismo.

 

Todos estos factores, de calado mundial, -entre otros muchos efectos: precipitaron el cambio de relación del Imperio con los países atrasados (A. Latina entre otros), lo que significó la imposición de una nueva división internacional del trabajo en función de los intereses de la nueva forma de acumulación del capitalismo central. Esto significó –para Chile-, ser remitido a incrementar la vieja tradición de dependencia es decir, de vivir solo de la producción de “comodities”, (en detrimento de la industrialización) y abrirnos a la inversión de voraces capitales para depredar nuestros recursos*con una economía absolutamente abierta y, por tanto, totalmente vulnerable a las crisis y vaivenes de la economía mundial, (como en los tiempos presentes), tratados de libre comercio, con protocolos leoninos para nuestro país entregado impunemente por nuestros “patriotas” de la clase gobernante.

 

Todo este conjunto de factores incluidos los 70 años de transición fallida de la URSS, y los fracasos de otras revoluciones en construir sociedades socialistas como las imaginamos, (con una distribución justa de oportunidades, con autogestión y distribución de bienes con un estado que planifica, e interviene en la economía involucrado en las metas colectivas a conseguir, con la administración y explotación de nuestros recursos, convenios tecnológicos que (Universidades o países), -con protocolos convenientes para que dentro de ciertos plazos razonables, la tecnología sea asentada en nuestro país, con altos niveles de presupuesto para educación, investigación y ciencia, para crear nuestra propia tecnología y desafíos de la ciencia y la exploración espacial: todo dentro del marco de una democracia plena, arbitrando los mecanismos constitucionales, para que todos puedan emitir su voluntad.

 

Todos estos acontecimientos terminaron mostrando -a las grandes mayorías mundiales-, que ya no se puede confiar más en partidos o políticos de las capas medias educadas, que en definitiva terminan echando raíces en el poder congelando las transiciones y, malogrando los grandes sueños de igualdad y felicidad colectivas. Que el poder no es más una silla vacía, ni una entelequia trashumante entre clases y grupos de intereses, dueños de los recursos productivos; el poder bajó ahora a encontrar su asiento en el pueblo soberano organizado democráticamente. Ese es el significado profundo de los cambios del siglo pasado y su proyección hacia el presente, y eso es –aunque aún larvario, el verdadero significado del 18.10 y aquellos que no sepan leerlos así, están pagando caros sus errores políticos.

 

Sgto., 04.03.20.                                             Patricio Valenzuela. (Esopo CS)

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  1. CÉSAR: más claro sería echarle agua. El FA es como un volador de esos usados en las fiestas, se eleva en toda su majestad, echando fuego a su paso, como un cometa, pero llegando a cierta altura explota y desaparece y todos los que gozaron momentaneamente con el espectáculo, porque el FA es eso, un espectáculo momentáneo, ahora, solamente se quedan con las aaaaah.

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