Chile sigue con los ojos abiertos: testimonio de Matías Orellana
Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 16 segundos
Era la madrugada del 1 de enero cuando Matías Orellana, profesor de Educación Física, perdió un ojo debido a una bomba lacrimógena que le impactó en su rostro.
“Quería ir al Cerro Alegre después de medianoche. Nos juntamos con mis amigos en el cerro Barón y caminamos por Brasil. Llegando a la feria de artesanía a la altura de la plaza cívica nos damos cuenta que habían muchísimos carabineros, fuerzas especiales, guanacos y zorrillos. Nos dimos la vuelta por Condell, pero allí tampoco había un camino seguro. Teníamos miedo que nos hicieran una encerrona. El enfrentamiento estaba súper fuerte, y nos quedamos mirando un rato. Veo un destello muy fuerte como fuego artificial y me tiro al piso por acto reflejo. No por la lacrimógena sino que por susto”, nos comparte Matías Orellana, recordándose de la noche en la que perdió su ojo derecho.
“Lo último que alcancé a ver fue un mar de sangre por todos lados. Sentí como si mi sangre me estuviera ahogando. Allí me transportaron y sentaron en la pérgola. Pedí a todos que me apretaran, pero nadie se atrevía a ponerme la mano sobre la herida. Sentía mi polera súper pesada por la sangre. Es allí cuando llega un chico y me venda, eso fue el alivio máximo”, sigue relatando Matías Orellana.
Matías fue trasladado al Hospital Van Buren, a Valparaíso, gracias a la ayuda de una persona que se encontraba en el lugar. El profesor llegó al hospital en estado de shock. “Las personas que me salvaron la vida fueron los chicos encapuchados que estaban en la manifestación”, recuerda.
¿Porqué esta violencia?
“Esto sucede desde cuando los españoles llegaron y se sintieron con derecho de violarnos, torturarnos, matarnos, solo por el hecho de tener un color de la piel distinto”, explica Matías. Respecto a hoy, “el gobierno tiene miedo de que la cosa pueda cambiar, no creen que podemos hacernos cargo de nuestras comunidades, y la única forma que encuentran para oponerse es la violencia, una violencia institucionalizada, que tiene protocolos que no se están cumpliendo. Pareciera que la estrategia es matarnos no más, yo me salvé por pocos centímetros, por ejemplo”.
El miedo del gobierno está presente. Sobre todo por el hecho de que la gente que se encuentra en las calles manifestándose no es simplemente “un grupo de anarcos” como lo definió Eduardo Contreras del Partido Comunista (PC) en una entrevista, sino que un grupo organizado de personas, auto convocadas y auto gestionadas, que pide cambios concretos que afectan el modelo neoliberal. Estos cambios no molestarían solamente al Gobierno chileno actual de Sebastián Piñera, sino que a toda la elite política, sindical e institucional que en este modelo ya han encontrado su lugar y beneficios.
Mientras, sigue la impunidad de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
“De partida no espero nada de la justicia”, comenta Matías. “Eso, porque veo los casos que ocurrieron en estos 90 días y veo que no hay justicia, veo lo que ocurrió en el 1973 y veo que no hay justicia, ni reparación: así, me cuesta mucho creer que va haber justicia o reparación económica por todo lo que ocurrió”.
El profesor piensa en el dicho: “me costó un ojo de la cara”: “ahora a mí me falta un ojo de la cara pero realmente no soy capaz de ponerle precio, no sé cuánto vale. Me encuentro en una situación de incertidumbre, no sé si va a haber justicia, y también en general, porque no sé cómo será mi vida en el futuro, en la cotidianidad, porque ahora no puedo hacer nada solo”.
El proceso de la movilización en curso desde el 18 de octubre 2019
Desde el 18 de octubre 2019, los chilenos despertaron de su sueño para exigir paz con cambios, después de más de 40 años de abusos políticos y económicos. “Este proceso debería llevarnos a perder el miedo”, afirma Matías Orellana. “La gente tenía miedo de decir que estaba en contra del gobierno, y espero que esto sirva a sacarnos la máscara porque no tiene nada malo no estar de acuerdo, porque si tú piensas que no estás de acuerdo que el militar le pegue a la gente, hay que decirlo. Sino las cosas no avanzan, no cambian”.
Tras los hechos ocurridos desde el 18 de octubre, las organizaciones autogestionadas y autoconvocadas están despertando: “porque tal vez se han vuelto realmente necesarias, y es muy bonito verlas construirse, comenta Matías. “Yo creo que este es el camino”.
Una coordinadora por las víctimas de traumas oculares
En paralelo, al aumento de las víctimas de traumas oculares, se ha creado en Santiago una coordinadora dedicada a apoyarlas con el objetivo de conseguir verdad, justicia, reparación y una querella hacia el gobierno de Piñera por todas las violaciones a los derechos humanos.
“Hay que visibilizar esta situación, porque esos traumas significan daños psicológicos para la persona y la familia. El Estado no se hace cargo de los daños oculares y es por eso que decidimos crear este espacio para que haya un apoyo de los profesionales, oftalmólogos y psicólogos”, nos explica Marta Valdés, vocera de la coordinadora.
“Chile es uno de los países que tiene la mayor cantidad de personas con heridas oculares, una triste estadística, además que la mayoría son jóvenes, desde los 14 años”,afirma. “Lo que no queremos es que estos hechos se olviden. Ningún miembro del gobierno ha querido juntarse, hasta el día de hoy, con las víctimas de los daños oculares ni con otras víctimas de las represiones actuales y de las torturas. El general director de los Carabineros de Chile, Mario Rozas, sigue en su cargo después de haber dado órdenes de represiones, disparando a los rostros y dejando ciego y mutilados a los chilenos. Y eso también es inadmisible”, termina Marta Valdés.
Por Elena Rusca