Trabajo

Sin empleo formal, el comercio ambulante se multiplica

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Poco después del enésimo anuncio gubernamental sobre la supuesta creación de miles y miles de nuevos empleos,  se sabe que el comercio ambulante – es fácil verificarlo en las calles de las principales ciudades del país – ha experimentado este verano, con muchas dificultades, un fuerte incremento: se estima que en la actualidad hay más de 2 millones y medio de personas incorporadas a este oficio,  no siempre voluntariamente.

Este es el resultado del modelo neoliberal en aplicación que desprecia al pueblo porque carece de fortunas para gastarlas a discreción, lo obliga a tratar de resolver sus múltiples problemas por sus propios medios y lo induce a ingentes esfuerzos y sacrificios para poder sobrevivir, con el agregado de que con frecuencia lo asocia al ámbito de la delincuencia y el narcotráfico.

La falta de oportunidades cierra las puertas del trabajo formal para innumerables hombres y mujeres que son empujados bajo la línea de la pobreza por los mismos que suelen aparecer en la televisión sonrientes y satisfechos embolinando la perdiz a través de falsas expectativas laborales con que engañan a la gente en sus aspiraciones de conseguir algún dinero.

El modelo no da respuesta al estallido social, porque no genera empleos, se desentiende de la reindustrialización que se requiere y tampoco está en su agenda recuperar el alto número de fábricas y empresas productivas que tuvo Chile en el pasado. Mientras se fomenta el trabajo por cuenta propia o el emprendimiento, con elevados niveles de inseguridad, se observa cómo en lugar de fuentes laborales se levantan cada vez más comisarías,  tenencias y otras unidades para la policía militarizada, siempre a las órdenes de los sectores acaudalados.

En los hechos, una cosa lleva a la otra. Si en este país todos tuviera la oportunidad de acceder a un trabajo decente, avalado por un contrato formal, con estabilidad y un salario digno, todo ello en el marco de un sistema de seguridad social, Chile se evitaría la vergüenza de tener que exhibir ante el mundo las inéditas tasas delincuenciales que hoy  lo abochornan.

La clase trabajadora se encuentra en un callejón sin salida.  Hay empresas de nivel medio que han ido a la quiebra, han debido fusionarse o “por necesidad” dejaron de funcionar con el consiguiente despido y cesantía de sus empleados y obreros, quienes al buscar otra fuente de subsistencia y tratar de comenzar a ejercer el comercio callejero, a falta de otra alternativa, son reprimidos por la fuerza pública a requerimiento de alcaldes que por razones personales cuidan con celo los intereses del gran comercio establecido.

Se sabe de distintas comunas donde la represión se acentúa, como expresión de un clasismo de otro siglo. Son aquellas encabezadas por alcaldes de ultraderecha – Santiago, Providencia, Viña del Mar, entre otras  -donde suelen montarse campañas persecutorias con decomiso policial de mercaderías sin un ápice de sensibilidad social y hasta con amenazas de multa al público que compra en las calles aprovechando las baraturas.

Entre los ambulantes hay profesionales, especialmente profesores, que obtuvieron un título universitario que no les sirve y que dejaron de seguir perdiendo el tiempo, porque en todas partes la respuesta es una sola: “No hay pega”. También es frecuente ver a personas de la tercera edad ofreciendo sus productos a la intemperie, con alta temperatura o frio intenso, y cuya explicación es sencilla: “La jubilación es miserable y si me quitan esto, me muero de hambre”…

Desde tiempos inmemoriales existen en Chile los vendedores ambulantes, siempre favorecidos por el público por sus precios convenientes. Pero nunca antes estuvieron sometidos a tanta persecución o tantas medidas restrictivas por parte de determinadas autoridades o interesados que quisieran su desaparición, valiéndose del hecho de que no hay disposiciones legales que los protejan.

Si el coraje y la persistencia del mundo social no logra desplazar al modelo vigente y a sus administradores, no habrá las necesarias transformaciones estructurales ni se repondrán los derechos ciudadanos que se reclaman, entre los cuales está prioritariamente el derecho al trabajo. Por ahora, se sigue multiplicando el comercio callejero informal, que todos los días le gana a la adversidad, y al encono, la exclusión  y la represión con que se le combate.

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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