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El ejemplo del presidente Allende está presente

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Mientras siguen cayendo jóvenes a manos de agentes del Estado, la memoria recuerda que la violenta ofensiva terrorista que soportaba el gobierno del presidente Salvador Allende y que afectaba gravemente a la población, llevó al mandatario constitucional a comienzos de septiembre de 1973 a la determinación de convocar a un plebiscito nacional para que la ciudadanía decidiera su continuidad: éste no llegó a realizarse por el golpe sedicioso del 11, pero ese ejemplo de grandeza democrática perdura y está en condiciones de ser imitado por quien se encuentra hoy en La Moneda, solo, desconcertado y sin saber  cómo salir de la crisis social que conmociona al país.

 

En sus últimos meses Allende se vio imposibilitado de gobernar en medio de una feroz acometida en su contra encabezada por la oligarquía y la derecha política,  con el dueño de El Mercurio, Agustín Edwards, como guaripola y financiamiento norteamericano para desestabilizar al gobierno y dañar a la gente a través del desabastecimiento provocado, la desaparición del transporte público y una ola de atentados dinamiteros, todo lo cual sin embargo no restó adhesión ni popularidad al jefe de Estado socialista: el martes 4 de septiembre,  una semana antes del golpe militar empresarial, una inédita multitud de cientos de miles de personas se congregó ante La Moneda para celebrar el tercer aniversario del triunfo popular.

 

La violencia en el país no empezó el 18 de octubre último: entre el 23 de julio y el 5 de septiembre del 73 se perpetraron 1.015 atentados – 24 al día, uno cada hora  – con un saldo de 10 muertos y 117 heridos, además del gigantesco daño económico ocasionado. En ese lapso Patria y Libertad y otros grupos desquiciados vinculados a las FF.AA. volaron oleoductos y gaseoductos,  puentes, carreteras y vías férreas, en su intento por provocar el caos. Nada de ello tuvo nunca condena de la derecha.

 

Por ser el edecán naval del presidente de la Republica fue asesinado el comandante Arturo Araya, oficial de intachable trayectoria profesional en la Armada. Era el tiempo en que Frei Montalva y Onofre Jarpa financiados por la ITT llamaban abiertamente a la sedición, en tanto Pablo Rodríguez y Benjamín Matte reconocían su participación en el tanquetazo que se llevó a cabo en preparación del golpe que vendría semanas más tarde.

 

El sabotaje se aplicaba también desde el Congreso Nacional, donde los partidos de la derecha empresarial y el PDC conspiraban para acentuar la sensación de ingobernabilidad. Por medio de acusaciones constitucionales de trasfondo político se sacó de sus cargos a José Tohá y Orlando Letelier, los ministros más cercanos a Allende, e igual suerte corrieron los intendentes Jaime Faivovich, de Santiago, y Carlos González Márquez, de la entonces provincia de Valparaíso, por su inalterable lealtad al mundo popular.

 

Al cabo de décadas el vuelco de la historia ha determinado que el pueblo pase a la delantera. La pesadilla vivida por la gente modesta en el pasado reciente que se prolonga hasta hoy por la secuelas del pinochetismo y la consolidación del modelo neoliberal hizo que las mayorías reaccionaran al fin, no para enriquecerse ni para acrecentar su poder político y redes de influencia, sino que por sus demandas reivindicativas que han esperado una eternidad.

 

El pueblo no dispone de dinero ni de armas, no tiene a la gran prensa a su favor ni cuenta con ayuda desde el extranjero,  y un alto porcentaje gana lo mínimo o está cesante y sobre endeudado. Por eso ha despertado y salido a expresar su descontento esperando reencontrarse con sus derechos básicos para alcanzar una vida decente.

 

Esas necesidades no son escuchadas por Sebastián Piñera y su gobierno, que se quejan y se victimizan a diario y cuyo norte apunta a favorecer solo a su propia clase  y a los privilegiados de siempre amparados por el sistema privatizador, intocables en sus fortunas y patrimonios. A través de sus ministros Piñera hizo saber desde un principio que no iba a gobernar para la calle, la única de sus promesas cumplidas a cabalidad.

 

La agenda social permanece estancada, pero avanzan en el Congreso los proyectos represivos contra quienes protestan de una u otra manera. A la vez, se siguen despilfarrando fondos públicos con objetivos innecesarios, como fue la importación desde Brasil de nuevas partidas de bombas lacrimógenas para ser usadas por Carabineros que ahora quiere renovar su flota de guanacos y zorrillos, en momentos  en que su desmedida acción antipopular está en mínimos históricos.

 

Aun con un notable apoyo popular pero consciente de los obstáculos que la derecha le ponía por delante para obstruir el avance de su proyecto de socialismo democrático, el presidente Allende se disponía en septiembre del 73 a convocar a un plebiscito que evitara una guerra civil. En febrero de 2020 Piñera es un mandatario sobrepasado y debilitado, sin liderazgo, sin credibilidad ni poder de convocatoria o respaldo significativo de ninguna parte, que bien podría tomar  ese ejemplo de nobleza que sin  duda reconocerían las grandes mayorías.

 

 

Hugo Alcayaga Brisso

Valparaíso

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  1. que nobleza va a tener un delincuente ultramillonario especulador financiero *obseso por acaparar* que no conoce medios productivos de hacerse de dinero como industrializar una nación. solo especular, trampear, engañar y robar des-poseyendo masas a traves de artilugios y trampas. Que nobleza va a tener este esperpento de persona que basta verle para apreciar su semblante siniestro poseido por entidad demoniaca lleno de tics, orate, enfermo. Solo otro (uno mas) mercanchifle sin consciencia de los que esta destruyendo el mundo. La ciencia con los años descubrira que la obsesión infinita por acaparar de estos personajes es una clase de enfermedad mental nociva, ya que el proceso de acumulación daña las sociedades y destruye moralmente al individuo que acumula obsesamente. Si, una enfermedad, eso es. hay que poner el mayor cuidado y responsabilidad para que especimenes de esta calañas nunca logren ser presidentes de naciones, jamas.

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