Crónicas de un país anormal

Francia: La huelga más prolongada desde mayo del 68

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La huelga en Francia, iniciada el 5 de diciembre de 2019, cumple 32 días superando en tiempo a la de mayo de 1968 y la de 1987. El problema de la jubilación es la parafina más poderosa para el desarrollo de cualquier movimiento social: este candente tema juega el papel del cielo en el mundo de los trabajadores que, después de años de condena, (el trabajo rutinario no es otra cosa que un castigo), el operario junta dinero para llegar a los 64 años y disponer de todo el tiempo del mundo para sí, sin tener que obedecer órdenes de patrón alguno. (La jubilación podría compararse el paraíso comunista).

 

La jubilación en el mundo del neoliberalismo es todo lo contrario, infierno en la tierra, pues si tiene la desgracia de llegar a la edad de pensionarse conocerá y padecerá la pobreza dura: carecerá de los básico para su subsistencia y, no pocas veces, se verá forzado a comer de los basureros; si se enferma, lo enviarán a hospitales que, en muchos casos, son verdaderos tanatorios, y si debe llevar una enfermedad en su casa, tendrá que elegir entre comprar medicamentos o bien, tallarines. En estas condiciones, el jubilado está obligado a optar por una vida miserable o, simplemente, suicidarse.

 

El neoliberalismo consiste en destruir la sociedad entregando al individuo, ya en completa soledad, al mercado, (tanto Margaret Thatcher como Donald Reagan establecieron que no existía sociedad, sino sólo individuos y, además, que el bien común sigue siendo un slogan socialista).

 

El Papa Francisco condenó como anticristiano este inicuo sistema neoliberal, pero aún nadie lo escucha, y hay curas, obispos y cardenales que defienden el neoliberalismo, y ellos mismos viven en la opulencia y especulando en el Banco del Vaticano: a la teología de la liberación anteponen la teología de la abundancia y han convertido a Jesucristo en un “banquero” exitoso, y la Iglesia del evangelio es reemplazada por “la puta de Babilonia”.

 

Francia, en 1789, 1848, 1871, 1968 y 1987 ha estado en los inicios y en los procesos de todos los movimientos revolucionarios. Hoy las sociedades neoliberales son incompatibles con la vida y menos con la buena vida: el desarrollo del individuo de las capas medias, en sus momentos de descanso, está supeditado a visita a los Malls, y si tiene dinero o tarjetas de crédito compra compulsivamente, en caso contrario, se limita a pasar revista a las vitrinas. En esta sociedad ya no hay personas, sino deudores, que sólo reúne dinero para pagar los intereses, y heredará a sus vástagos una deuda más eterna que la otra vida prometida.

 

En el pueblo francés hay una mezcla entre proudoniano y jacobino, entre el precio de las cooperativas y el precio máximo robespieriano.

 

Hace más de un año irrumpió el movimiento de los “chalecos amarillos”: el pequeñoburgués de la capital y de las provincias desnudó su miseria mostrando que su billetera no daba para terminar el mes, y decidió protestar, primero en los caminos, después en París. La palabra más grosera en el neoliberalismo es la solidaridad, y cuando los individuos consumistas descubren que son hermanos y que tienen los mismos o parecidos problemas se unen tomándose las calles y haciendo flamear banderas bretonas, corsas y francesas.

 

Después de algunas incursiones los manifestantes terminaron por develar que la democracia representativa era una farsa y que sus elegidos llegaban a la Asamblea Nacional para enriquecerse y burlarse de ellos y de sus crecientes necesidades. (En el semipresidencialismo, así como en el presidencialismo, el Presidente es el rey indiscutido, pues ningún cartel ha pedido la renuncia del Primer Ministro, Edouard  Philippe, lo cual significa que es el Presidente, Emmanuel Macron, quien corta y reparte la  torta).

 

Las distintas formas de gobierno se convierten en una entretención para historiadores y abogados, pero lo que está claro es que el neoliberalismo, al enajenar al hombre y a la sociedad terminó, en el plano político, por destruir la democracia representativa convirtiéndola en plutocracia y en monarquía electiva: del antiguo gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo, sólo queda el sufragio ciudadano, y al consumidor le resta elegir entre una marca y otra, según como la presente las encuestas del mercado.

 

Los Presidentes son elegidos para servir a los ricos, (lo hacen muy bien Piñera, Bolsonaro, Macron…), el Presidente francés se ha negado a dialogar con las grandes Centrales Sindicales, incluso, con la moderada CFDT. En su concepción neoliberal el camino es pactar por separado con los distintos sindicatos de empresa y profesiones, estrategia que ha sido fatal, pues si antes existían 42 formas de jubilaciones distintas, hoy se han multiplicado: hay una para los bailarines de ópera, otra para los abogados, y así sucesivamente. El Presidente Macron no está dispuesto a dialogar con las Centrales Sindicales, mucho menos con los representantes de los “chalecos amarillos”.

 

En cuanto a las Fuerzas de Orden y Seguridad, es mil veces preferible una huelga sindical que puede durar un año, a las manifestaciones semanales de los “chalecos amarillos” infiltrados por los Black Block, que recurren a la violencia: una revuelta organizada es más fácil de conducir que una anárquica y violenta.

 

La llamada “opinión pública” es la expresión social de los consumidores convertidos en personas y ciudadanos, y ya los medios de comunicación y periodistas corruptos, sirvientes de sus dueños capitalistas, actualmente no los lee nadie, y cualquiera puede recurrir a las redes sociales, con noticias falsas o verdaderas, pero efectivas y que llegan a millones de ciudadanos. (El diario El amigo del Pueblo, de Marat, no conseguiría siquiera una sola persona que lo leyera y enviara a un ciudadano a la guillotina).

 

Los ciudadanos pueden aceptar, incluso, apoyar una huelga si su causa favorece el bien común, y no sólo al de dirigentes sindicales, que es la razón por la cual han apoyado las huelgas de los Ferrocarriles y del Metro, a pesar de que ellos mismos sufren el problema de la escasez de transporte, y están dispuestos a pagar el precio para contar con una Francia con Igualdad, Libertad y Fraternidad. El neoliberalismo aún no ha podido eliminar la utopía, los sueños en vigilia, los horizontes de esperanza.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

07/01/2020  

  

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  1. Hugo Randier says:

    Hay que fijarse que todavía no cae Macron. Es dura como tabla lisa
    Macron parece que se hace el leso, no le parece ?
    Tiene un parecido grande con Piñera.
    Hay que pensar : Morales con cero muerto renunció. Piñera con más de veinte
    finados sigue bailando como puede… No es así. Sr. apostol ?

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