Crónicas de un país anormal

Donald Trump y el juicio político

Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 1 segundos

Los tres Presidentes de la República, Johnson, Nixon y Clinton, han salido airosos de sendos juicios políticos en su contra: R. Nixon renuncio previamente al juicio; A. Johnson y Bill Clinton fueron salvados por el senado. Según los padres fundadores de Estados Unidos, el juicio político es la única forma de evitar que el Presidente de la República devenga en un tirano, y a juzgar por los resultados históricos, ningún Presidente, así haya sido un delincuente, ha sido destituido. (En Chile se da el mismo caso, por ejemplo, con el dictador Carlos Ibáñez del Campo quien fue acusado constitucionalmente una vez derrocado, además, él se encontraba en el exilio).

 

A mi modo de ver, el régimen presidencial no respeta el equilibrio de poderes: es una monarquía que dura cuatro años, y no es hereditaria, sino elegida por el pueblo. Poco importa que, pasados unos años, los mismos “súbditos” que llevaron al trono al soberano ahora lo quieran derrocar. Veamos: Sebastián Piñera, en la última elección presidencial, obtuvo el 56% de apoyo ciudadano, pero hoy ha bajado al 13%, ¿cuál de las dos cifras sigue expresando la voluntad ciudadana?

 

Al ser la política dinámica, la tesis de la epístola a los ciudadanos de Bristol pierde todo sentido, pues se pregunta: ¿cómo un votante puede enajenar su voluntad por cuatro años sin poder legalmente restarle el poder al representante, anteriormente elegido por él? Esta es la trampa de llamada “democracia representativa”, por la cual el designado por los ciudadanos hace lo que quiere con sus legítimos mandantes, por consiguiente, llamar a la democracia “soberanía popular” es faltar a toda lógica. Durante cuatro años – en el caso de Chile, por ejemplo – el 87% de los ciudadanos tendremos que soportar a un Presidente de baja calidad moral e ineptitud para gobernar.

 

Con cierta razón, J.J. Rousseau se reía de los ingleses que mostraban felices por elegir, así fuera cada cuatro años, su propio amo, de ahí que para este pensador “la democracia no era más que un asunto de ángeles”. (En la concepción rousseauniana el mandatario debe cumplir, expresamente lo que le ordena el mandante).

 

Napoleón III desprestigió la democracia plebiscitaria, pues se depravó en lo que hoy llamamos “bonapartismo”, y sólo van quedando como correctivos a la representación los plebiscitos revocatorios de mandato, los cuales permiten a los ciudadanos enmendar la estulticia de haber elegido un mal mandatario y, además, (como en el caso de Piñera), seguir tropezando con la misma piedra.

 

El otro correctivo dice relación con las acusaciones constitucionales y los juicios políticos, instrumentos que permiten pedir cuenta y fiscalizar al todopoderoso soberano.

 

Según la mayoría de los psiquiatras norteamericanos el Presidente Trump está gravemente enfermo de narcisismo y nepotismo, y la única manera de sacar del poder a este maniático es mediante el juicio político, (evitaría una eventual guerra civil). Por desgracia, en ese país – similar a Chile – el juicio político contra un Presidente es bastante complicado: en primer lugar, la aprobación por parte de una mayoría absoluta de la Cámara de Representantes, que actuará con fiscal frente a los cien senadores, organismo que requiere para aprobarla de los 2/3 de los cien senadores.

 

Los demócratas tienen asegurada la mayoría de la Cámara de Presentantes, pero son minoritarios en el Senado; para ser aprobado este juicio político se haría necesario que 20 miembros del Partido Republicano votaran a favor.

 

El Comité Judicial de la Cámara de Representantes acaba de aprobar la acusación contra Trump por dos delitos específicos: la obstrucción a la Cámara de Representantes y el abuso de poder. La votación fue de 23 contra 17.

 

El comienzo del conflicto se dio cuando un agente de la C.I.A. divulgó una conversación entre Trump y el recién elegido Presidente de Ucrania, Volodimia Zelinki, en la cual el Presidente norteamericano lo presionaba para que el poder judicial de ese país apresurara la causa en contra Hunter, el hijo del ex vicepresidente, Joe Biden. La empresa de Gas Burisma, a cuyo directorio pertenecía Hunter Biden, estaba comprometida en asuntos de corrupción.

 

Cuando Biden se desempeñaba como vicepresidente de Barack Obama visitó, en repetidas ocasiones, Ucrania, país clave en la lucha contra Rusia.  Hasta ahora nadie ha podido probar actos de corrupción en el caso de Joe Biden.

 

Las conversaciones entre los dos Presidentes – Estados Unidos y Ucrania – han contado con la participación de varios personajes: el abogado de Trump, el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, (creador de la “tolerancia cero”, abogado famoso por lo sinvergüenza y carente de ética), y Mike Pompeo, ambos cómplices del chantaje de Trump respecto a Ucrania, amenazando a su andatario con retirarle la ayuda económica si no apuraba la causa contra su principal rival, Joe Biden, para la elección a la presidencia de Estados Unidos, en noviembre de 2020.

 

En la mayoría de las encuestas presidenciales, incluso, en la Cadena Fox, (predilecta de Trump), cualquier candidato del Partido Demócrata le ganaría a Trump y, en el caso de Biden, por más diez puntos porcentuales; lo mismo ocurriría con los otros candidatos demócratas, Elizabeth Waren y Bernie Sanders.

 

Este juicio político tendría lugar, justamente, durante el período de elecciones, lo cual podría convertirse – según algunos analistas – en un fiasco para el Partido Demócrata, pues Trump podría aprovechar la ocasión para “sacar los trapitos al sol” respecto a un Partido Demócrata muy relacionado con Wall Street.

 

La política estadounidense está llena de mitos, por ejemplo, la guerra entre el especulador húngaro, Georges Soros y la mafia de los Trump. Por otra parte, el mapa electoral norteamericano está dividido: California, (séptima potencia del mundo) es, prácticamente, mexicana; Nueva York está en manos del Partido Demócrata, pero el centro, el americano blanco, anglosajón fanático protestante, está con Trump. Los partidarios de uno y otro no han cambiado, por consiguiente, la elección se inclinará por los pocos indecisos que quedan.

 

Texas y Florida, dos estados latinos, pero en el caso del segundo con cubanos anticatristas, serán decisivos en el sistema electoral norteamericano, en el cual los distintos estados pesan más que el voto popular. (No olvidemos que el vocablo “democracia” se puede aplicar a cualquier situación, por ejemplo, el texto de la Constitución de Stalin fue el más democrático en la historia de la humanidad; que la antigua RDA se llamaba República Democrática Alemana; y tan democrática es la Suiza plebiscitaria como la decimonónica norteamericana).

 

En cuanto al tema sobre los derechos humanos ocurre de igual manera: en Bolivia, por ejemplo, cuando son tropellados por la derecha, se convierten apenas en errores, pero si lo hace Maduro en Venezuela, son verdaderos crímenes; en Chile, durante la dictadura los tormentos aplicados por los militares eran sólo “cariñitos”, y hoy revientan los ojos de los manifestantes y estamos en “plena democracia”. Luis Almagro, que no cae en la cuenta aún que es secretario general del OEA encabezó, nada menos, que un golpe de Estado de Bolivia.

 

Democracia y derechos humanos se han convertido en términos ambiguos y, por ejemplo, la tortura es música celestial y se aplica a quien no piensa como “nosotros”.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

16/12/2019                  

Related Posts

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *