El drama chileno de la dependencia del cobre
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Según las estadísticas publicadas por el Banco Central de Chile, en el año 2018 se exportaron bienes por un valor de 75.452 millones de dólares, de los cuales 18.771 estaban constituidos por mineral de cobre – es decir, prácticamente por cobre en la forma de rocas recientemente extraídas del yacimiento, sin ningún grado de procesamiento o de manufacturación – y 15.430 millones de dólares por cátodos de cobre. Esas dos formas bajo las cuales se exporta el cobre suman 34.203 millones de dólares, lo cual representa el 45 % de las exportaciones del país. En otras palabras, Chile sigue siendo un país altamente dependiente de las exportaciones cupríferas, rubro cuyo precio se determina, en el mejor de los casos, en las bolsas internacionales de metales y/o por las acciones u omisiones de las grandes compañías que dominan la producción y la comercialización de cobre a nivel mundial.
Codelco sigue siendo un productor y exportador importante de cobre chileno pero no es el productor exclusivo. Hoy en día hay importantes yacimientos de cobre que están explotados a perpetuidad – o hasta que el yacimiento ya no dé para más – por grandes compañías internacionales.
El valor de esas exportaciones, sumadas a las exportaciones de frutas, maderas, productos del mar y algunas otras manufacturas – ninguna de las cuales tiene el peso de las exportaciones cupríferas – permiten financiar las importaciones del país, que sumaron 70.783 millones de dólares en el año 2018. Es decir, somos un país altamente consumista, altamente importador y altamente financiado por las exportaciones de cobre y por otras exportaciones altamente ligadas a la extracción de materias primas.
A mismo tiempo, según la balanza de pagos publicada por el BCC, el país tuvo que permitir la salida, en el año 2018, de un monto de 16.018 millones de dólares por el pago de intereses y ganancias del capital extranjero radicado en Chile. Allí se incluyen las ganancias de las grandes compañías extranjeras que explotan los yacimientos cupríferos no pertenecientes a Codelco, así como los intereses sobre los préstamos que contratan. Se incluyen también las ganancias e intereses de los capitales extranjeros que actúan en la banca, en los seguros, en los retail, en las importaciones, en la explotación forestal, en la producción de salmones, en la agricultura, etc. No se incluyen en esa cantidad las amortizaciones de los capitales invertidos o el pago de las deudas contraídas, que se contabilizan en otro capítulo de la balanza de pagos.
Es decir, somos un país que posee importantes yacimientos de cobre, pero una parte importante de esos yacimientos se lo entregamos en concesión perpetua a compañías extranjeras, que retiran por ese concepto un volumen importante de ganancias e intereses, además de otros beneficios que obtienen por el hecho de producir y exportar mineral en bruto.
Esa presencia de capitales extranjeros en la gran minería está altamente vinculada a la ley sobre concesiones de yacimientos mineros, que anula totalmente el principio de que los minerales que subyacen en el territorio chileno pertenecen a Chile y a los chilenos. El consumismo y las importaciones a las cuales se destinan los recursos provenientes del total de exportaciones depende, a su vez, de políticas económicas anti industrialistas que se han ido imponiendo como normas inviolables a lo largo de los últimos 40 años.
Como no solo estamos en época de discusiones constitucionales, sino en un momento de pensar estratégico y de pensar sobre el país que queremos, estos breves antecedentes y reflexiones quizás puedan servir de algo.