Chile carece de una política industrial manufacturera
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Hace 20 atrás, en 1999, la industria manufacturera representaba el 14.6 % del producto Interno bruto. Hoy en día, a septiembre del presente año, ese porcentaje ha bajado a 10.06 %. Esas cifras no son casuales. Durante todo lo avanzado del siglo XXI y también desde las últimas décadas del siglo XX, la industria manufacturera ha venido disminuyendo en cuanto al porcentaje que representa dentro de lo que se produce en el país.
Eso no sucede por casualidad, ni por imperio de una maldición divina. Es consecuencia de políticas económicas que se han venido implementando y sosteniendo con implacable dogmatismo, que potencian e incentivan las importaciones de bienes de consumo provenientes de todas partes del mundo, en desmedro, en términos porcentuales, del mismo tipo de bienes producidos en el país. Las políticas cambiarias y arancelarias han ayudado, sin duda, a esta situación. Se argumenta que aquí no se ha favorecido ni desfavorecido a nadie, sino que se ha puesto a competir al productor nacional con los productores extranjeros, de modo que sea el mercado el que determine la sobrevivencia de los más fuertes y competitivos, y la muerte o la pérdida de peso y de espacio económico de los más débiles. Eso es exactamente lo que ha sucedido. Se ha dejado que sea el mercado el que determine qué tipo de industrias pueden existir y sobrevivir en el país, y cuáles no.
Eso es una y la misma cosa que decir que no ha habido política industrial alguna. No se han tomado decisiones en términos de que tipo de productos y de empresas queremos que crezcan y se fortalezcan en el país. Tampoco se han tomado decisiones respecto a que herramientas de política económica se desplegarán para favorecer e incentivar las industrias manufactureras con las cuales se asume que Chile podría relacionarse en forma exitosa con el mercado internacional contemporáneo. Un estado económicamente débil, como el que impone la actual constitución, no está en condiciones de tomar decisiones de ese tipo.
Las herramientas más convencionales disponibles por parte de todos los gobiernos, tales como la política cambiaria y la política arancelaria, han asumido una suerte de neutralidad, en que aparentemente no definen ganadores ni perdedores, pero en la realidad de las cosas, una tasa de cambio relativamente fija y aranceles relativamente bajos, generan una situación en la cual es muy difícil que la industria manufacturera nacional pueda crecer y desarrollarse. Mientas tanto el mercado se llena de productos importados, lo cual se justifica diciendo que se ha puesto a la población chilena en condiciones de comprar sin limitaciones los productos más sofisticados provenientes de cualquier lugar del mundo, que llenan los escaparates de las boutiques y los centros comerciales más lujosos del país. Sin embargo, una gruesa parte de la población no tiene acceso a esos bienes, o tiene acceso a los mismos a costa de muchos sacrificios personales y familiares. Viven, además, en medio de una campaña mediática incesante para que adquieran esos bienes, para lo cual tienen que vender su alma al diablo y endeudarse por varios años.
Todo esto es parte de lo que se supone debe ser modificado al calor del actual debate constitucional y de política económica. Para generar esos cambios hay algunos dogmas que tienen que eliminarse de raíz. No se puede, por ejemplo, seguir con la firma de tratados de libre comercio que imponen aranceles bajos y parejos para todo tipo de bienes importados, pues eso impide el desarrollo de la industria manufacturera nacional. No se puede seguir con la prescindencia del Estado en materia de industrias que pueden desarrollarse en el país. No se puede seguir con la norma de que el estado no puede poseer ni desarrollar industrias, ni con el postulado de que eso es una función que solo pueden llevar adelante los empresarios privados. El estado tiene que asumir el desarrollo de los sectores industriales que se consideren prioritarios, en forma directa, como inversor, o en forma indirecta como promotor, pero en ningún caso asumir una actitud neutral. Se no se adoptan estos grandes virajes, seguiremos siendo un país extractivista y primario exportador y no asumiremos los desafíos que están presentes desde la primera revolución industrial, ni mucho menos los que se imponen en la nueva realidad del siglo XXI.
Por Sergio Arancibia
Hector Felipe Ortega Verbal says:
Resido en España, sin embargo por obvias razones voy a mi país. voy a poner un ejemplo,calzados Guante surgió precisamente cuando,el año 1928,es decir un año antes de mi nacimiento; pues el año pasado termino su producción,lo que obliga a comprar zapatos de procedencia china,posiblemente mas baratos.»lo barato sale caro»,porque son de pésima. calidad. Lo que implica que quienes han ocupado los gobiernos desde Pinochet a la fecha han sido unos perfectos inútiles que no han sabido nuestra industria nacional,solamente han favorecido a determinados importadores con dolares beneficiados y claro,.han recibido sus respectivas coimas
Marcos Guzmán says:
No hay ningún País que sea desarrollado de verdad que no tenga Industria propia. Suiza ademas de los relojes y toda industria Agro-alimentaria y toda clase de maquinas herramientas…Inclusive el pequeño .Liechtenstein ademas sus bancos tiene una potente industria metal-mecánica de maquinas como ejemplo la afamada marca Hilti- Jamas vamos a ser desarrollados si no invertimos en tecnología y muy especialmente en las nuevas industrias porque es allí donde se puede hacer un espacio,como el ejemplo de China con toda la industria de la electro-movilidad. Era astuto el plan de Bolivia para Hacer baterías de litio…Una medida inteligente seria una ley que obligue a que el 20% de las compras de las FFAA y la industria del cobre, etc fueran fabricadas en territorio nacional. Por cierto esta ley existe en EEUU y representa un tremendo impulso a su industria bélica y economica!
Norbert says:
Gracias a Mitón Friedman y a sus afiebrados discípulos afines a la Dictadura, nos llevaron a la fuerza a un «libre mercado» experimental, que hasta hoy ningún otro país ha intentado implantar. Eliminar aranceles, vender las empresas del Estado, privatizar la educación, la administración de los fondos de pensiones y otras maravillas que nos tienen hoy en un desastre social sin precedentes.
Cuando los empresarios decidieron importar de absolutamente todo, abandonando por completo la antigua manufactura, lograron safarse de miles (¿o millones?) de trabajadores, de los sindicatos, de las maquinarias y su desagradable mantención, de los permisos municipales y las inspecciones de salud ambiental. Fué una maravilla para estos patriotas comenzar a recibir los contenedores con los productos listos para distribuir a las grandes cadenas y pequeños comerciantes. Bastaba unos pocos trabajadores para reemplazar a cientos…
Como exportadores de materias primas, no estábamos obligados a comprar productos manufacturados, también necesitamos a varias materias primas como algodón y muchos materiales más especiíficos así como equipos y máquinas para modernizar nuestra industria.
No hay otro país con menos actividades productivas en manufactura, a excepción del Vaticano.Todos las naciones desarrolladas tienen a su población con trabajos con valor agregado.
Exportar materias primas e importar productos terminados, nos da un triste nombre, somos una Colonia. Para algunos parecía otra cosa, un poco rara, pero a nuestro expresidente le parecía un oasis.