Poder y Política

Orlando Sáenz y el asco al pueblo

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El economista Orlando Sáenz emitió opiniones muy fuertes al ser entrevistado por Tomás Mosciatti, respecto a la situación de Chile, en el momento presente.

 

Este conocido economista se confiesa seguidor el filósofo alemán Oswald Spengler, el conocido autor de “La decadencia de Occidente”.

 

Sáenz viene operando en política desde hace muchas décadas, ha tenido cargos relevantes en el gremio empresarial industrial y en diversos gobiernos y academias. Es un hombre de formación intelectual robusta, yo diría de los más brillantes que dio su generación.  Pero es un hombre convencidamente conservador y fatalista. Sobre los acontecimientos presentes señala que se debieron prever, pues el modelo chileno de exportaciones primarias fue exitoso mientras los mercados demandaron abundantemente nuestros recursos, pero con seis años de baja demanda y una guerra comercial de las potencias, se debió adivinar que no se podían prometer abundancias imposibles. El malestar acumulado le explotó en la cara a los seguidores más ultras del modelo en crisis, lo que explica la sorpresa y la torpeza del ejecutivo en el manejo de la crisis.

 

Dice Sáenz que debieron anticipar que tenían que reconvertirse las políticas hacia un mayor proteccionismo, a la creación de nuevas vetas de desarrollo interno industrial y no seguir abundando en un modelo agotado cuya guinda es la firma del TPP11, que imposibilita, justamente, el cambiar la orientación de las políticas vigentes.

 

Como buen pesimista, Sáenz cree que esta ebullición social viene a significar una decadencia económica para Chile, pues los capitales tenderán a fugarse y debemos pensar en que se debe dar a luz otra economía y otra democracia, pues la representativa se ha deslegitimado sin remedio. Ahora la participación de la sociedad es mucho más directa, gracias a las nuevas tecnologías.

 

 

Para Sáenz, la actitud de los rebeldes es repudiable, le da asco, náuseas. Esto se explica pues lo popular en el concepto de Sáenz es bajo, mediocre, despreciable, por definición. Su convicción es  algo aristocrática, al igual que su referente Spengler. La vida de una sociedad es , para él, determinada por las élites.

 

 

Manejar una crisis de estas dimensiones es muy complejo pues se sabe que los movimientos sociales se resisten a ser conducidos y, por tanto, se complica todo intento de intermediar en la crisis. Las  autoridades del Ejecutivo como las del Parlamento no están preparadas para abordar con la velocidad requerida los cambios de paradigma. Siguen en sus fintas palaciegas mientras la calle se incendia.

 

Para Sáenz, la actitud de los rebeldes es repudiable, le da asco, náuseas. Esto se explica pues lo popular en el concepto de Sáenz es bajo, mediocre, despreciable, por definición. Su convicción es  algo aristocrática, al igual que su referente Spengler. La vida de una sociedad es , para él, determinada por las élites. El pueblo es pasión e instinto primario, son las direcciones nacionales las que deben responsabilizarse por conducir a esta especie de rebaño inconsciente (Nietzsche y Arturo Alessandri sostenían conceptos similares).

 

Yo creo que en esto don Orlando se equivoca radicalmente. Esa “Chusma inconsciente” ya no es tan inconsciente y el rebaño quiere dejar de serlo hace tiempo. No conoce el terreno en que se ha germinado esta rebelión, por eso  puede opinar tan despreciativamente de sus cualidades y sus posturas. No puede visualizar, en su altura de intelectual elitesco, que estos segmentos marginales de la sociedad chilena vienen alimentando una hermandad consecuente entre grupos históricos bien definidos, que conviven en sus barriadas polvorientas, sin auxilio del Estado y con las huellas vivas del maltrato por 45 años, de generación tras generación. Sus abuelos eran los que debían soportar la represión militarista y ser expulsados de sus viviendas con hijos y esposas, golpeados y denostados para ser mantenidos toda la noche en una plaza o terreno baldío; la segunda generación permaneció sin trabajo y sin atención escolar ni de salud, a manos de la delincuencia o integrándose a esta, luego debieron convivir con el narcotráfico y el maltrato policial. Son los nietos los que ahora atacan sin piedad a ese Estado que lo sienten y apuntan como su enemigo.

 

Esta juventud (los bárbaros internos de Spengler y Toynbee), han formado su propia república, la de “los que sobran”. Ellos comparten su geografía con diversas tribus: los delincuentes comunes, los microtraficantes , las barras bravas, los estudiantes fieles a su origen, los ex guerrilleros frentistas refugiados por esos confines, los ideologizados “anarquistas”, los artistas callejeros, los graffiteros y un largo etc.

 

Esa “república del olvido” se ha hecho presente ahora. El modelo neoliberal vivió en su burbuja, en su oasis de Plaza Italia para arriba y nunca siquiera se aventuró a dar un vistazo en los territorios donde viven los “bárbaros internos”. Estos olvidados ahora tienen organización, tienen solidario propósito (ya lo vimos con las barras bravas de equipos rivales compartiendo en las manifestaciones sin roce ni pleito, por el contrario, los observamos abrazados a esta causa común. Eso nos habla mucho de lo que acontece por ese sector).

 

El asco de don Orlando es un asco de refinamiento versallesco, porque no puede ser de un intelectual con traje desgastado y suela polvorienta. Si lo fuera, tendría una sensibilidad diferente, pero no la podría tener. Por eso su comprensión es distante y ajena. No puede entender que el hombre abusado en su miseria carece de la cortesía de un burgués. No puede comprender don Orlando que esta gente olvidada ha sido paciente pero perseverante. Se las arregló, no para vivir, sino apenas para subsistir, pero tejió su armadura y sus estrategias que ahora tienen desquiciado al sistema, lo puso en crisis y lo mantiene con partos complejos y muy dolorosos.

 

Don Orlando es por convicción ideológica, y de pertenencia a la trinchera burguesa, un pesimista frente a los sucesos presentes, eso es natural a su Spenglerianismo. Pero los “bárbaros  internos” vienen asomando con un optimismo golpeador y galopante. Son las dos visiones confrontadas. ¿Cuál tendrá la razón histórica? Hegel dice que la verdad se expresa en el triunfo de los que prevalecen y Walter Benjamin dirá luego que la historia la han escrito los triunfadores.

 

 Por Hugo Latorre

 

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  1. Díganme, periodistas del Clarin, ¿cuál es el beneficio intellectual de entrevistar a un ente del pasado? Cuando ví la foto de este caballero, pude visualizar las polillas posadas en toda su vestimenta pasada a neftalina , cuyo efecto venenoso ya no influía en esas pobres polillas Me imagino que cuando este caballero se levanta de su silla, momentáneamente su figura desaparece reemplazada para las millones de polillas que son espantadas por el súbito movimiento del que les proporciona el alimento con su vestimenta y un lugar donde posarse para alimentarse. Lo único rescatable de este pobre personaje, no es su intelecutalidad, quizás gastada por los años , sino su forma de caracterizar a los chilenos que no forman su clase social , clase social, con sus arribistas por supuesto, que actualmente gobierna a Chile. Muchos chilenos sabemos de esta forma que esta minoría nos caracteriza y nos pisotea , pero por esos resabios de una cultura adquirida a la fuerza y por costumbre, seguimos eligiendo a estos cavernarios para que nos gobiernos. NO ES LA CULPA DEL CHANCHO….

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