El pueblo, ¿Dónde está?…
Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 4 segundos
La calle ha sido el escenario de una parte de la acción política, quizás la más expuesta y honesta, en ella se han construido afectos que duran un segundo y esperanzas para toda la vida, la calle transpira, corre y se agiganta en el día a día, en las urgencias de la resistencia al olvido y a la pretendida normalidad. Sin orientación más que la mezcla de rabia, rebeldía y sueños de un mundo mejor, este espacio de la política prioriza lo afectivo, lo espontáneo, el cara a cara, genera nuevas energías a quienes se suman en el contexto del cerco mediático a las constantes protestas y marchas en las ciudades de nuestro país.
Infundir miedo mostrando la calle y su deterioro material, imponer la normalidad en nombre de los acuerdos de paz “cocinados” con quienes son parte de la rancia clase política que por acción u omisión han dejado de lado las grandilocuentes declaraciones de principios de sus propios partidos, ambas son operaciones que buscan desactivar el descontento y la lucha cuerpo a cuerpo por la dignidad, “en todas las esquinas”…
Los hechos dan la razón a la persistente e insistente protesta social, las fuerzas policiales en un gesto de “bondad” restringen el uso de perdigones, esto luego de la evidencia más siniestra: más de 220 personas con lesiones oculares, tardía reacción cuando los organismos técnicos y asociaciones gremiales de la Salud habían advertido en la primera semana del Despertar de Chile, que los lesionados superaban las estadísticas mundiales. Esa misma tardía reacción tiene el sistema político con las demandas sociales, así por ejemplo, la propuesta de camino hacia una nueva constitución democrática es lenta y la eterna letra chica hace que la desconfianza sea la reacción natural de cualquier ciudadano; las pensiones de los más pobres se discuten bajo el manto de conceptos tan ambiguos como injustos: se habla de Responsabilidad fiscal cuando paralelamente se han condonado sumas siderales de dinero a grupos económicos que han faltado a la Ética y a la Responsabilidad Fiscal cometiendo el peor crimen: robar a los propios chilenos; se perdonan multas a empresas contaminantes, se llega a acuerdos judiciales para que diputados y senadores corruptos puedan pagar con dinero sus “faltas” éticas y ciudadanas…”Nos siguen pegando abajo”.
La articulación de nuevos liderazgos y una conducción única del descontento, hace mucho rato que no es posible y a estas alturas, con el descrédito de la política se vuelve casi imposible, esto además reforzado por una forma de vida que hemos construido en base a la naturalización desigualdad, construyendo al “otro” como un flojo que solo quiere gozar de lo que “mis” impuestos pagan, hemos criminalizado la protesta social, las demandas ecológicas, las demandas de los pueblos originarios, hemos olvidado las demandas de una generación que muere buscando pago de la deuda histórica, pero también muere en la eterna búsqueda de justicia para las víctimas de la violencia del Estado desde el fatídico 11 de septiembre de 1973… El dolor de las víctimas del despertar de Chile, de las víctimas reales, no de la infraestructura urbana, solo nos deja “Calambres en el alma”
Chile despertó, no somos los mismos, por lo que el sistema político debe enfrentar este desafío, pero también la vida cotidiana se transformó, estas son señas de esperanza para nunca más conformarnos con lo que hemos podido hacer por el país. Gracias a quienes construyen sueños en medio de una realidad que es una permanente pesadilla para un gran porcentaje de chilenos y chilenas en el día a día.
Javier Romero Ocampo
Doctor en Estudios Americanos, especialidad pensamiento y cultura.
Sociólogo, psicólogo, profesor de historia y geografía.