Poder y Política

Por una Asamblea Constituyente y un gobierno de los trabajadores

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El levantamiento popular que vivimos desde el 18 de octubre en adelante abrió un punto de inflexión. El régimen social, político y económico, que hasta hace tres semanas parecía sólido y permitía decir a Sebastián Piñera en la prensa que Chile era un oasis de tranquilidad en una América Latina convulsionada. Es ese régimen el que está herido de muerte, no solamente el gobierno de Piñera.

 

Fuera Piñera.

 

Sebastián Piñera concentra el odio del pueblo, los resultados de la última encuesta CADEM muestran que el apoyo al presidente ha caído hasta el 13% mientras que el rechazo llega al 79%; en otras palabras prácticamente ya no representa a nadie en Chile y especialmente después que declaró públicamente la guerra al pueblo chileno no puede ser él quien siga dictando lo que se debe hacer en este país.

 

Piñera ya es un pato cojo después de su fracasado y torpe intento de autogolpe. Llamó a los militares a tomar el control de las calles, con toque de queda en las noches y quedó en ridiculo. Es un presidente que no gobierna las calles, un candidato a dictador derrotado por las masas que, a pesar de los muertos, desaparecidos, heridos y torturados, no se rindieron.  El gobierno comprobó que era incapaz de aplastar la rebelión popular, fue incapaz de derrotar al pueblo que desafió en las calles el estado de emergencia y el toque de queda. Al contrario, la intervención militar multiplicó el rechazo a su gobierno y la solidaridad con las protestas, lo que quedó demostrado con las mayores manifestaciones de la historia de Chile, cuando solamente en Santiago salieron a las calles 2 millones de personas el viernes 25 de octubre.




 

Asamblea Constituyente ya!

 

La demanda que ha levantado el pueblo movilizado exigiendo una Asamblea Constituyente es muy importante, concentra las aspiraciones populares para acabar con el régimen político y el modelo económico de capitalismo brutal que implantó mediante el terrorismo de Estado la dictadura cívico militar y luego fue continuado por los sucesivos gobiernos civiles. Fueron estos gobiernos de una casta política corrupta los que lo legitimaron y profundizaron; por eso ahora ningún parlamentario se atreve a aparecer en las movilizaciones.

 

El primer paso en desmontar en profundidad todo el andamiaje institucional del régimen de la Constitución impuesta de 1980, establecida para dar continuidad y seguridad al modelo de explotación brutal del ser humano y depredador de la naturaleza en que vivimos, es conquistar una Asamblea Constituyente.   La casta política desde ya está haciendo malabares para escamotearnos una verdadera Asamblea Nacional Constituyente y para cambiar la Constitución desde el mismo Congreso desprestigiado; lo que quieren es cambiar algo, pero mantener el fondo del sistema que nos aplasta y contra el que nos hemos levantado.

 

Aceptamos la realidad del carácter plurinacional de Chile. Por eso reconocemos el derecho a la auto determinación de los pueblos originarios, en primer lugar, del pueblo mapuche. Apoyamos su proceso de Asamblea Constituyente propia, para llegar a un acuerdo de construcción común del Estado plurinacional chileno sobre la base de todos los pueblos que habitan su territorio.

 

Organizarnos en los territorios y lugares de trabajo.

 

Una tarea inmediata de la mayor importancia es la organización de cabildos en todos los barrios y comunas. Luego hay que darle una organización permanente a las asambleas y vincularlas en una gran red comunal, regional y nacional, tenemos que comenzar a establecer el poder popular, la democracia directa. 

 

Para nosotros, los trabajadores, los jóvenes y el pueblo en general no basta llamar Asamblea Constituyente a cualquier cosa. Es necesario garantizar que quien convoca y quien controla esta Constituyente sea el pueblo que despertó, y se organizó. Esta tarea urgente todavía está por cumplirse, y es una cosa central para obtener la satisfacción de las demandas más sentidas de la clase trabajadora.

 

Está claro que para obtener los cambios que necesitamos, no podemos tener la menor confianza en los actuales diputados y senadores y todavía menos en el actual gobierno de la derecha y los empresarios más recalcitrantes de esta sociedad, que han defendido durante 30 años la Constitución de la dictadura, para garantizar sus privilegios. Ahora buscan darle una salida institucional a la actual crisis, que ellos mismos han provocado. Cualquier negociación que se realice a espaldas de los trabajadores, solo traerá una nueva estafa contra el pueblo, que tendrá que seguir esperando que llegue la alegría y la solución a sus problemas.

 

Está claro que el enemigo no es solo el presidente Piñera, sino el sistema capitalista y todos sus representantes que son parte de los partidos que defienden este sistema de injusticias y desigualdad, que tanto malestar y bronca nos provoca.

 

Por esto proponemos que los representantes que elaboraran una Nueva Constitución deben ser elegidos en los cabildos o asambleas que se realicen en los barrios y lugares de trabajo del pueblo chileno. Buscando además que estos cabildos o asambleas se conviertan en organizaciones permanentes de la clase trabajadora, donde se tomen decisiones democráticamente.

 

Junto con lo anterior necesitamos además construir comités democráticos de lucha y autodefensa en todos los barrios, poblaciones y villas donde viven los trabajadores y sus familias, así como en los lugares de trabajo, y vincularlos a todos a nivel de las comunas, ciudades, regiones y el país.

 

La Asamblea Constituyente debe ser el lugar donde se discuta además la necesidad de tener un gobierno de los trabajadores que somos la mayoría en este país y no un nuevo gobierno solo de los más ricos y la elite a su servicio.

 

Para lograr nuestro objetivo solo tenemos que confiar en la fuerza de la clase trabajadora y echar mano a nuestra principal arma de lucha que pasa por organizar una Huelga General Indefinida, hasta que renuncie Piñera. Para esto Unidad Social debiera cumplir un papel fundamental para que podamos organizar efectivamente la Huelga General, su consolidación debiera ser una de las grandes conquistas de llegar a concretizarse durante este movimiento de protesta.

 

Libertad a todos y todas las presas

 

Debemos exigir que el soldado que hoy se encuentra preso por negarse a usar las armas contra el pueblo sea puesto en libertad, junto a todos los detenidos durante las manifestaciones realizadas en estas últimas dos semanas.

 

Debemos exigir además la disolución de las fuerzas especiales de carabineros, policía militarizada que se ha caracterizado por sus excesos y falta de criterio, y es utilizada con el único fin de reprimir a los trabajadores, los jóvenes y el pueblo en su justa lucha por sus derechos sociales.

 

Exigimos que se haga justicia a las víctimas de la represión

 

Que se juzgue a todos los responsables de los asesinatos, las desapariciones, las violaciones, las torturas, golpizas y las mutilaciones que han sufrido decenas de manifestantes, como es la pérdida de algún ojo a causa de los balines disparados a la cara de muchos de los que protestan. Los responsables materiales y los responsables políticos tienen que ir a la cárcel por sus crímenes.

 

Por un gobierno de trabajadores

 

Finalmente debemos levantar un gobierno de las y los trabajadores, los jóvenes, los pobladores y pueblos originarios, en otras palabras, por un gobierno de la mayoría de la población que defienda un programa socialista democrático para terminar con el capitalismo y junto con el poder terminar con todas las injusticias y desigualdades de este país.

 

 

Patricio Guzmán  y Celso Calfullan.



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  1. Saludos a todos

    Las grandes desigualdades que existen hoy en Chile son una amenaza a la libertad de la mayoría. El modelo capitalista neoliberal acumula su riqueza en solo unos cuantos y deja a la mayoría sin participación o distribución de la prosperidad. El sistema sepulta a la gente en la espantosa trampa de la pobreza. Dicho de otro modo: actualmente las fuerzas del capital detentan un triunfo inapelable. Pero ese triunfo no es eterno: la historia continúa. Las grandes desigualdades no son solamente un problema de diferencias económicas y sociales entre una parte de la población muy pequeña y la otra muy grande, sino que también es una cuestión de libertad. Quien depende de otro para existir socialmente, no es libre. Las personas pobres no solamente tienen falta de recursos, sino que no pueden ser libres. Cuando la riqueza está concentrada en pocas manos, la libertad para la inmensa mayoría está amenazada.

    La desigualdad económica en aumento en nuestra sociedad chilena, es algo tonto y en última instancia autodestructivo. El aumento de la desigualdad no solo aumenta los riesgos de despertar la ira del pueblo, sino también la seguridad de los explotadores.

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