Piñera, toma vacaciones antes de que “te manden a pastar chivas”

Es muy lógico que, a su edad, y dada su personalidad se niegue a reconocer que está enfermo de narcisismo y, por la tensión que produce este ambiente enrarecido a raíz de las continuas manifestaciones, tenga, además, un déficit atencional que lo lleva a cometer insensateces cada vez mayores : anula, con efecto retardado los $30 el alza del metro; después se le ocurre, (tal vez por consejo de su primo ministro), ordenar la ocupación de Santiago, primero, y después las demás  ciudades del país, por militares (como si los chilenos no recordaran el alevoso asesinato de sus compatriotas en 1973); a continuación – tal vez justificándose –  declara la guerra a los chilenos, que hasta el mismo general Iturriaga lo corrige, dejándole a la altura del unto; cuando ya había agotado sus cartas, opta por cambiar el gabinete por medio de varios  enroques y algunos jugadores de la banca, (su única gracia es que los nuevos no pertenecen ni a la Cato, ni a Villa María, ni al Verbo); y claro, siempre es bueno adornar el gabinete con algún “cara de pueblo”.

 

 

Si Piñera tuviera un poco de cultura histórica al menos, se acordaría que su antepasado predecesor, Arturo Alessandri Palma, que antes de convertirse en una marioneta de los militares, pidió permiso al Congreso para viajar a Italia, (y como diría Martita Larraechea, “la pasó regio”) e, incluso, Alessandri se tuteó con Mussolini.     

 

En 1911 y en 1913 se podía hablar de crisis de representación, pero hoy la situación se ha agravado a tal punto que podríamos agregar las crisis de gobernabilidad y de legitimidad. El poco y débil Estado al cual hemos llegado hoy ni siquiera es capaz de restablecer el orden aún si recurre a la fuerza bruta atropellando los derechos humanos.

 

Max Weber definía el Estado como el poseedor del monopolio legítimo de la fuerza, pero el problema se centra en la palabra “legítimo”, pues el aplicar medidas de Estado de sitio, en un Estado de emergencia no es legal, menos legítimo.

 

Para el Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, “el Estado es un ogro filantrópico” que aplicado al caso chileno, es más un ogro que un filántropo, sin embargo, a los abusados, (el 90%), sólo les llegan   algunas migajas.




 

Su usáramos el sentido común cabría preguntarse si al menos la democracia representativa existe en Chile, pero ¿a quién representa actualmente el presidente Sebastián Piñera con sólo un 13% de apoyo ciudadano? (Hay que tener en cuenta que tanto Bachelet 2 y Piñera 2 fueron elegidos sólo con un 25% del universo electoral).

 

Los ministros del gabinete, los parlamentarios y los jefes de partidos políticos tienen, apenas, una nota 2, de 1 al 10, según una encuesta realizada en el mes de octubre. Hablar de soberanía popular tiene algo de sarcasmo, pues claramente la mayoría de los ciudadanos que sufragan pertenecen a las comunas ricas, y los habitantes de las comunas pobres se sienten tan marginados del sistema que ni siquiera se sienten motivados para votar: pertenecen al “baile de los que sobran”.

 

Si vamos a la base sociológica del sufragio, se contraponen dos grandes pensadores: Juan Jacobo Rousseau, en El Contrato Social: “Hay un abismo entre el pueblo libre haciendo sus propias leyes y un pueblo dirigiendo a sus representantes para que estos le hagan sus leyes…”

 

Edmund Burke, enemigo de la Revolución Francesa, traducía “libertad, igualdad y fraternidad” por “matanza, tortura y horca”, (en su obra Reflexiones sobre la revolución en Francia, 1790); en otra de sus obras, Epístola a los electores de Bristol, escribía: “ este es un régimen representativo en el cual el representante es designado no por todos los que él representa, sino por quienes están especialmente habilitados y gozan de una libertad  absoluta sin tener que rendir cuenta a los representados, imponiéndola a estos últimos como si ella fuera una manifestación de su propia voluntad…”, es decir, en representante no tiene que rendir cuenta a sus representados.

 

Cuando solamente existe el régimen representativo, sin elementos de democracia directa, el gobierno del pueblo se deprava – como decían los antiguos – en oligarquía, plutocracia, bonapartismo, autocracia, cleptocracia, mafiocracia…El drama actual en Chile – y en cierto grado, en el mundo – es que hoy es casi imposible canalizar los conflictos cuando las instituciones han perdido legitimidad, agravado con Presidentes, en nuestro caso concreto, Piñera, que ni siquiera, aplica la ética de la responsabilidad Weberiana.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

04/11/2019  



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