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La derecha en la encrucijada

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La comunicación política de Sebastián Piñera, en el actual contexto de la crisis social, económica y política, ha sido de una irresponsabilidad tremenda, en primer lugar negando la existencia de la crisis, criminalizando los primeros atisbos de protesta social, luego en ensalzar la lógica de la guerra y coherentemente con ello enviar a los militares (profesionales de la guerra) a las calles con las temidas consecuencias: atropellos a los derechos humanos. Además, ha sostenido una posición poco dialogante ante la prensa quedando atrapado en su propio laberinto. En este sentido, ha sembrado las condiciones para que las sensibilidades de la derecha más autoritaria se impongan en el gobierno que insiste en autodenominarse de centro-derecha, todo esto en una puesta en escena de un cambio de gabinete que no toca las carteras ministeriales más criticadas como Educación y Salud, sacrificando al ex Ministro del Interior y Seguridad Pública, algo que se resuelve sin problemas ya que “queda en familia”.

 

Este aparente cambio de orientación con el “nuevo” gabinete, no asume temas que son de fondo, que se enmarcan en lo que se ha dado en llamar un nuevo pacto social, lo que en la calle asume dimensiones diversas tales como nueva constitución, frenar el abuso de grandes consorcios empresariales, bajar el costo de la vida, mejorar las pensiones, y un sinfín de sentidas y reprimidas demandas que se han ido acumulando por años y que se aglutinan en torno a la palabra dignidad. Avanzar sobre este sinnúmero de necesidades no nos convertirá en esa temida construcción comunicacional llamada “Chilezuela” o en un satélite de Cuba como se esgrime en sectores de derecha más radicalizados; de hecho estas peticiones en muchos países desarrollados son considerados estándares básicos de sociedades democráticas.

 

La normalización de nuestro país asusta a la derecha política, militar y económica, en su defensa irrestricta del modelo económico radical neoliberal, considera las actuales propuestas de justicia social como sinónimo de «comunismo» volviendo a ese viejo mantra pinochetista que nos acompaña desde la dictadura militar, y que es parte de las creencias básicas de un conjunto de la ciudadanía hábilmente manejada por medios de comunicación y discursos políticos basados en el miedo y la intolerancia, alejados de los mínimos democráticos que las sociedades modernas han construido.

 

La óptica de post-guerra fría del presidente y de su cuerpo de gobierno esgrimido en estos días intenta justificar un orden racionalmente injustificable, pues, la propia desigualdad que los ciudadanos le espetan en la cara a toda la clase política constituye un óbice al propio crecimiento económico que el gobierno dice defender.  La retórica exhibida por el gobierno y sus vocerías, en efecto, solo construyen escenarios de violencia y descalificación frente a toda crítica, mientras tanto en la otra vereda el clamor del pueblo o la “gente”, como se le denominó en nuestra larga e inacabada transición democrática, levanta una voz de acuerdo que hace frente al trauma nacional que se resume en que no queremos un país como el que tenemos.

 

Finalmente, la conducción política de la derecha gobernante está en su más bajo nivel de aprobación (14%), esto es quizás el reflejo de una crisis de todo el sistema político que ha sido superado por el sentido común, que se expresa en la calle con el furor y sutileza que hemos tenido el privilegio de observar en estos días.

 

Fabián Bustamante Olguín – Profesor en ETHICS- FCFM- U de Chile. Doctorando en Sociología, UAH

Javier Romero Ocampo – Doctor en Estudios Latinoamericanos – USACH.

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