Crónicas de un país anormal

Lo peor que puede pasar es que se cure la cabrona

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“Al César lo que es del César…” refrán que tomé del periodista Mirko Macari, quien lo expresó en un programa mucho más analítico que la basura farandulera de la televisión chilena, es una metáfora y, como tal, no injuria a ninguna persona en particular

 

En mi época pasada – cuando era joven aún – existían los prostíbulos, y los más famosos se ubicaban en las calles San Camilo y Maipú. La “cabrona” era, por lo regular, una ex prostituta que, con los años se había transformado en una “emprendedora” – como diríamos hoy -, y entre las connotadas era la Carlina. Los candidatos a cargos públicos reservaban en su agenda un día con el fin de asegurar que las chiquillas les dieran su voto, incluso, influyeran en sus clientes con la misma finalidad. En la actualidad, seguramente habrá una aplicación semejante a la de Uber, Cabify, Didi…para conseguir los favores de una doncella cuando las necesidades biológicas lo requieran.

 

En el latrocinio existía la ponchera, disponible para clientes y chicas, pero la cabrona, como buena empresaria, evitaba emborracharse para proteger el negocio, pero si llevada por el entusiasmo hubiera caído en la tentación, el negocio hubiera colapsado.

 

Si aplicáramos el refrán de la “cabrona” a la realidad chilena actual tendríamos que concluir que la mayoría de los personajes de la casta dominante se están emborrachando junto con los clientes y las chiquillas del prostíbulo, que es el Chile de la “democracia” pactada con Pinochet, en 1989.




 

El actual Presidente de la República es tan torpe y mal agestado que, ni siquiera, puede seguir el baile de “un pasito para adelante y un pasito para atrás”: cada medida que propone y cada mensaje entregado es semejante a la chispa que enciende más la mecha, y el pobre Piñera intentara apagar el fuego, pero lo aviva con sus torpezas e insensateces.

 

En la jornada del viernes, 18 de octubre, cuando comenzó la trifulca a raíz de la evasión, en vez de proteger las estaciones del Metro, declaró el Estado de Emergencia y ordenó copar las calles con los militares, (otro Mandatario, con una onza de criterio, lo hubiera pensado dos veces a sabiendas de que los militares, en el pasado reciente ocuparon el país y asesinaron, torturaron e hicieron desaparecer a miles de sus compatriotas).

 

Concordemos en que a los plutócratas poco les importa la vida de los pobres, y que lo único que les interesa es el lucro, pero si tuvieran un mínimo de materia gris y de inteligencia emocional, hubieran buscado salvar la situación que, el 18 de octubre les hubiera costado sólo un puñado de dólares, (hoy los millonarios, especuladores y explotadores tienen que lamentar pérdidas de miles de millones de dólares). El único que comprendió que para salvar la bolsa hay que ceder un poco fue Andrónico Luksic, (claro que en las grandes empresas los empleados ganan más que el salario vital), quien ofreció un mínimo de $500.000 mensuales, y uno que otro siguió su ejemplo, al menos en la promesa.

 

Los grandes empresarios, que no pagan impuestos y sí se hacen ricos a costa del lomo de sus trabajadores, (ni siquiera se han molestado en imitar el ejemplo de sus predecesores, la nobleza francesa en la Revolución de 1789, cuando renunciaron a sus privilegios feudales para calmar al Tercer Estado, lo que era un engaño, pues los antiguos siervos, luego en libertad, no tenían dinero para adquirir los feudos), y a la plutocracia no se ocurre, al menos, seguir el ejemplo de sus predecesores franceses del siglo XVIII.

 

En la actual crisis, cuando al gobierno se le fue la situación de las manos, al Presidente sólo se le ocurre anunciar una serie de medidas de parche, que serían financiadas por el déficit y del dinero de las propias víctimas del abuso, y para disimular, el muy avaro “compinche de los empresarios” sube apenas del 35% al 40% a quienes ganan más de 8 millones de pesos. La cifra a recaudar sería muy inferior a la que el Estado deja de captar por su reforma de reintegración tributaria, (perfectamente podría agregarse la propuesta de Marco Enríquez-Ominami, de cobrar un 1% a quienes inviertan en la Bolsa y en los mercados secundarios de Bonos), pero por avaros y sinvergüenzas, se les va a aplicar el principio de que “si no quieren sopa, se les dará tres tazas”, ¡cáptenla a tiempo, y no esperen que por salvar unos pesos pierdan su capital, lo único que les interesa!

La nueva historiografía ha probado que, al contrario de lo que se diga en “la petite histoire”, Louis XVI no era nada de tonto: un rey burgués, como sus congéneres ilustrados. Piñera, el rey-burgués chileno, ha demostrado una suma insensatez y una falta de sentido común al grado sumo: cómo se le pudo ocurrir que un millón 500.000 santiaguinos y otro tanto en ciudades de provincia hayan salido de sus casas para aplaudirlo y suplicarle que se quede en el poder. Ya, cuando se prevé que esta crisis tiene una salida muy difícil y no a corto plazo, sólo le queda una carta bajo la manga: el cambio de Gabinete, (hasta sus seguidores más fanáticos le sugerían que fuera total, y que no estuviera compuesto por personajes del Verbo Divino y del Villa María, es decir que, al menos, incluso, que algunos provinieran de colegios con número y letra, así se hayan aburguesado posteriormente), que se convirtió en un enroque, con alguno que otro joven, entre ellos, Julio Isamit, y sacar, de paso, a la vocera, Cecilia Pérez, que ya desentonaba cada vez que salía a la palestra, y nombrar a una chiquilla con más cara de pueblo, Karla Rubilar, (vestida para la ocasión como el personaje de la serie francesa Asteric Le Goulois).

Con la plutocracia, la cabrona embriagada, no puede pasar otra cosa que el Estado anómico, es decir, que todo funcione sin reglas fundamentales de convivencia, y que el ente encargado de definirla es un pacto social consagrado en la Constitución, y si la oligarquía en el poder quiere suicidarse, es su propia decisión: los dioses ciegan a quienes quieren perder.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

29/10/2019          



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