La rebelión ciudadana chilena en el contexto internacional
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Si aplicamos la historia comparativa a los levantamientos sociales mundiales, particularmente en América Latina, debemos ser muy cuidadosos en la comprensión entre unos y otros: el caso de Sinaloa, (México), es diferente al chileno, pues los actores son distintos y la causa de las explosiones lo son también; lo mismo ocurre con el movimiento indígena en Ecuador, o en Perú, por causa de la corrupción y cierre del Congreso; en Bolivia, el clima después de las últimas elecciones, (20 de octubre), y así, incluso, en Europa, el caso de Cataluña…
Según los periodistas argentinos, se da la paradoja de que, en su país, en pleno default, con una inflación del 50%, no existe una rebelión social equivalente a la de 2001, con su Presidente, Fernando de la Rúa, quien huía despavorido en un helicóptero: Argentina, a diferencia de Chile, tiene una salida electoral con el triunfo seguro del candidato Alberto Fernández. Un periodista de ese país expresó, muy inteligentemente, que a Chile le falta el peronismo, que permite que el poder político pueda dialogar y transar con los sindicatos.
El peligro del populismo que, estúpidamente, la derecha neoliberal confunde con los beneficios sociales al pueblo, ha servido, al menos en el caso argentino, para sortear una inminente revolución popular.
La actitud del gran Presidente, Andrés Manuel López Obrador, en el caso mexicano, que verdaderamente sirve a su pueblo, y que mantiene un récord del 70% de apoyo popular, es moral y éticamente la antípoda de Sebastián Piñera respecto al respeto a la vida de sus ciudadanos, a diferencia del Presidente chileno, que no dudó un momento en ordenar la salida a la calle de los militares, entrenados para matar, en este caso actual, a sus conciudadanos, (ya contamos más de 18 muertos). Andrés Manuel López Obrador, verdadero humanista, prefirió, dejar en libertad al hijo del Chapo Guzmán, en la ciudad de Culiacán, antes de provocar una masacre, cuyas consecuencias hubieran ocasionado pérdidas de vidas humanas. Con altura de miras, AMLO expreso: “no vale más la captura de un delincuente que la vida…No se puede apagar el fuego con el fuego…”
A diferencia del usurpador Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional, (PAN), que planteó la guerra contra el narcotráfico y que la perdió sumando el precio de miles de muertos, AMLO ha preferido suspender la guerra sin cuartel y centrarse en atacar las causas del narcotráfico, que hacen que la mayoría de los habitantes de Sinaloa y del resto de ciudades de México estén dominados por los “Chapitos”, entre ellos su hijo, Ovidio, cuya captura ocasionó el tiroteo en Culiacán.
El PAN, al igual que la derecha chilena, vendidos a los americanos, ha iniciado una brutal campaña contra el Presidente mexicano, acusándolo de abandono a su pueblo, pero por suerte, los mexicanos no han caído en la trampa.
A diferencia de Piñera, López Obrador entiende que el poder no es prepotencia e imponer, como el mandatario chileno, su concepto del orden a sangre y fuego, sino que opta como mandato del pueblo de servicio a los ciudadanos, que es, precisamente, la diferencia entre la ética y la moral de los dos Presidentes: la derecha neoliberal de Piñera y el progresismo, de López Obrador.
El cientista geopolítico, libanés-mexicano, Alfredo Jalife, un analista muy informado, acusa a la DEA, la Agencia antidrogas norteamericana, de haber planeado el ataque de Culiacán con el fin de desestabilizar el gobierno de AMLO, y trasladar la crisis norteamericana a México.
Como Piñera carece del peso ético y moral y político del Presidente mexicano, ante el conflicto actual sólo ha atinado a lanzar más parafina al fuego, (hoy, 25 de octubre se suman los camioneros a la protesta nacional debido a los abusos del hermano de Andrés Chadwick, Herman, alza en tarifas del TAG), que nos trae tantos tristes recuerdos en los momentos previos a la caída del Presidente Salvador Allende, así no sea comparable un acontecimiento histórico con otro.
Con todas las diferencias que podamos considerar, quizás la rebelión chilena de las capas medias chilenas emergentes podría asimilarse más a la ecuatoriana por la forma de irrumpir en sus protestas, como consecuencia del retiro de la subvención a los combustibles por parte del gobierno de Lenin Moreno, sin embargo, el componente social y político y la naturaleza de las exigencias chilenas tienen poco que ver con la realidad del tejido social ecuatoriano.
Algunos viejos que aún nos movemos en este mundo, nos trae a la memoria los años 60 y 70, en que éramos “jóvenes y bellos”: distintos escenarios y lugares geográficos, así como el desarrollo científico y tecnológico de la época, la juventud creía que se podía conquistar el cielo con las manos rebelándose contra una sociedad de consumo, que pretendía encuadrarla, como las ovejas conducidas al matadero.
Si bien la Francia de los “chalecos amarillos” tiene un PGB muy distinto al chileno, en algo se parece a Chile: la rebelión de los ciudadanos comunes y corrientes, con casi 50 semanas continuas de manifestaciones en demanda de mayor participación ciudadano, como en el caso del RIC, (Referendo de Iniciativa Ciudadana), y la petición en Chile de la convocatoria a una Asamblea Constituyente, que permita, de una vez por todas, que los chilenos puedan formular su propia Constitución.
Si se quiere buscar un hilo conductor en las distintas rebeliones sociales, tanto en Europa como en América Latina, lo encontraremos en el resultado del auge del neoliberalismo a partir de las dictaduras de seguridad nacional, en América Latina, y de Margaret Thatcher en Inglaterra, de Donald Reagan, en Estados Unidos…quienes niegan la existencia de la sociedad y sólo consideran a los individuos como tales, (o como dijo Pinochet, “hay que gobernar para los ricos…”). Para que el sistema neoliberal de mercado de sus frutos, es necesaria la eutanasia, es decir, gasear a inmigrantes, viejos y pobres y demás derrotados en la lucha por la supervivencia.
Rafael Luis Gumucio Rivas, (El Viejo)
25/10/2019