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El momento de los cambios verdaderos es hoy… ahora es cuándo

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Las actuales cofradías de parlamentarios y políticos del duopolio no empujarán cambios de fondo. ¿Podrá hacerlo el pueblo movilizado?

 

 

“Como decíamos ayer…”; esa fue la frase que Fray Luis de León utilizó en la Universidad de Salamanca al regresar a su cátedra luego de cinco años de prisión en  la cárcel de Valladolid. Parafraseando al gran representante de la poesía renacentista española del siglo dieciséis, podemos aventurar que los políticos de Pelotillehue, luego de cinco o más días de severas, masivas, emotivas y grandiosas manifestaciones populares a lo largo del país, calmadas las aguas (temporalmente), regresaron a sus curules privilegiados y retomaron las mismas conductas, frases e intereses que les caracterizan desde siempre.

 

 

 

Por cierto, para que el ‘respetable’ pudiera convencerse de cuán interesados están en la ‘solucionática’ de las demandas populares, se enfrascaron en una especie de riña de cantina las diputadas oficialistas Paulina Núñez, Camila Flores y Erika Olivera, atacando a su par, Pamela Jiles, porque mostraba al ministro del interior -uno de los ‘primos’ que gobiernan nuestro país-  el cartelito con el número de asesinados por las fuerzas armadas y de orden en los primeros días de protestas y marchas populares.

 

 

Tal vez no usaron la misma frase de Fray Luis, ya que posiblemente, al reunirse de nuevo en las salas del Congreso Nacional, deben haber preguntado: “¿Y bien, en qué estábamos la semana pasada?”. Es tiempo perdido pedirle al gorrión que no picotee el trigo. La naturaleza de cada individuo define su actuar. Nuestros actuales políticos (y reitero aquello de ‘actuales’) provienen de un mismo paño, aquel  cortado por la tijera del neoliberalismo salvaje, la corrupción, el amiguismo y el desdén absoluto por las masas que los colocaron en los cargos públicos que ocupan. Pedirles que cambien es tan inútil como solicitarle al buitre que no se alimente de carroña.

 

¿Exagero? Espere un tiempito y verá que no. En plena crisis, mientras millones de chilenos marchaban exigiendo poner atajo a tanto abuso y explotación, los parlamentarios se enfrascaban en discusiones bizantinas (como siempre) que eran inconducentes y privilegiaban el florete de esgrima verbal que tanto les agrada.




 

Por cierto, para que el ‘respetable’ pudiera convencerse de cuán interesados están en la ‘solucionática’ de las demandas populares, se enfrascaron en una especie de riña de cantina las diputadas oficialistas Paulina Núñez, Camila Flores y Erika Olivera, atacando a su par, Pamela Jiles, porque mostraba al ministro del interior -uno de los ‘primos’ que gobiernan nuestro país-  el cartelito con el número de asesinados por las fuerzas armadas y de orden en los primeros días de protestas y marchas populares.

 

No han cambiado un ápice. Ahí están, dando jugo en lo que resulta habitual para ellos. La discusión ‘parlamentaria’ del momento es dirimir si se rebajan su dieta o continúan mamando de la ubre fiscal sin cambiar una bendita coma al cuento que gustan leer y protagonizar. No es la única discusión “trascedente” en estos momentos en el Congreso…claro que no; hay otras, por ejemplo, el batir espadas para determinar si los  Cores (Consejeros Regionales) pueden o no candidatearse a cargos públicos como alcaldes, concejales y similares. “La cueca en pelota”, me señaló Pascualito, un trabajador agrícola que es conocido en mi tierra huasa por su lengua de lija…  pero sincera.

 

Tal vez usted, estimado lector, desconoce que en estos precisos momentos muchos parlamentarios (diputados, específicamente), recorren sus distritos enfrascados, preocupados y motivados en imponer candidatos para la futura elección de alcaldes y concejales en octubre del año 2020. ¿Qué el país está casi en llamas con las movilizaciones de millones de chilenos? A muchos parlamentarios eso no les preocupa ni les mueve un pelo. Creen estar seguros que las demandas se debilitarán en las próximas semanas, y que mediante el aporte canalla de la televisión ídem, pronto serán olvidadas.

 

Poca duda cabe que los actuales parlamentarios y dirigentes de las tiendas partidistas ‘oficiales’ (aquellas con representación en el Poder Legislativo), continúan esperanzados en que el tenor, tamaño y fuerza de las manifestaciones populares masivas perderán  densidad diluyéndose con el paso de los días, permitiéndoles, de ese modo, continuar con el deshoje del país tal cual han venido haciendo desde hace treinta años.

 

¡No me diga que usted cree que ‘honorables’ como Iván Moreira, Jacqueline van Rysselberghe, Camila Flores, los Melero (padre e hijo), Francisco Chahuán, Fuad Chaín, Juan Pablo Letelier, Guido Girardi, Isabel Allende, Ricardo Lagos Weber, y otros más, cambiarán su naturaleza de politicastros corruptos y traidores para beneficiar al país de a pie!  Ni lo sueñe. Tampoco espere mucho de los comunistas ni de la cabrería del Frente Amplio… ya están recorriendo las mismas rutas de los anteriores. ¿Y de los ‘nacionalistas’ que dirige José Antonio Kast, alias ‘el panameño’?  Que Dios nos pille confesados si esos desquiciados llegan a la Moneda.

 

Definitivamente, si las manifestaciones populares continúan (con la misma fuerza que hemos conocido hasta ahora), los objetivos que la mayoría de los chilenos desean lograr, difícilmente podrían alcanzarse a través del actual poder legislativo que durante tres décadas se esforzó, por angas o por mangas, en mantener incólume un  sistema que privilegia a los dueños de la férula, y castiga irracionalmente a la mayoría ciudadana.

 

Seamos claros, los actuales parlamentarios (aunque  juren de rodillas que han escuchado ‘la voz del pueblo’), no moverán un dedo para cambiar lo esencial y sustantivo  del sistema neoliberal salvaje.  No pueden hacerlo… el sistemita es parte de su naturaleza, como la carroña es para el buitre (y ya lo dijimos si bien recuerdo).

 

-Ya, okay, ¿cuál es entonces la fórmula que permita los cambios necesarios?, peguntará más de alguien.

 

No se me ocurre otra que la Asamblea Constituyente.  Ella debería ser -de aquí en más-  el norte de toda lucha popular.

 

 

Por Arturo Alejandro Muñoz



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