Crónicas de un país anormal

La Guerra de Piñera. ¿Será contra la clase media que lo eligió?

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Hoy, 21 de octubre, el levantamiento de las capas medias se ha extendido por todo el país. ¿Habrá también toque de queda en Antofagasta, Coquimbo y Concepción?

 

La principal paradoja es que esas capas medias que eligieron al Presidente Piñera, ahora tocan las cacerolas y quieren expulsarlo del poder.

 

No son los proletarios los que asaltan e incendian supermercados y otros centros económicos, ni siquiera corresponden a la categoría de Carlos Marx que denomina como el lumpen proletariado, más bien podría tratarse de una lumpen-burguesía individualista, perseguida por la sed de consumo.

 

Según Max Weber el Estado no es otra cosa que la posesión del monopolio de la violencia y las armas, por consiguiente, el político siempre tiene que transar con el diablo, es decir, hacer uso de la coerción, que supone el dominio de los súbditos – llamados hoy ciudadanos -; el Estado-mamá, el Estado protector e, incluso, el llamado Estado cristiano, al fin y al cabo, y en forma soterrada, emplea la coerción.

 

En una situación como la actual en Chile, el presidente de la república tiene el deber de restablecer el orden para garantizar la vida de los ciudadanos, pero de ahí a declarar la guerra a parte del pueblo chileno, poniéndolos los unos contra los otros, le resta toda legitimidad al Jefe de Estado.

 

Los romanos distinguían entre poder y autoridad: un Presidente, por ejemplo, puede tener el monopolio de la fuerza bruta, pero si carece de autoridad moral y, además, expresa insensateces que siguen demostrando su incapacidad para resolver problemas políticos, dado su ignorancia crasa, pierde toda legitimidad.

 

Si las instituciones chilenas fueran civilizadas y correspondieran a una verdadera democracia debieran rendir cuenta al país de sus acciones y omisiones, (al menos, el fiscalizador debiera ser fiscalizado), y no basta con diagnósticos y con farisaicos golpes de pecho, ni tampoco con pedir perdón a la ciudadanía, cuando bien saben que una vez pasado el miedo inicial los poderosos volverán a las andadas, y entones nuestra plutocracia transaccional será más repugnante que nunca.

 

Las oligarquías nunca han sido generosas, ni siquiera cuando los más lúcidos dentro de ellas anuncian el fin de su dominación. Estoy seguro de que esta vez, en la situación actual, los ex presidentes de la república no tendrán el valor ético de renunciar a sus millonarios salarios, mucho menos los congresistas, que cada vez representan a menos ciudadanos, como tampoco los altos funcionarios, intendentes y gobernadores y otros, que aman demasiado el dinero y el poder y muy poco a los ciudadanos, estarían dispuestos a sacrificarse por los “patipelaos”, (expresión de la presidenta de la UDI).

 

Emilio Durkheim acuñó el término de la anomia, (la carencia de normas propias del mundo contemporáneo): en su obra El suicidio, incluye la categoría del suicidio anómico, que es justamente lo que están haciendo las clases superiores: inoculando en la sociedad chilena el individualismo más cerril y brutal.

 

Pedir que la clase media emergente, que eligió a la derecha para que le garantizara el equilibrio mágico de no caer en la pobreza y ser maltratados en las oficinas públicas, en los hospitales en los colegios …, hoy se ha dado cuenta que la misma que ungió en el poder a Piñera, la está conduciendo al infierno del “rotaje”.

 

Joaquín Lavín y Manuel José Ossandón no son tontos: captaron perfectamente el carácter de clase media de este levantamiento, el primero, alcalde de Las Condes, muy impresionado por el caceroleo en su propia comuna y, el segundo, por haber desempeñado ese cargo en Puente Alto, conocen bien a los pobres, (Ossandón, por ejemplo, dijo que Piñera no había dejado estupidez por hacer por la forma en que enfrentó el movimiento social). Desde el lunes 14 de octubre, al viernes 18, prácticamente no hubo ninguna vocería, lo cual significa que el Estado estuvo ausente ante la crisis, y como el presidente no ha leído ningún libro sobre ciencia política, ni de sociología…, no entiende que el vacío de poder siempre conduce al caos.

 

Cualquier medida política debe ser ubicada en el tiempo y en el espacio, es decir, nadie puede gobernar sobre la base de abstracciones, por ejemplo, el Presidente Piñera demostró impericia para suprimir el decreto de alza en la tarifa del metro; si hubiera previsto a tiempo podría haber canalizado el descontento antes de que se convirtiera en grave crisis de representación y de gobernabilidad.

 

Cuando ya era demasiado tarde, se pasó al otro extremo: por medio de conferencias de prensa de sus ineptos ministros, cuya labor se limita a la de notario, dejaron evidencia su condición de secretarios, sin capacidad de conducción.

 

Salvo la intendenta de la Región Metropolitana, Karla Rubilar, que aún le queda una dosis de calidad humana, el resto de personajes de gobierno que aparecen en la pantalla de televisión son fríos, distantes y nada asertivos.

 

En el caso chileno, las fuerzas armadas y del orden fueron co-culpables de cooperar durante la dictadura, (además de los casos recientes de Milico Gate – Fuente-Alba y Oviedo -, y el Pacogate), que enlodan y les resta autoridad a las fuerzas armadas y de carabineros, que además a partir del Estado de Emergencia se han ensañado contra los detenidos bajo toque de queda.

 

A diferencia de la generación que vivió el golpe de Estado de 1973, muchas veces paralizada por el miedo, (muy justificado debido a la brutalidad cometida por la represión), hoy los jóvenes tienen decisión y valor para burlar el toque de queda. Habría que buscar con mucha más fineza y tino la forma de actuar de la juventud.

 

La manifestación de hoy, 21 de octubre, en la Plaza Italia, sumada a las de los días anteriores en la Plaza Nuñoa, y en otros lugares de Chile, demuestran la superioridad del ejercicio de la no-violencia activa, que permite mayor masividad y contundencia que los métodos violentos.

 

No hay que equivocarse: en la mayoría de los casos históricos actuales las crisis de gobernabilidad, representación y legitimidad, por desgracia, han conducido a gobiernos de extrema derecha.

 

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

21/10/2019          

             

 

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