Los santiaguinos se alzaron contra el abuso
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El único culpable de los incidentes ocurridos durante la semana, especialmente el día viernes, es el gobierno de Sebastián Piñera y sus torpes y ridículos ministros insensibles, entre quienes sobresalen los ministros Andrés Fontaine, de Economía, (recomendó a los chilenos levantarse al alba para alcanzar a pagar en el horario más barato del Metro; mejor es que no duerman), y la de Transporte, Gloria Hutt, (aún no asume su parte de culpa en la elevada tarifa del Metro) y, por supuesto, el mismo Sebastián Piñera.
Militarizar la ciudad de Santiago, sobre la base de un estado de emergencia, sólo demuestra que el gobierno, además de inepto, propina una verdadera cachetada a la democracia: por culpa de algunos traidores democratacristianos ha sido imposible aprobar sendas acusaciones constitucionales a los prepotentes y represivos ministros de Piñera.
El ministro-primo del Presidente, Andrés Chadwick, debería haber sido destituido a raíz del caso Camilo Catrillanca, pero aún sigue en el Ministerio del Interior gracias a su calidad de primísimo.
Chile es paraíso del abuso: en Santiago hay comunas, (Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea), en las cuales se vive como en Dinamarca, mientras que en La Pintana, La Bandera, La Granja… se vive con igual pobreza de un país africano, como Mozambique, Burundi y otros. En cuanto a la subida del transporte, (el más caro de todos los países de América Latina), cuyo boleto de Metro a $820 en horas punta, se hace insostenible para el chileno medio, que gana $300.000 mensuales, (según las estadísticas, el salario promedio), lo que vendría a ser un tercio del salario solamente gastado en locomoción, sin contar este gasto de sus hijos.
Nos habíamos olvidado, por ignorancia de la historia, que durante los gobiernos de Gabriel González Videla y Carlos Ibáñez del Campo los ciudadanos se rebelaron por el alza del transporte, (en ese tiempo, en parte estatal): con González Videla se produjo la famosa huelga de la “chaucha”, en 1947, (al alza de $0,20 que, en esa época se llamaba “chaucha”). En el gobierno del militar Ibáñez del Campo se produjo un verdadero motín en la ciudad de Santiago, el 2 de abril de 1957, cuya chispa fue el alza del transporte; esta asonada fue sofocada a sangre y fuego por el entonces general Abdón Parra Urzúa. Por primera vez los pobladores aparecieron como una realidad social, en el centro de Santiago que, a partir de esa fecha, se convirtieron en tema central de la política chilena.
La derecha, se ha probado, sólo puede gobernar con un pueblo borrego y arribista, que está dispuesto a aceptar todas las medidas macroeconómicas, propias del neoliberalismo, junto con el desprecio de los millonarios en el gobierno, pero cuando un pueblo oprimido y abusado despierta de su largo letargo se mueren de miedo e, incapaces de integrar a los ciudadanos al Estado, recurren a la fuerza bruta de los militares, (el Estado pasa a ser el monopolio ilegítimo de las armas).
Los estados de excepción que suspenden las garantías constituciones, en mi concepto y salvo en caso de una catástrofe natural, son poco compatibles con la democracia: los auténticos demócratas siempre han rechazado las leyes liberticidas, entre ellas la aplicación de la ley de Seguridad Interior del Estado, (baste leer en los Boletines Parlamentarios brillantes discursos al respecto, como el de Carlos Vicuña Fuentes, Radomiro Tomic, y tantos otros, cuando en el Congreso de discutían estas leyes liberticidas).
En los países civilizados el transporte es un servicio público y no un negociado, como en el Chile bárbaro y neoliberal que, además se da el lujo de privatizar la salud, el agua, la electricidad, el gas, la educación…Creo que estamos ad portas de llegar a la ruptura del pacto social entre la ciudadanía y castas políticas en el poder, (según el tomismo, la rebelión es justificable y, aun cuando nunca he estado con la violencia en ninguna de sus formas, me parece que este Chile injusto y abusador, por desgracia, si no se corrige, nos va a conducir a una catástrofe de proporciones).
Si sólo el 10% de la población tiene derecho a una vida digna, pero el 90% está condenado a recibir un mísero salario y licuarlo por las deudas del mes, cuando los $300.000 son consumidos por alimentación, medicamentos, arriendo y transporte, y cada ciudadano se ve forzado a elegir parte de estos rubros para sobrevivir, (o pagan arriendo y no se transporta, o compra remedios o no come…), entonces no le queda otro recurso que vivir con honor o bien, morir con gloria, (en lenguaje vulgar, morir luchando, de hambre ni cagando).
Hoy la representación política ha perdido todo valor moral: en distintos países y con situaciones muy diversas, los movimientos populares se rebelan ante la injusticia, que le es consubstancial al neoliberalismo: en Francia, los “chalecos amarillos” que ya van para las 50 movilizaciones sabatinas, plantean el RIC (Referéndum de iniciativa ciudadana); en Barcelona, independentistas y ultraderechistas se enfrentan a la policía desde hace cinco días; en Ecuador, los indígenas lograron que el Presidente traidor, Lenin Moreno, (en desacato con el FMI), tuviera que pactar con los representantes de la sociedad civil.
El gobierno de Piñera, que había logrado pasar desapercibido ante la eventual derrota de sus cómplices, Macri y Moreno, y sólo falta que el pueblo brasilero derrote al fanático canuto y pinochetista Jair Bolsonaro, ahora le corresponde su turno.
Los estudiantes nuevamente están dando una lección de civismo a la ciudadanía, demostrando que para luchar por causas justas no es necesario sólo defender sus propios intereses, (en este caso su pasaje no se incrementó), sino también luchan por sus familias y por un horizonte de esperanza, (la parafina del pueblo).
No todos los chilenos tienen la bajeza moral de algunos miembros del gobierno de Piñera: no usan el poder para colocar a sus familiares en los más altos cargos, ni creen que el país es un fundo para enriquecerse durante cuatro años, (posteriormente, el Presidente recibe su salario durante toda la vida), por el contrario, sólo padecen la estupidez del gobernante de turno, recordando siempre que muchos de ellos con su voto lo condujeron al poder.
La oposición, por otra parte, es tan miserable como los partidos de derecha y el gobierno mismo, de seguro aceptará el diálogo sobre la tensa situación actual, que terminará en una de las tantas vaguedades y frases rimbombantes, carentes de todo sentido con respecto a la realidad, y que no son más enajenaciones que siguen engañando a las masas.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
19/10/2019