La conquista de la calle
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Los abusos que desde todas las esquinas golpean a millones de chilenos, está llegando a niveles insoportables.
Los sostenedores y defensores del modelo no logran entender que los intereses, que la vida misma, van por carriles separados.
El 1% más rico, esos que se quedan con casi un tercio de las riquezas del país, para quienes sencillamente las urgencias de los pobres no son nada, esos que están más abajo que la clase media a la que intenta enamorar Piñera y la derecha, los que caminan diariamente con un salario promedio de menos de $ 500.000, no son ni la urgencia ni la prioridad de la clase dominante y la gobernante.
En nuestra historia la calle forma parte de la memoria de la clase trabajadora, de los estudiantes con esos inmensos dolores que nos hacen mantener las demandas de manera constante y la memoria inalterable. No ha sido la derecha quien ha aportado a la consolidación de derechos para las grandes mayorías, fue la derecha quien se opuso a la ley de la silla, quiérase o no, es la izquierda la que de manera tozuda en esa batalla se confronta al capital con sus violentas agresiones.
La derecha piñeirana avarienta de ganancia trabaja de manera constante para aumentar las riquezas para su clase que es la forma de consolidar su poder.
Entonces la calle se llena nuevamente de consignas gustas y latentes. Ya se hace insoportable que el modelo de manera reiterativa siga metiendo la mano en los bolsillos de millones de hombres y mujeres.
No es aceptable ni un injusto sistema de salud, precario, de casi perpetuas largas filas de esperas o de años para mejorarse. No es aceptable. Es un modelo perverso.
No es justo tampoco un modelo educativo excluyente, y desigual. La diferencia de aportes en la educación de liceos o la educación técnica son abismantes. En estos últimos están los más sencillos, los pobres del campo y la ciudad que aspiran a un oficio con los cuales construir su vida en algo diferente a las de sus abuelos que nacieron pobres y se fueron miserables.
Entonces la calle vuelve a ser lo mejor que puede suceder, allí se juntan las demandas más sentidas, el grito puro y duro que interpela al parlamento que transita entre pactos y abrazos de medianoche para sostener al modelo y danzar con los cantos de sirena que la derecha cavernaria impone.
Es que la calle cuando habla deja su impronta. Allí está Tiananmen, la Plaza de Mayo en Argentina y nuestra constante Plaza Italia y muchos años antes también la Escuela Santa María de Iquique. Es que la calle le pertenecerá siempre a los desposeídos. Desde allí se colocan en el aire las demandas y exigencias fundamentales a la inmensa mayoría de excluidos, a los que la derecha los uniforma como “patipelados”.
La derecha no entenderá NUNCA que el modelo sólo les beneficia a ellos y que para que sea así también existen los cómplices con los cuales se retroalimenta y mantienen.
La calle, las piedras, y todo lo que arda es justo, es la natural respuesta a la injusticia y si así sucede es también porque desde el parlamento no están las luces necesarias para alcanzar logros significativos. Es allí cuando cobra sentido aquello que la lucha da lo que la ley niega.
Bien, hay que alegrarse de que la calle nuevamente haya colocado el vozarrón como corresponde y debe ser. Hay que aplaudir a los estudiantes que salen para pedir por las agresiones que se cometen contra sus padres. Sencillamente de esta forma se avanzará para colocar al modelo de rodillas y si así no fuera por lo menos dejarlo bajo amenaza.
A la calle y a ganar las próximas batallas. La derecha no lo entiende, allá ellos. Acá nosotros