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Sequía e innovación

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No soy patriotera, ni chovinista, pero siempre he creído que Chile es especial. Entre muchas cualidades, por su geografía, con diferentes climas, desiertos y glaciares, limitado al este y al oeste por la cordillera y el mar. Si solo pensamos en la energía, en el Sur tenemos vientos que nos facilitan la creación de parques eólicos y en el Norte el Desierto de Atacama, la zona con mayor radiación solar en el mundo, que cuenta con un potencial gigantesco de producción de energía eléctrica proveniente de energía solar. Incluso exportable, ya que su volumen podría llegar a 60 veces el consumo total de energía de Chile y al 20% del consumo de todo el mundo[1].

 

Como en Chile no hay discusión amplia, ni información oficial clara y comprometida, nos enteramos de lo que pasa en el país, y en sus realidades regionales, a través de informes técnicos orientados a profesionales de las distintas áreas. Así, para las grandes mayorías, gran parte de nuestra realidad pasa desapercibida, mientras consumimos, nos endeudamos, recorremos por horas la ciudad en Metro, vemos series repetidas en la TV, nos animamos en los malls y nos agotamos hasta deprimirnos.

 

Ahora, afectados por la mayor sequía de nuestra historia, ignoramos que este paisito, con su loca geografía, nos podría entregar posibilidades únicas. Si nuestras riquezas básicas nos pertenecieran, hasta podríamos convertirnos en un país inmensamente rico. Pero esto es imposible, especialmente en el caso del agua, que en un 96,05% está en manos privadas, nacionales y extranjeras. Solo menos de un 4% nos pertenece, al estar en manos de concesionarias del Estado, Municipalidades o Cooperativas.

 

La sequía nos afecta a todos, pero los más pobres del país tienen pocas posibilidades de contrarrestarla. Para 2018 la población rural chilena era de 2,2 millones de personas y 1,68 millones eran abastecidos por 1.800 sistemas de agua potable rural, cuya infraestructura financia el Ministerio de Obras Públicas, MOP, con FDR y recursos de la Subdere y Municipios. Se calcula que al menos 10 mil animales han muerto en seis regiones del centro del país donde se encuentra el 80% de la población. Hay 400 mil chilenos que reciben agua en camiones aljibes. Se informa que pronto Chile va a ingresar al grupo de los 17 países del mundo con mayor stress hídrico.

 

También esta ha afectado a las empresas mineras, principalmente a las que explotan el cobre que se encuentran en las regiones desérticas y que hasta ahora usaban hidroelectricidad en sus procesos productivos. Debido a su inmensa necesidad de agua, han debido experimentar con la desalinización del mar y para ello han usado energías alternativas. Se presume que el consumo total de agua de mar llegará a 14,53 metros cúbicos por segundo en 2029, lo que representa un aumento de un 12% en relación a 2018 y este aumentará a medida que aumente la producción de cobre. La iniciativa de desalinizar el mar se ha trasmitido a algunas municipalidades, como la de La Ligua que lo están replicando. Generalizado este proceso, Chile no tendría nunca más una sequía.

 

Por otra parte, el Estado, desde hace un tiempo, ha estado empeñado en limpiar al país de carbono para mejorar la calidad del aire. Según la política nacional de energía 2050, Chile se ha puesto como meta alcanzar a ese año una matriz 100% eléctrica para el transporte público y un 40% eléctrica para el transporte particular, es decir la electromovilidad.

 

Según la Asociación Nacional Automotriz, el parque automotor eléctrico llega hoy a 2.000 unidades, en su mayoría buses, taxis y vehículos de transporte para industrias, pero esto está aumentando y podría hacerlo aún más si se otorgan franquicias especiales a la importación de vehículos particulares que vayan reemplazando paulatinamente al actual parque automotor nacional. El Gobierno ha importado 200 buses, 100%, eléctricos, para el Transantiago, recargados con 100% de energías renovables.

 

La electromovilidad no solo es buena noticia por el uso y producción de energías limpias, sino también para los negocios del empresariado. Su implementación aumentará fuertemente la demanda de cobre en los próximos 10 años. Si durante el 2017 se ocuparon 185.000 toneladas de cobre en el ámbito de la electromovilidad, se estima que para 2027 la demanda se incrementará nueve veces, llegando a 1,7 millones de toneladas. Mientras un vehículo convencional usa 23 kilos de cobre, uno eléctrico llega a los 83 kilos y casi el 50% está en la batería que lo propulsa. En el caso de un bus, supera los 300 kilos de cobre. Además, los cargadores para estos vehículos llegan a utilizar hasta 9 kilos en su equipamiento, sin contemplar los metros de cable de cobre para conectarse a la red, estimando que para 2027, habrá 40 millones de puntos de carga en el mundo.

 

Los autos eléctricos deben contar con baterías para recargarlos y estas dependen del litio. Chile es el segundo exportador de litio en el mundo, con 14.100 toneladas, la mitad de las reservas mundiales y 45 salares. En el primer lugar está Australia con 18.700 toneladas gracias a la puesta en marcha de dos proyectos Mt Marion y Mt Cattlin. Por lo anterior, la participación de mercado de Chile pasó desde 37,6% en 2016 a 32,8%; mientras que la de Australia subió desde 36,8% a 43,5%, según cifras de 2017.

 

El litio está en manos de SQM y Albemarle que controlan su explotación en el Salar de Atacama, donde producen hidróxido de litio y carbonato de litio. Allí se inauguró el primer eco-cargador solar que funciona independiente de la red eléctrica (off-grid), abasteciéndose íntegramente de energía solar captada a través de 46 paneles fotovoltaicos, y un sistema de respaldo de baterías de litio distribuidas en nueve módulos. Las baterías intensivas en niquel demandan más litio y ese mercado aumentará en un 500% para 2024.

 

Podríamos concluir entonces que la polución y la sequía que nos afectan, lejos de ser problemas constituyen oportunidades, dada la innovación que actualmente Chile está llevando a cabo y que lo destaca en el mundo en el campo de las energías renovables no convencionales.

 

No podemos seguir tragándonos los vaticinios de los economistas del régimen respecto a los bajos índices de crecimiento, la crisis económica o la recesión. Si las riquezas obtenidas de los negocios no se fueran a la Islas Caymán o a la instalación de supermercados a lo largo de Latinoamérica, si los multimillonarios considerados en los records de Forbes, incluyendo a nuestro Presidente, aceptaran pagar algo de impuestos, aunque fueran las contribuciones, se podría proteger a los más débiles y, en general, otro gallo nos cantaría.

La revolución tecnológica nos llega por chorreo y es apasionante, pronto no solo tendremos automóviles eléctricos, sino drones individuales a batería que nos desplazarán por arriba del Mapocho navegable. Pero no debemos olvidar, y el Gobierno debería informar, que antes viviremos un desempleo gigantesco que el Estado ya debería estar previendo impulsando fuentes de educación para satisfacer las necesidades de las nuevas fuentes de trabajo.

 

En Europa no solo ha disminuido la jornada de trabajo a seis horas, en algunos países se entrega una renta básica, la educación es gratuita, en Alemania incluso para extranjeros y el conjunto de la sociedad comienza a disfrutar de las nuevas tecnologías, usando el tiempo libre para colaborar en la innovación y la creación.

 

Tenemos que unirnos, estar alertas y exigir por lo menos que se nos informe.

 

 

 

Alicia Gariazzo

Directora de Conadecus

 

 

 

 

 

[1] Rodrigo Palma, Director del Centro de Investigaciones en Energía Solar.

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