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Chile domesticado, mientras pastan los borregos

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Photo by Etienne Girardet on Unsplash

Este 12 de octubre se cumplieron 527 años del inicio del saqueo de nuestro continente. Proceso destinado a dominar y domesticar a los aborígenes de estas latitudes. Despojarlos de la tierra, creencias, costumbres e idioma, hasta hacerlos perder su identidad, mientras los conquistadores enarbolaban la bandera de la invasión y los estandartes de la cristiandad. Se habla de evangelización con el propósito de humanizar el despojo, pues había que convertir a los paganos a la fe católica. Se trataba de un mandato divino, cuya jefa era la reina Isabel I la Católica de Castilla. Después de haber expulsado a musulmanes y judíos de su reino, sintió la urgencia de expandir sus dominios, más allá de Europa. Dios la iluminaba y ella lo creía. Cristóbal Colón se encargó de endulzarle las orejas, ansiosas de oír: “Imperio de Ultramar”, prometiéndole ensanchar su potestad, hasta las Indias.

 

A sangre y fuego América fue conquistada, donde los piadosos invasores de la culta Europa, crucifijo en una mano y en la otra el arcabuz, eliminaron más de 60 millones de idólatras aborígenes. Limpieza étnica, aunque los encargados de escribir la historia oficial del Reino de España, la llaman “La evangelización del Nuevo Mundo”. Desde el viejo continente trajeron el sarampión, la viruela, el tifus y la peor de las enfermedades: la codicia.  

 

Ahora, un espectro recorre América y Chile, llamado neofascismo. La tierra había quedado abonada y la siembra se inició de la mano de la oligarquía. De cómo esta teoría política, también ha desembarcado en distintos países del mundo y se dedica a ahogar la libertad, el pensamiento crítico y la cultura en sus diferentes ámbitos. A crear fábulas destinadas a convencer que la lucha de clases, solo acarrea desigualdad, miseria, opresión del trabajo e impide al hombre progresar. Como siempre sucede, el pueblo se deja manipular agobiado por la miseria, el trabajo precario, la cesantía, los créditos que nunca se terminan de servir y concluye en brazos de la alienación. Ni hablar de una educación precaria, que a lo sumo, enseña a leer y escribir.      

 

Marx  interpreta el concepto de alienación,  como: “La relación de explotación propia del sistema capitalista, en la cual el trabajador no es considerado como persona en sí, sino en función de su valor económico, como mano de obra para la multiplicación del capital”. Pensamiento que encaja a la perfección en cualquier análisis que se quiera hacer ahora, y así entender los mecanismos utilizados por las oligarquías nacionales, siempre empeñadas en el control de la sociedad, desde sus bases. Nada debe quedar al azar. Como la cultura y el arte son expresiones de libertad, crítica social, se le encajona, desprestigia y se borran los espacios de divulgación. Se le acusa de licenciosa, contraria a la religión, las buenas costumbres y de pervertir el orden social. A la par, se clausuran las salas de exposiciones, de teatro y los medios de comunicación, destinados a cualquiera demostración creativa. Es así cómo, los artistas son atrapados en sutiles telarañas y concluyen maniatados, mientras más patalean.

 

Repasemos la historia de nuestra república, que involucra a Francisco Bilbao, pensador revolucionario. El historiador chileno Iván Ljubetic, escribe lo siguiente: “El 10 de junio de 1844, la revista “El Crepúsculo” había publicado un ensayo de Francisco Bilbao con el título “Sociabilidad Chilena”, quien hacía un profundo examen de la situación social del país y analizaba las causas de su atraso. Según él, éstas eran “el haber trasplantado a Chile la tradición monárquica y sobre todo el cristianismo, pervertido por los sacerdotes católicos”. El  trabajo de Bilbao, incendio para la época, desató un escándalo mayúsculo. “La revista Católica” pidió para el autor las penas del infierno. El 13 de junio fue presentada una acusación fiscal ante el Juzgado del Crimen. Se acusaba a Bilbao de blasfemia, sedición e inmoralidad”.

 

Muestra sucinta elegida al azar de la infinidad de tropelías realizadas por la clase dominante, gestora y cómplice de dictaduras y matanzas de la clase trabajadora, cuya sangre mancha el territorio de Chile a lo largo y ancho de su geografía. La oligarquía encastillada en sus dominios y privilegios, conseguidos por robos y despojos de siglos, pisando cadáveres, no cede. De hacerlo, desaparecería arrastrada por la historia y su funeral se anunciaría hasta en los cementerios.

 

Ama el dinero, la desatada ostentación, la codicia y privilegios por encima de la vida, conseguidos en siglos de turbiedad. Jamás un signo de arrepentimiento o una lágrima de pesar, debido a la desgracia ajena. Siempre se mantiene dispuesta a aceitar al que le place. Quienes están decididos a venderse, cuelgan un cartel desde el cuello, donde figura su precio. La oferta es variada en el mercado de la traición. 

 

 

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