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Piñera en la ONU empuja la acción contra el cambio climático. ¿Error de cálculo, una broma o el mundo ha enloquecido?

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Las causas del cambio climático están en nuestras bases culturales, pero básicamente, por su profundización y aceleración, en el capitalismo, hoy amplificado hasta el extremo en su versión neoliberal. Es este el problema y es también la traba para su solución. Que la prensa nacional levante en estos días a Sebastián Piñera como representante y favorito de la ONU para impulsar el proceso de descarbonización mundial no es una muy buena noticia. Para quienes sí conocemos la trayectoria de Piñera, su intervención y protagonismo como especulador en diversos y rentables mercados nos lleva a la sospecha aun cuando Chile, junto a otros 60 países más regiones y empresas han acordado su intención de poner en marcha planes para alcanzar la neutralidad en las emisiones de carbono para el 2050, un plazo de 30 años a partir de hoy.

El documento, que no es vinculante, sino es voluntario y sobre la base de la buena fe, no considera los consensos de todos los agentes sociales internos y nacionales. Y tampoco detalla acciones concretas, sino mejorar su “ambición en sus contribuciones a nivel nacional”. Una carta de intenciones que de partida es vulnerable as los cambios de gobiernos, ciclos económicos y estado de ánimo de los accionistas de los grandes contaminantes. En el terreno doméstico, que vale también como ejemplo del pensar capitalista, hace solo un par de meses del presidente de la Sofofa, Bernardo Larraín, justificó la molestia de sus asociados en estas materias con el argumento que Chile solo emite el 0,3 por ciento del dióxido de carbono mundial y la caída de las utilidades debido a la crisis económica mundial en ciernes.

 

El empresario Nicolás Ibáñez, en una entrevista aparecida ayer en La Tercera, vomitó toda su rabia por las normas y regulaciones chilenas, entre las que están las ambientales. Dijo que en Estados Unidos es mucho más fácil hacer negocios que en Chile aunque no precisó que un Trump estaría bien por estas latitudes. En suma, y esto sí lo dejó bien claro, si me apuran un poco pongo todas mis inversiones afuera ya que paraísos fiscales no faltan. Y negacionistas ambientales tampoco.

Piñera es un socio más de estos clubes. Ese ha sido su mundo y ese será, muy probablemente, el que le ocupe hasta el fin de sus días. Puede hablar de la electromovilidad, de la eliminación de plásticos de un solo uso, de la reforestación de millares de hectáreas, aún del avance a una neutralidad de emisiones para el 2050, si es que aún queda algo de este país, pero no puede hacer una crítica del capitalismo. Es como la fábula del escorpión. 

 

No queremos hacer críticas en un momento tan delicado como este, pero sí hacernos preguntas elementales: ¿Por qué Piñera? Porque es mejor que un Bolsonaro, claro, es evidente. Pero Piñera es un capitalista de tomo y lomo, que no tomará ninguna decisión de perjudique a los mercados y a sus socios, todos vinculados, en mayor o menor medida, con emisiones de carbono porque el capitalismo está atado y fusionado con la quema de combustibles fósiles. 




Hay algunos que hablan de un capitalismo verde. Pero ya el capitalismo como solución a los problemas ambientales demostró su fracaso con el mercado de los bonos de carbono. Desde finales del siglo pasado especuladores convencieron a países y se compraron a parte del movimiento ambiental con la idea de los créditos de carbono, que solo sirvieron para perder un tiempo valioso. Desde entonces la quema de combustibles fósiles ha seguido sin tregua y en su catastrófico crecimiento. 

El capitalismo verde es sin duda mejor que el capitalismo ecocida. Es parte también del New Deal Green que propone la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez y que podría llevar como programa de gobierno un candidato como Bernie Sanders. Pero el tiempo apremia y nada nos asegura que las empresas, el lobby petrolero y otros enormes intereses están preparados para hacer una transición desde los fósiles a las energías renovables. Bien sabemos que el capital se mueve con un horizonte de rentabilidades de corto plazo. Imaginemos qué nivel real de fuerzas se necesitaría para cerrarles el negocio del carbono a las grandes petroleras, a naciones completas y a extensos intereses relacionados. Es mejor y más fácil imaginar una gran revolución.

 

Al observar la lista de países que han suscrito esta declaración de intenciones, porque no parece otra cosa, no hallamos a ninguno de los que tienen más peso en el concierto mundial. De partida, no está Estados Unidos ni Brasil, tampoco China, India, Japón, Australia, Canadá y, claro está, ningún productor de petróleo. No está ni los que extraen el petróleo ni los grandes consumidores. Y tampoco están los contaminantes históricos de carbón, como Gran Bretaña desde la primera Revolución Industrial. En otro capítulo está un puñado de países europeos que sí dicen haber puesto ya en marcha medidas concretas para el 2050, como Alemania y Francia. Pero, en fin, es sin duda mejor que nuestro pequeño país esté en esta lista junto a decenas de islas pequeñas y micro estados oceánicos, muchos de ellos destinados a desaparecer antes del 2050 a medida que el calentamiento global eleve el nivel de los mares. 

Las preguntas finales, retóricas y no tanto, que podemos hacernos en estas últimas líneas es si todo esto servirá para algo. Qué pueden hacer los representantes de países que basan sus intereses en la quema de combustibles fósiles y en las redes de una economía apoyada en la extracción de cada vez más escasos recursos naturales. Creemos que poco o nada ante una ola catastrófica que ya está formada y que hará subir la temperatura promedio del planeta en más de dos grados respecto del inicio de la era industrial mucho antes del 2050 (vale la pena leer un clásico en esta materia: Seis Grados, de Mark Lynas, publicado en español el 2014).

Lo que sí sirve es la movilización independiente de los niños y los jóvenes, todos verdaderamente comprometidos con el futuro del planeta, que es su futuro. Ellos, y no los jefes de gobierno ni los funcionarios de la ONU, son quienes saben y perciben en sus cuerpos el peligro real del cambio climático. 

 

PAUL WALDER



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  1. Oh, el idealism de sr Paul Walder. Los niños, escribe él al final de su análisis, «son quienes saben y preciben en sus cuerpos el peligro real del cambio climático». ¿Solamente los niños, don Paul? Es decir, el resto del mundo no percibe este peligro en sus cuerpos? Ahora, supongamos que esta premisa que pone el sr Walder es verdad y que los niños tienen esta percepción negada al resto de los seres humanos, es decir, cuando estos niños crecen, ¿pierden esta percepción? Ah, pero sno los miños que vienen después de los que crecen los que atienen esta precepción y no sé como cres ta el sr Walder va a movilizar a todos estos niños, que son diariamente y continuamente asimilados a la mantra que el sistema politico en que ellos se desarrollan les inculca que el cambio climatico es una gran mentira de los que odian al capitalismo. A propósito de estos mismos niños que crecen en este sistema: Los niños que tienen padres que pueden costearles una educación privada, y que en el intertanto de su educación tienen ideas progresitas, apenas obtienen sus títulos y empiezan a ganar el buen billete, bueno, hasta ahí llegó el progresismo y la conección con el amenazado medio ambiente. Ahora, los niños hijos de los empresarios que son dueños economicos de los paises en que viven y desarrollan, estos niñitos van a tener la misma ideología «ambiental» de sus papis. Finalmente, los niños que forman parte de la mayoría sin recursos económicos y que tuvieron una educación pública precaria y que son los que llenan el campo laboral y muchas veces delincuencial, les dá un co co que el planeta está siendo envenanado por los «AVANCES CAPITALISTAS» y lo único que les interesa en este sistema es llenarse de las hu va ditas que este sistema les ofrece por un precio y que estas ue vaditas que los llenan de esta Felicidad momnetánea, son en PARTE LA CAUSA DEL ENVENAMIENTO DEL PLANETA. Finalmente, la ciencia nos ha mostrado que nuestro Planeta es solamente menos que una cerrada de ojos en el tiempo infinito, es decir, nuestro planeta es solamente un infinitesimal cuerpo invadido por una bacteria, bacteria con la capacidad de razonar(¿?), es decir, dotado con inteligencia, pero esta bacteria en un período casi infinitamente pequeño, está destruyendo este planeta y después que este planeta sea despoblado de toda vida, va a seguir orbitando la Estrella, hasta que esta Estrella acabe con el combustible que le permite ser una Estrella y explote en triillones de pedazos hacienda desaparecer todos los planetas que la orbitaban y esto pasa, según los cientificos,a casa segundo en el inmenso e infinito Cosmos. CONCLUSIÓN: Nuestra arrogancia como seres inteligentes que habitamos momentaneamente este cuerpo celestial,nos ha hecho aseverar que este Planeta no tiene fin y podemos hacer lo que nos antoja con ÉL, por un PRECIO,, POR SUPUESTO, pero quisiera hacerles una pregunta para terminar: Cuando los seres humanos desaparezcan de este Planeta, o cuando este Planeta sea destruído y vuelva a ser parte de las partículas quantum,, ¿EXISTIÓ LA RAZA HUMANA? EN OTRAS PALABRAS,¿EXISTIÓ, EN ESTE INFINITO COSMOS UN SISTEMA SOLAR CON UN PLANETA LLAMADO TIERRA POR LOS SERES «INTELIGENTES QUE LA POBLARON»?

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